miércoles, 30 de enero de 2008

Casablanca en imágenes

Rick bebe y una mujer vestida de negro se acerca a su mesa. Efectivamente, la composición del planop recuerda mucho a la de la aparición de Ilsa en la escena que comenté el otro día. En realidad, es casi su inversión. Si en aquella era el narcisismo herido el que daba rienda a su delirio, en esta será una subjetividad lacerada la que haga tambalearse al ego de Rick.
Ella reclama de manera algo compulsiva su atención. Pero sabemos que Rick, atrapado en su círculo melancólico, es incapaz de tomar nota del dolor ajeno

Ella pone en juego algo del orden de lo angelical (¿o de la seducción?)



La cara de Rick no manifiesta más que fastidio



















































sábado, 26 de enero de 2008

Las 10 mejores películas del año

1.
- Paranoid Park de Gus Van Sant

2.
-Boulevard de la mort de Quentin Tarantino
-INLAND EMPIRE de David Lynch
-Still Life de Jia Zhang-ke

5.
- La France de Serge Bozon
-Zodiac de David Fincher

7.
- Les Amours d’Astrée et de Céladon d’Éric Rohmer
-Honor de la cavalleria d’Albert Serra
-Avant que j’oublie de Jacques Nolot

10.
- I Don’t Want to Sleep Alone de Tsai Ming-Liang
-Ne touchez pas la hache de Jacques Rivette
-Syndromes and a Century d’Apitchapong Weerasethakul

En el mundo inevitable de las listas anuales de mejores productos, la única que consulto religiosamente todos los años es la de las 10 mejores películas según Cahiers du cinema, y no sólo la lista definitiva, también la que escribe cada redactor. Es una lista super exclusiva en la que suelen repetir los mismos casi siempre (de los habituales, aquí nos encontramos a Gus Van Sant, Lynch, Rivette, Rohmer, Tsai Ming Liang, Tarantino, Jia Zhang Ke y Apitchapong -que con la maravillosa Tropical Malady se hizo con el primer puesto hace tres o cuatro años). Lo más destacable tal vez sea la aparición de una peli española, Honor de cavalleria, que no he visto, y por la que la revista apostó desde su pase por Cannes hace dos años. La primera película de Albert Serra se paseó por los festivales de medio mundo y es un título de referencia cuando se habla de las trayectorias que el uso de soportes digitales está abriendo en el mundo del cine, pero la verdad es que en España nadie le hizo caso (hasta la llegada de los cahiers españoles). Del resto de las pelis de la lista no hace falta hablar demasiado: Death proof, Zodiac, Inland empire, La Astrea (y honor...) se han estrenado en España, paranoid park está comprada por vértigo y os obligaré a ir a verla cuando se estrene, porque es una maravilla; las de Tsai Ming Liang y Weerasethakul es improbable que se estrenen nunca, pero ya se han pasado por algún festival y en la casa encendida, y caerán en cualquier momento, dada la condición de estrellas del peculiar firmamento del cine de autor, y La France y Avant que j'oublie son dos francesas que probablemente pierdan interés fuera de su país, y dudo que ninguno las veamos (la de Rivette la vi en Berlín, es un balzac super rivettiano, fascinante y árido y transparente y hermético, todo junto. Al parecer fue motivo de disputa entre bandos de la crítica española, y enfrentó irremediablemente durante meses a Boyero con Gasset, hasta que firmaron la pipa de la paz en Venecia)

domingo, 20 de enero de 2008

Casablanca revisited

Ayer me vi Casablanca en mi ordenador (lo cuento para que se vea que no es que me vi una peli a secas, sino que el asunto tiene enjundia porque utilicé un soporte moderno que no esté pensado
para ver películas, ni Casablanca -ni nada del cine de los 40- se hizo imaginando que un día se vería en una pantalla de 15 pulgadas, así que hay un acto creativo y artístico y reflexivo en el hecho de verse Casablanca en el ordenador que hay que subrayar, creo que voy a decir que metavi Casablanca, y así nos entendemos todos), y como siempre que me veo una peli clásica se me llenó la cabeza de sesudas reflexiones que no voy a compartir porque Mercedes me echa la bronca por largo y pelma y porque le recuerdo a su peor pesadilla bloguera.

