sábado, 27 de diciembre de 2008

Un dios salvaje


Otro de los rituales navideños infaltables es la salida tribal de toda la familia a ver una obra de teatro, y este año elegimos la de Yasmina Reza que arrasa en el Alcázar, Un dios salvaje, con ese elenco femenino tan mediático. A la espera que estuvimos en internet a que salieran las entradas del día elegido a la venta, porque como es habitual la sala estaba a reventar. Iba muy ilusionado (no había visto Arte, pero algo había leído de la Reza), pero la obra me pareció un rollo, aunque tuviera gags divertidos. No entiendo que se machacara tanto las escenas matrimoniales de José Luis Moreno para aclamar este conjunto de tópicos acerca de las tensiones que anidan en todo matrimonio, y lo preparado que está el ser humano para convertirse en un despiadado agresor de su prójimo. Los chistes son previsibles, y no hay verdadera progresión: parece que cada escena no es más que un vehículo para montar algún número eficaz (la platea se rio continuiamente), sin que se entienda en muchos casos la reacción de los personajes, interpretados en clave, también, de histrionismo televisivo.

viernes, 26 de diciembre de 2008

Monteiro este finde en la Filmoteca

Una acrisolada tradición familiar hace que el día de Navidad todos los hermanos nos vayamos al cine a ver una película consensuada entre todos, aunque este año, quemados los cartuchos de El intercambio y My blueberry nights puesto que casi todos las habíamos visto, y desinflado el interés por el James Bond y por Spirit, yo me retiré a mi casa y me salté el rito familiar, y es que la cartelera está muy aburrida.
Afotunadamente, este domingo ponen en la filmo Recuerdos de la casa amarilla, primera película que Monteiro dedicó a Joao de Deus, ese erotómano impotente, demente, desternillante y visionario que cambia de peli en peli y que es el gran clown del cine de fin de siglo. El portugués le dedicó tres películas (aunque podríamos incluir Va y viene, la última de Monteiro, y la única que se ha llegado a estrenar en España), la más famosa de las cuales tal vez sea La comedia de Deus, la del medio, aunque las tres son estupendas.
Veo que Intermedio, que tiene un catálogo de caerse de espaldas (!editar en España a Pedro Costa, Sokurov, Depardon, Garrel, van der Keuken o Chantal Akerman! por no hablar de Godard, Bresson o Rivette, no puede ser que ganen dinero), ha sacado un cofre con la trilogía más Va y viene, y creo recordar que en Francia salió uno con la integral de su obra. Como yo no veo pelis en dvd, colonizada que tengo la tele por mis hijos, me acerco a una sala siempre que me tropiezo con alguna proyección de sus películas, y si alguien no se ha iniciado todavía en el cine de este sorprendente director no hay mejor manera de hacerlo.

miércoles, 24 de diciembre de 2008

Elogio del blog

Mientras andaba encendiendo chimeneas de carbón por la campiña británica me mandaban artículos para que mi aterrizaje a mi regreso no fuera tan brusco. En uno de ellos Javier Marías contaba que, casi por primera vez en su vida, había entrado en internet y había visto la página web que lleva su nombre, y que se había dado una vuelta por blogs y foros, encontrando que "lo que más me ha desagradado es el frecuente tono insultante de los comentarios y el veneno que a menudo destilan. Amparados en el anonimato cobarde de los llamados nicks, no hay asunto que no les merezca a unos cuantos blogueros toda suerte de improperios. No veo que se discuta ni argumente apenas, sino que más bien se lanzan denuestos y groserías como en las tabernas más zafias. Hay en este mundo, o eso parece, una desproporcionada cantidad de odiadores, o llámenlos negativistas, resentidos, amargados, venados."
La verdad es que no sé qué blogs ha consultado Marías. Los que yo leo son de lo más civilizado, donde todo son saludos y agradeciemientos aún cuando se manifiesten opiniones contrarias. En general, lo que veo es que la gente quiere compartir experiencias valiosas o importantes, conocimientos interesantes que no suelen aparecer en los medios, u opiniones generalmente argumentadas. Imagino que para un periodista o un escritor debe de resultar desazonante ver que hay un espacio donde cualquiera puede aportar públicamente su opinión, en muchos casos más autorizada que la suya.
Por poner un ejemplo reciente, creo el acontecimientos cinematográfico del trimestre ha sido el ciclo de Oliveira en diversas Filmotecas. Lo poco que he leído en periódicos parece escrito por gente que no ha visto una peli del portugués en su vida, y no creo que ninguno de los críticos que han repetido los tópicos de siempre sobre Oliveira se hayan pasado por el cine Doré a reactualizar impresiones. Ha sido en la blogosfera donde hemos podido comentar lo que nos ha parecido Oliveira revisited.

