jueves, 28 de febrero de 2013

El apocalipsis nuestro de cada día



Las películas sobre el fin del mundo pueden ser caras o baratas, según haya que construir aparatosos decorados o te apañes con lo que encuentras por ahí. Stake land es de las baratas, porque está claro que la sucesión de fábricas ruinosas y casas progresivamente deterioradas que los protagonistas se encuentran en su particular éxodo del siglo XXI más tiene que ver con el paisaje que nos ha dejado la última crisis del capitalismo que con invasiones de vampiros zombies.

Entendida como una relectura de The searchers, Stake land cierra el círculo de la historia norteamericana: si Ford exploraba la fundación de una nación (o las suturas de la Guerra Civil) a través del exterminio de una víctima propiciatoria (ya fuera Cicatriz o Liberty Vallance), aquí un relato iniciático similar  (una figura paterna que emerge cuando el protagonista adolescente asiste a la destrucción de su familia) sirve para mostrar la desintegración de los últimos vínculos sociales que articulan el grado cero de una comunidad.

Bastante vistosilla visualmente, a Jim Mickle hay que agradecerle la sobriedad que se gasta en la narración, que nos ahorra clímax interminables o pretenciosos rollos nolanianos, lo que no quita para que la película esté lejos de carecer de ambiciones. La verdad es que el único pero un poco importante que se le puede poner es que se nota demasiado (como pasa con muchas series B solventes de último cuño) ese lado de tarjeta de presentación ante la industria que despide la peli, un detalle sin importancia ante la brillantez de la propuesta.                                           

lunes, 25 de febrero de 2013

Los últimos días del Medievo



Ayer domingo me llevé a mis hijos mayores a la Filmo a ver la versión restaurada de Campanadas a medianoche. con tan mala suerte que pasaban la copia doblada, lo que les pareció raro. El otro detalle que terminó de sacarles de la peli es que el príncipe de Gales se parecía mucho a Messi. Cosas de la juventud. Campanadas a medianoche es un mix de Shakespeare que viene a contar el fin de la monarquía divina y su transformación en una forma de poder moderna, en el que la legitimidad ya no viene de las alturas y tiene que ser negociada a varias bandas (bueno, sobre todo en el campo de batalla). Al contrario de lo que pasa en España, aquí nos encontramos con un rey que encarna la majestad del poder regio (de hecho la hipersignafica, consciente de que no pasa de ser un usurpador) mientras que su hijo es un putero y un borracho aficionado a las compañías dudosas. El cambio de paradigma se ejemplifica en el resto que es abandonado en forma de chivo expiatorio, de residuo corporal de una época "sagrada": el cuerpo hipertrofiado de Falstaff, padre obsceno que nombra lo Real de un tiempo que sería sacrificado para entrar en la modernidad semiótica. 

Campanadas a medianoche es la perfecta inversión del otro gran film medieval "de autor" de los 60, Andrei Rubliov, igualmente megalómano y deslumbrante en sus mismas aspiraciones de cine total. El film de Tarkovsky cuenta en clave cósmica el doloroso parto de la Santa Madre Rusia, equiparado explícitamente a la Pasión de Cristo, por el que la promiscuidad del paganismo da paso a la Palabra Sublime de la Iglesia Ortodoxa, sin que la violencia sea menor en este caso que en el del nacimiento de la Inglaterra moderna. La diferencia viene a radicar en el excedente que hace de testigo, Falstaff por un lado, Andrei Rubliov, el más grande pintor de iconos de la historia, por el otro.

domingo, 24 de febrero de 2013

Dos veces Almodóvar



En el pase de Los amantes pasajeros nos hicieron firmar un papel por el que no podíamos hacer pública ninguna opinión sobre el film hasta no sé qué día de febrero, fecha límite que supongo que ha pasado porque El País publica un artículo (hagiográfico, y eso que Almodóvar cortó su relación idílica con "el periódico de referencia en español" desde que Boyero escribe en él y lo pone a parir película sí película también) de Rocío Ayuso en el que el director cuenta lo bueno que sigue siendo dirigiendo y escribiendo comedia. En versión española grabamos un programa sobre Entre tinieblas, película antediluviana que también transcurre en un espacio cerrado y que también se supone que es una comedia. Ambas me las he visto con pocas semanas de diferencia, y de las dos se puede decir lo mismo: que son un rollo descomunal, muy inferiores a sus referentes originales. Entre tinieblas quiere ser una versión trash de Los ángeles del pecado, la película menos vista de Bresson, y viene a demostrar por enésima vez uno de los axiomas chesternonianos de este blog: que pocas cosas hay tan tediosas y conservadoras como la transgresión. Los ángeles del pecado es una peli extraordinaria sobre el pecado original y Entre tinieblas parece una sucesión de sketches de Martes y trece en horas bajas. En cuanto a Los amantes pasajeros Almodóvar igual pensaba que iba a epatar haciendo un remake de Aterrizas como puedas, pero lo único que consigue en enaltecer su referente, mucho más brillante y divertido que esta sucesión de historias sin gracia ni estructura.

miércoles, 20 de febrero de 2013

El padre sacrificial



Película con pretensiones autorales arties, Looper tiene la gracia de las series B que saqueaban temas a destajo de cualquier lado. Aquí hay curiosas vueltas de tuerca al viaje en el tiempo en plan Bradbury, y Rian Johnson aplica la fórmula alphavilliana de pintar un futuro muy similar al presente con mínimos cambios y dejarse de chorradas escenográficas. El póster de la peli es una pista falsa: en el centro del relato lo que hay es una madre posesiva y un hijo potencialmente psicótico, y el trayecto del protagonista será asumir el sacrificio que exige ocupar la posición del padre simbólico, que pasa por afrontar el deseo de la madre y trazar un futuro para el hijo fuera de la mera pulsión destructora. Si bien Looper va bastante más lejos de lo acostumbrado en la reivindicación de ese papel masculino, al final no puede dejar de ceder a las tentaciones de lo políticamente correcto y presentar el sacrificio del héroe como el paso previo para que se consume la fantasía primaria del paraíso incestuoso en el que sólo hay sitio para la madre y el hijo.

Sobre el primer amor y la muerte



Red state es lo que antaño se llamaba serie B y hoy película independiente. Escrita y dirigida por Kevin Smith me parece lo más transitable que he visto de este director, aunque tampoco sea nada del otro jueves. Viene a contar el calvario de tres chavales que contactan con una desconocida para tener su primera experiencia sexual, para acabar en manos de una secta apocalíptica. Entre relatos delirantes pararreligiosos y un orden legal contaminado por la paranoia post 11-S, el sujeto contemporáneo se ve abocado a su destrucción, cuyas infinitas variantes pueblan la narrativa contemporánea. El rasgo más interesante de Red state es el enorme espacio que se otorga el realizador/guionista para mostrar los rituales místicoasesinos de los sectarios, lo que afecta al equilibrio del conjunto pero en su desmesura le da un peso insospechado al film, muestra de que Kevin Smith el tema le interesa bastante.