Pero no me resisto a ilustrar un par de cosas importantes. La primera es la idea más o menos heredada de la deconstrucción y de Noel Burch de que el cine de Hollywood era principalmente una maquinaria ideológica cuya función era encubrir las marcas de la enunciación y hacer pasar por hegemónico una forma de discurso que se ha hecho dominante económicamente mediante políticas agresivas bien documentadas. El caso es que con el paso del tiempo el cine clásico (clásico en un sentido teórico "fuerte", Ford es clásico, pero Welles o Hitchcock no lo son) se ve como algo bastante raro (de hecho, mi hijo tiene problemas para entenderlo cuando le castigo obligándolo a ir a la filmo). Una de las razones, creo, es el prestigio de la "verosimilitud narrativa". Como se le echa en cara a menudo, Casablanca no es creíble en absoluto. Es más. no tiene ni pies ni cabeza. Sin embargo, la trama es "verdadera", en el sentido de que se ajusta a un recorrido emocional que encuentra eco en la legión inmensa de admiradores que la peli tiene. Voy a poner un ejemplo sencillo (esta es la segunda):

Tras el reencuentro traumático de Rick e Ilsa, el primero se pone a beber como un cosaco por la noche, con el bar cerrado. Sam está con él, y le recrimina su actitud(1). Rick le contesta que sabe que ella vendrá a verle esa noche. A continuación asistimos al archifamoso flashback que nos muestra la absoluta plenitud (imaginaria) (2) de los días que pasó la pareja en París, antes de la desaparición de ella (el objeto de deseo absoluto)(3). Cuando termina el recuerdo, con Rick y Sam subiéndose a un tren rumbo a Marsella camino de Casablanca (en la peli una tierra de nadie llena de apátridas donde sólo él se quiere quedar), se abre la puerta del bar, al fondo del plano, y aparece Ilsa completamente de blanco, iluminada por ese faro que no cesa de girar en toda la película. No sólo su aparición tiene un componente plenamente fantasmático por la puesta en escena: es imposible que en Casablanca, con el toque de queda instaurado, la mujer del hombre más buscado por los servicios secretos nazis (aunque se pasea con su nombre por todos los locales públicos de la ciudad) se recorra la ciudad a las tantas de la madrugada con el vestido más blanco que se haya visto en la historia del cine. A lo que asistimos, obviamente, es al fantasma recurrente de Rick: éste la humilla y la llama puta y la desprecia, dando rienda suelta a un mecanismo no por mezquino menos efectivo a la hora de lavar heridas: el rebobinado imaginario en que cantamos las cuarenta a quién nos hizo daño. Pero en el relato esta secuencia es fundamental que se dé como cierta, dado que tendrá consecuencias en la evolución del mismo. Si el espectador la da por válida y no se cuestiona su verosimilitud, es sencillamente porque coincide con sus deseos. Tras ver el rostro demudado de Bogart sabiéndose abandonado (sin razones), nada desea más que una revancha emocional. Esa "verosimilitud libidinal" es la que realmente sutura el texto clásico, y no esas soporíferas enumeraciones de racords y leyes que cualquier peli de la época se salta compulsivamente.
Como ya me he pasado de lo que mis lectoras soportan, lo que sigue son notas prescindibles:
(1) El personaje de Sam es muy interesante, representa un arquetipo que (hipótesis mía) nombra el inconsciente. Si hay un Sam, hay héroe. Alguna vez pensé en escribir acerca del hecho de que los hombres que "fallan" en las pelis de Hitchcock no tienen mayordomos (Rebeca es una excepción estupenda, porque el ama de llaves representa un inconsciente demoníaco, por así decir), mientras que en el cine clásico esa presencia callada que guarda las espaldas a los protagonistas suele tener una importancia vital. Comentaré dos ejemplos más o menos relacionados con Casablanca por diferentes motivos, y que tienen la característica conjunta de que son dos obras descomunales: la primera es Carta de una desconocida, cuyo guión también es de Howard Koch. A diferencia de lo que ocurre en el relato de Zweig, en la película de Ophuls el prota (un cretino integral) es finalmente capaz de un gesto heroico -básicamente, afrontar una muerte casi segura- tras leer el relato de la desconocida del título, en la que el fiel mayordomo es fundamental.
La segunda es El hombre que mató a Liberty Valance, cuya estructura es muy similar, en ciertos aspectos, a Casablanca (dos hombres enamorados de la misma mujer; el goce incestuoso representado por las figuras paralelas de Liberty Valance/Strasser, a los que John Wayne/Humphrey Bogart deben matar para que su chica los abandone; la figura similar de Sam y Pompei). El hombre ... es mejor que Casablanca, aunque sólo sea porque es mejor que casi todas las películas de la historia del cine. Pompei tiene una dimensión más grande que Sam, que cuando Casablanca se pone al rojo vivo desaparece, pero su posición es parecida como apuntalador de su jefe (en el enfrentamiento especular entre los dos machitos, sabemos que Wayne va a ganar en el momento en que vemos a Pompei sosteniendo un rifle en la famosa escena del bar. Hasta ese momento estaba fuera de plano, ausente de ese delirio duelístico. A Wayne no le hace falta mirar para saber que él está ahí).
(2) Ese paraíso imaginario está representado muy bien por esá transparencia que varía detrás de los rostros felices de Ilsa y Rick. Esas mismas transparencias serían muy utilizadas en la modernidad alemana (Syberberg, Kluge) como efecto de distanciamiento (brechtiano, que se suele decir), pero eran habituales en el cine clásico. Otro efecto "moderno" tiene lugar con la mezcla de texturas. Como no todo van a ser caras sonrientes, en algún momento tendrá que emerger lo real del sexo: ¿qué es lo que aparece en la peli cuando los protagonistas se disponen a follar (perdón, quise decir hacer el amor)?: obviamente los alemanes. Tras el beso en el apartamento, en vez del fundido preceptivo para indicar el polvo de rigor, la peli corta brutalmente a imágenes de época con grano diferente de las tropas alemanas movilizadas invadiendo Francia
(3) Otro ejemplo de verdad textual frente a (in)verosimilitud narrativa: la Bergman es nombrada como el objeto de deseo absoluto (de hecho, es su deseo el que sostiene la lucha de Lazslo). Pues bien, sea día, noche, interior, exterior, está siempre iluminada como si toda la luz del mundo le cayera en la cara: siempre le brillan los ojos, relucen sus pendientes, los dientes deslumbran, su piel irradia luz, y hasta entiendes que los nazis vayan a invadir el mundo por culpa de esta renacida Helena. Y a todos nos parece muy bien.
Y hasta aquí he llegado