Madoff


"Un gran pecado nacional, un pecado mucho mayor que la bebida: el hábito de respetar a los caballeros"
(Chesterton, Unos policías y una moraleja, incluido en Correr tras el propio sombrero)
"Acciones que tengan un beneficio garantizado no existen en ninguna parte del mundo. Para conseguir esa garantía tiene que darse alguna manipulación ilegal"
(Murakami, Al sur de la frontera, al oeste del Sol)
El grueso de la información sobre la estafa de Madoff me ha pillado en una mansión decimonónica cerca de Oxford y lejos de periódicos y televisiones, así que me he conformado a la vuelta con leer un resumen en El País. Lo más raro de todo me resulta la puesta en escena del escándalo: como en el relato de Borges, parece que lo que vemos está planificado de antemano (¡los hijos -que llevaban siglos trabajando en la firma- fueron los que denunciaron la estafa!). Todo el mundo se pregunta como pudieron picar avezados inversores, cuando es obvio que nadie más crédulo que un experto, tan confiado en sus conocimientos: mi suegra, que prácticamente no ha salida de un pueblo de Segovia en toda su vida, no hubiera metido dos euros en la empresa de este individuo, al que hubiera olido como estafador a los dos minutos.
Y luego parecería que los afectados están orgullosos de aparecer en los papeles: todavía veremos falsos pretendientes a estafados que no soportan la idea de que se conozca que su dinero fue rechazado (o no requerido) por tan alto personaje, con lo que diría que no hubo estafa: en realidad, todos esos supuestos damnificados pagaron para que un día se supiera que ellos sí fueron lo suficientemente importantes como para perder dinero de manos de tan impecable caballero.

Kipling/García May

Desgraciadamente para los potenciales lectores madrileños de esta entrada, es poco probable que queden localidades para las pocas representaciones que quedan en la sala infinitesimal del María Guerrero en que se representa El hombre que quiso ser rey, la maravillosa adaptación que García May ha hecho del célebre relato de Kipling El hombre que pudo reinar. Como compensación, se puede leer el cuento en la recopilación que acaba de publicar El Acantilado (y hay otra también aparecida recientemente en Sexto Piso), que es lo que he hecho yo, o verse la conocida película de Houston, que como yo vi de adolescente se quedará fuera de este escrito, ya que no recuerdo casi nada de ella.
Hay que decir que lo de García May es una verdadera adaptación: la historia es perfectamente reconocible, pero introduce bastantes variaciones, algunas de índole práctica (el texto se presta más a una superproducción plagada de extras y paisajes espectaculares que a una represntación de cámara con sólo dos actores, aunque le sale tan bien que no se nota el esfuerzo) y otras de contenido: elementos clave del texto teatral no están en el cuento original, como el mito de El Dorado.
A lo que asistimos es a la narración oral de uno de los protagonistas de una gesta suicida, la de dos outsiders del imperio británico que se meten en territorios inexplorados de Afganistán con la intención de hacerse con un reino, que en el teatro nos la cuentan a los espectadores y en el libro a un periodista. Los personajes (unos Kurtz en potencia) están basados en historias reales, y hace poco salió a la luz su versión hispana, un gallego (por supuesto) que acabó de rey por el Amazonas.
Y como hay gente que tal vez no conozca la historia lo dejo aquí, por si alguien se tropieza con una representación en gira por España o se lee el cuento sin saber como acaba, que no es desdeñable el gozo de descubrir por primera vez una aventura apasionante.