El día en que conocimos a Elise Rasmussen

Mi hermana vino a Venecia unos días durante el Festival de Cine, pertrechada con una considerable lista de tareas, en alguna de las cuales tuve tiempo de embarcarme, como tomar una bebida en un bar popular entre la juventud veneciana, situado en una plaza que podría ser la de cualquier pueblo, y que fue donde por primera vez vi un coche en aquella isla. El caso es que dimos con el bar y entramos. Mi hermana quería pedir una cosa al parecer muy extendida entre los parroquianos del local, un bebraje de color parecido al bitter, pero del que desconocíamos el nombre. Así que me acerqué a una chica que en ese momento estaba sola en la barra y tenía aspecto cosmopolita (o sea, que era probable que hablase inglés), y entre las manos tenía un vaso con la bebida que anhelábamos, y con la audacia que nos da estar en tierra extranjera le pregunté como se llamaba eso. Así entramos en contacto con una artista multidisciplinar y viajera que se llamaba Alice, y tras recibir un máster en tres minutos de lo que es el Spritsch (o algo así), nos enteramos de la biografía de esta joven, que caso mata de envidia a mi hermana, ya de por sí viajera, porque la habilidad para hacerse con becas, ayudas, masters e invitaciones a exposiciones colectivas de esta chica parecía no tener fin, y así la lista de ciudades donde había pasado los últimos meses era espectacular y casi inacabable.
Y todo esto lo cuento porque nos dejó una postal con su página web, y hoy, al volver de una misa, recogiendo papeles en el despacho, me he tropezado con la citada postal, y me he paseado un rato por la también citada página web, y me ha parecido bien contarlo.