Hamlet en el María Guerrero


Varios amigos me han comentado que no tienen ningún interés en ir a ver el Hamlet dirigido y protagonizado por Juan Diego Botto (también Susana se negó a acercarse al Valle Inclán a ver el Urtain "contaminado" por Animalario) por prejuicios contra el joven actor. Como yo a Botto creo haberlo visto en sólo una o dos películas hace años, y no lo conozco de nada, no tengo especial inquina contra él, bueno, ni especial ni de ningún tipo. No es un actor para caerse de espaldas, desde luego, pero da bien como Hamlet, y las elecciones para la puesta en escena me parecen inteligentes y humildes: no pretende hacer el shakespeare definitivo, ni se toma por más listo que sus predecesores, y se pone al servicio de la obra y no al revés. Apuesta por una fluidez casi cinematográfica, quizás pensando en el público de instituto que da la impresión que compone diariamente la mitad del aforo, adolescentes que en su mayoría no conocen la trama. Por lo visto ayer, acierta, dado que nadie se movía en el patio de butacas. Botto (y Borja Ortiz) utiliza la versión de Moratín, en la que aligera monólogos y condensa escenas. El resultado es un digest eficaz aunque, como decía alguien a la salida del teatro, algo parecía haberse perdido en el camino.
La adaptación no pretende descubrir Mediterráneos; contando con las infinitas lecturas que ha propiciado, Botto se centra en la descomposición política paulatina del reino (la amenaza exterior está más acentuada de lo que suele ser habitual) y en el viscoso entramado de pulsiones incestuosas que afloran por todas partes (diría que tomando como modelo La caída de los dioses viscontiana). Las partes de comedia son divertidas y sale bien parada la fraseología más trágica, aunque esa obsesión por no aburrir le dé cierta pátina uniforme al conjunto, en favor de la continuidad narrativa. Curiosamente, el concentrado pone en evidencia las debilidades de la obra: nunca me ha convencido la parte de Ofelia (si bien en estos casos siempre pienso que es probable que las limitaciones sean mías y no del texto).
Resumiendo: una excelente manera de iniciarse en Hamlet (y en todo el universo de Shakespeare) y un montaje tal vez prescindible para los habituales del escritor teatral.

lunes, 22 de diciembre de 2008

El intercambio


Por lo que he visto el lobby cahierista, habitual incondicional de Eastwood, ha decidido que ésta no mola, así que me acerqué con simpatía a los Renoir a vérmela. Y hay que decir que aunque se ve muy bien, resulta una película insuficiente: aún siendo mucho mejor que casi todo lo que se rueda hoy en día, está por debajo de las posibilidades que el propio film abre: por poner un ejemplo, la cosa ganaría si realmente el espectador pudiera pensar que Anjelina Jolie es probable que se esté volviendo loca. En varios momentos se abren encruncijadas que habitualmente se cierran de la manera más convencional (por ejemplo, esa estupendamente planteada secuencia en que tres agentes amenazadores obligan a un niño a desenterrar una tumba), aunque también nos encontramos con apuestas arriesgadas que salen bien, como la extraña (a priori) elección de John Malkovich para interpretar al radiopredicador que apoya a la Sra. Collins en su cruzada: la suavidad empalagosa y filogay de su actuación dota de un aura inquietante a un personaje que sin él sería bastante banal. Y es que El intercambio podría haber sido una gran película sobre la pulsión femenina desatada en ausencia de un orden fálico (que aquí sólo se insinúa al final, en el intercambio de miradas con el agente que descubre los asesinatos): los dos hombres que están del lado de la prota son marcadamente poco viriles, el citado Malkovich y el jefe con pinta de apacible eunuco. Al final, Eastwood se ha conformado con hacer un buen film épico sobre la ética de la democracia (lejos de la obra maestra absoluta del género, El hombre que mató a Liberty Valance; a pesar de cierta dureza aquí la referencia es Capra antes que Ford)