sábado, 12 de enero de 2008

Deseo, peligro: el goce de la mujer en el agujero negro de la historia

Deseo, peligro se llevó el León de Oro en Venecia de manera algo sorpresiva, más que nada porque Ang Lee ya se había llevado otro un par de años antes por el anuncio de Malboro gay que luego, si mal no recuerdo, pilló también algo en los Oscar (la verdad es que no sé porque hablo así, dado que no he visto Brokebake mountain y sé que no la voy a ver en la vida). Tampoco levantó demasiadas protestas porque la película gustó en general, y aunque para mi gusto está lejos del estado de gracia perpetua en que se mueve I'm not there, de Todd Haynes (mi peli favorita de Venecia y de todos los festivales del 2007, salvo quizás la sublime Paranoid Park gusvansantiana), desde luego se alza millas por encima de todo lo que había visto hasta ahora de este sobrevalorado chino.
El caso es que Deseo, peligro recuerda muchísimo a El libro negro, ese desmelenado y apasionante folletín que también pone en el centro de la narración un cuerpo de mujer atravesando y ardiendo en una época bastante siniestra: en ambos casos se trata de la ocupación de un país en la segunda guerra mundial por las fuerzas del mal (nazis en Holanda y japos en China, respectivamente), y de una mujer que tiene que entregarse al enemigo por motivos estratégicos, y que resulta ser la única manera que tiene de acceder al goce, cosa ésta marcadamente presente en Deseo, peligro: los representantes de la opción políticamente correcta (los resistentes) son designados explícitamente como absolutos incompetentes sexuales, mientras que no hace falta esperar a las escenas de polvos hiperrealistas para ver que el supermalo de Tony Leung (lo más parecido que ha dado Oriente a Humprey Bogart) es el amo del goce femenino. El caso es que el tema central en ambas (¿Puede una mujer mentir cuando goza?¿Qué status ético puede tener esa experiencia tan radical?) es apasionante, como apasionantes son las diferencias soluciones que aportan las dos películas. Particularmente me resulta irritante el final misógino de la de Ang Lee: ese lado sacrificial redentor que hace que la mujer tanga que morir por haber ardido más de la cuenta, aunque reconozco que el acto de heroísmo/traición de ella plantea una encruncijada ética insoluble y fascinante (curiosamente, todas las voces femeninas de la sala al terminar la película se mostraban entusiasmadas con la misma). Me mola bastante más la salida triunfal de la heroína judeo-holandesa, que sobrevive incólume a tanto folleteo con nazis y se permite un acto de justicia tan cachondo como cargarse al traidor asfixiándolo en un ataúd.
También resultan curiosas las semejanzas en el tratamiento de la resistencia. Como es sabido, la ocupación de China (y de Corea) por las tropas japonesas a finales de los años 30 es una herida que está lejos de haberse cerrado, provocando fricciones diplomáticas constantemente. A priori pensaba que esta película pudiera enmarcarse en un movimiento destinado a reivindicar para el pueblo chino una actividad heroica de resistencia que probablemente no se dio en realidad (un poco como ha pasado en Francia; de hecho el Shangai ocupado que aparece en la peli recuerda al París lleno de alemanes pasándoselo en grande). Pues bien, ya he señalado antes que los resistentes de aquí son unos cenutrios que el malvado se zampa sin demasiados problemas. Incluso en una de las mejores secuencias de la película, el jefe de la resistencia, aquel que podría encarnar una figura patriarcal "fuerte" dentro del relato, el destinador que manda a la chica a meterse en la cama del nazi (como en Encadenados) sin temblar, retrocede ante la descripción que hace ella de su experiencia sexual (momento en que uno se da cuenta de como va a acabar la película).
Ya en el Festival fue comentado el realismo con que están filmados los encuentros sexuales, y como eficaz campaña publicitaria se ha aireado la censura que van a sufrir en su exhibición en China (cosa que es obvia que Ang Lee sabía desde el principio). Aunque bastante coreografiados, y a ratos con un tufillo a exotismo erótico oriental, resultan fundamentales para comprender la relación que tienen los protas. Un detalle que los hace extremadamente inquietantes es algo tan simple como que ambos follan con los ojos abiertos, como si temieran ser devorados por el otro en cualquier descuido. En cualquier caso, nos recuerdan lo violento que es el sexo, y la agresividad que hay que desencadenar para que algo ocurra en ese campo.
Y lo dejo por ahora, para que rellenéis los huecos con comentarios

Adiós a Sábado

Y a Ian Mcewan. Sábado 12 de enero. Son las cuatro de la mañana. Me he levantado a las tres. He escrito un rato en el ordenador. Iba a leer un poco, con la esperanza de que el sueño volviera. Pero no me apetece leer Sábado, la novela de Mcewan que empecé ayer. El protagonista es neurocirujano. Se levanta una noche (también a las tres), y mira por la ventana. Ese momento es expandido hacia el pasado mediante los recuerdos y las impresiones del prota. Como es médico, tenemos que aguantar una pedantísima enumeración de operaciones. Está tan orgulloso de la labor de documentación que ha llevado a cabo que casi da vergüenza ajena. Uno lee la descripción de lo que hace, y se imagina a Ian invitando a comer a algún amiguete doctor y enseñándole el manuscrito y preguntando ávidamente "¿Está bien así?". Así que voy a ver si me duermo con otra cosa.

viernes, 4 de enero de 2008

El delirio acecha por doquier

Llama una mujer al despacho de Identity para decir que a su hija le encantaría participar como identidad con la peregrina razón de que nació el mismo día que James Dean (el 8 de febrero, al parecer). Como la niña no ha cumplido los ocho años, cabe imaginar que el año de nacimiento no coincide. Por cosas así no quitan la custodia de los niños.

jueves, 3 de enero de 2008

La gran marche, de E.L. Doctorow


Desconozco las razones por las que saqué La gran marcha del bibliometro, después de devolver un tochazo chino que no había abierto. Tenía pensado sacar Brooklyn Foolies, ya que hacía siglos que no leía a Auster, y la peli que vimos en San Sebastián había sido un absoluto desastre; pero en el momento de decir un número (los libros en el Bibliometro se piden por números) me fui al de Doctorow (Zizek lo citaba -a Doctorow, no este libro- en alguno de sus innumerables libros, y tal vez desde entonces me había quedado agazapado el deseo de leerlo). El libro se quedó en la mesilla de mi habitación, y cuando terminé de leer Expiación era el que tenía más a mano, así que fue el que cogí. El libro cuenta desde el punto de vista de diversos personajes, algunos ficticios y otros reales, el avance de varias decenas de miles de soldados de la Unión al mando del general Sherman por los estados confederados en lo que sería el golpe definitivo contra el Sur secesionista. Doctorow resulta ser un narrador muy fluido, hasta el punto de que, a ratos, parece que estamos leyendo el guión de una película. Por otro lado, resulta muy convincente en la transcripción de la subjetividad de personajes históricos como el propio Sherman, y parte de su Estado Mayor, lo que confiere mucha verosimilitud a la novela.
Como se ha señalado (supongo) a menudo, existe una corriente literaria que arranca de Stendhal y llega al Spielberg del soldado Ryan, pasando (sobre todo) por el Tolstoi de Guerra y Paz, que describe la guerra como una apoteosis del coas regido por el azar. Se suceden las impresiones sin que ningún discurso pueda enraizarse en la experiencia. Aunque en La gran marcha los soldados participan de esa visión, Sherman parece ejemplificar al militar ideal de El arte de la guerra de Sun Tzu. En un asalto de sus tropas en la semipenumbra del atardecer, unos pequeños signos que arranca a una escena entrevista entre el humo de la pólvora le permite anticipar el resultado de la contienda. Por otro lado, calcula fríamente las necesidades de tropas, alimentos, armas, logística, que se necesitan para combatir en condiciones de superioridad. A Doctorow le encanta describir toda la sociedad "civil" que acompaña a un ejército: cocineros, médicos, ingenieros, músicos...



miércoles, 2 de enero de 2008

Aventura y posmodernidad: una nueva categorización del acontecimiento en la urbe contemporánea

Pues que estaba yo muy contento porque me había ido a casa relativamente temprano, después de soportar una de las caras más terribles del tedio que nos ofrece nuestro trabajo en la tele, la grabación de un programa de Identity, y me había librado del segundo, cuando llego a casa y la cerradura, que llevaba tiempo avisando, se me rompe, de tal manera que es imposible cerrar la puerta por razones que mis habilidades literarias son demasiado torpes para explicar (sobre todo por carencias en el léxico de la cerrajería). Total, que llamo a Mapfre, me dicen que un cerrajero de urgencia ha de ser pagado, y me pongo a esperar, muerto de sueño. Así que íbamos camino de las dos horas, y el anhelado trabajador no aparecía, con lo que decidí intentar arreglar el entuerto, para lo que desmonté todo el aparataje de la puerta blindada. Una vez todo lleno de tornillos vi que no avanzaba nada. En eso sonó el móvil y en dos minutos se presentó el salvador. Yo andaba algo avergonzado por el estropicio, pero me entró la vena de defensor de la propiedad privada, y di a entender que yo con mi puerta hago lo que quiero, que para eso pago mis impuestos. Probablemente para darme una lección, el honesto currante, con un giro de muñeca bien aplicada, arregló todo, cambió el bombín, atornilló a velocidad de vértigo lo que yo había desatornillado, me cobró 120 € (+ IVA) y nos separamos como grandes amigos, un cuarto de hora después de haber llamado al telefonillo. Así que en un breve espacio de tiempo atesoré un sin fin de emociones y sentimientos netamente contemporáneos: el aburrimiento, la alegría, la desesperanza, la irritación, la desconfianza, la vergüenza, el alivio, y la sensación de haber sido estafado. Y encima, en un rapto de inspiración, concibo este microrelato, género paradigmático de los tiempos que corren.