viernes, 12 de diciembre de 2008

Garrel en La Casa Encendida


Supongo que a estas alturas todo el mundo sabe que este finde pasan La frontera del alba en la incómoda e ineludible sala de La Casa Encendida. Yo me la vi en la Grande Lumiere de Cannes, información que comparto, como es fácil imaginar, con la exclusiva intencion de tirarme el rollo y concitar envidias, aunque a la postre lo único que vale es la experiencia de ver la peli, sea donde sea. Garrel solía estrenar en Venecia, y la peli no fue muy bien recibida en la Riviera. Como ya escribí en su día, le primera parte me parece maravillosa, y la vertiente fantasmática hacia la que deriva en su segunda mitad falla bastante, pero podremos comentarlo en la blogosfera.
En realidad, lo que me apetecía contar es que Garrel apareció por Sanse para presentar esta película (el año pasado también vino para acompañar el extraordinario ciclo que se le dedicó), y contra todo pronóstico se acercó a los encuentros Zabaltegui el primer día, para estupor del presentador Juan M. Zavala, al que se lo confirmaron unos minutos antes de que empezaran, y mío, que me tropecé con él de improviso. Hay que decir que Garrel habla por los codos: le pones un micro, le preguntas sobre cine y te suelta respuestas de diez minutos. De hecho, no de entrevistas a las teles porque no entiende una charla de menos de media hora. Pero lo que nos dejó alucinados tanto a Zavala como a mí fue la absolutamente impresionante belleza que le acompañaba, una morena con pinta de peligrosa que le sacaba medio metro de altura y con unas piernas infinitas. Garrel habló de su cine, de los actores, del trabajo del director, de los cineastas actuales que le gustan (Carax, Desplechin), de Godard, y me quedé con las ganas de saber si es cierto que sólo rueda una toma de cada plano, como leí en una entrevista, pero la pregunta que nunca nos atreveremos a hacer es como se hace para ligar con semejante mujer con la pinta de homeless que se gasta.

martes, 9 de diciembre de 2008

Indiana Jones

Ayer por la tarde, tras regresar del pueblo con la familia, alquilé en el último videoclub que queda abierto en el barrio la película de Indiana Jones que se estrenó este año, la de la calavera de cristal. A mí no me llama la atención la serie; la vi en su momento, cuando se estrenó, y siempre me pareció que carecía de auténtico espíritu de relato de aventuras: algo no funcionaba en el perfecto mecanismo ideado por Spielberg y Lucas. A ésta se le podría echar en cara lo mismo, pero por otro lado varios factores juegan a su favor: si Indiana Jones fue el héroe dominante en el fin de siecle (a pachas con la saga de La guerra de las galaxias, que lleva camino de convertirse en el primer texto sagrado audiovisual de la historia de la humanidad), hoy milita (conscientemente) en el campo glorioso de la Contrarreforma: aunque inevitablemente contaminado por los aires digitales que nos invaden, Spielberg se muestra (aquí) tozudamente fiel a los decorados de cartón-piedra y a una elegante puesta en escena a base de elaborados movimientos de cámara: nada de la rifa aleatoria de planos a la que nos ha acostumbrado el villano de bruckheimer.

Y si políticamente siempre se consideró a los malos de Indiana (antaño nazis, en ésta estalinistas en los estertores del tirano) a la altura de un tebeo, tal vez la valoración se debiera más a las insuficiencias teóricas de la crítica que a Spielberg, que en su espléndida Munich se descolgó con un apasionate fresco cosmogónico donde todo el mundo vio un canto al Mossad. Indiana emerge finalmente como un héroe del judeocristianismo que tiene que hacer frente a las terribles fuerzas neopaganas, prestas siempre a despertar fuerzas telúricas que acaben con el logos occidental, y tal vez no sea tan ingenuo recordar como Hitler & Cía se pirraban por astrólogos y ocultistas, y como Stalin siempre fue supersticioso y proclive a la charlatanería científica.
Indiana es claramente la fantasía del empollón de la clase, el estudioso que atesora los conocimientos acumulados por siglos de historia pero presto a salvar al mundo de los aprendices de mago que amenazan nuestras libertades. En este Indiana post 11-S una sorprendente y extraordiaria secuencia nos indica que el mundo decimonónico de cultura victoriana (esos profesores con pajarita!) ha desaparecido para siempre: en un escenario alucinado, Indiana llega a un pueblo típico norteamericano habitado por marionetas que parodian el prototipo de familia burguesa. Segundos después de la llegada del héroe, ese universo es completamente arrasado por una explosión nuclear.
Es curioso comparar Indiana con Bourne, ese extraño héroe al que se le ha extirpado toda subjetividad, y en su lugar se han almacenado todos los códigos objetivos de la tierra (todos los horaros de trenes del mundo, todos los teléfonos de las policías de cada país, todos los planos de metro, toda la cacharrería informática). En la útima secuencia, el viento trae el sombrero (la identidad Hyke) de Indiana a los pies de su hijo, pero el padre se niega a que se lo quede: ¿algo falla en la transmisión simbólica?¿no está el hijo preparado todavía para la tarea? Probablemente Spielberg no quiera renunciar, todavía, al que sorprendentemente ha resultado ser su personaje más querido.

Lecturas paralelas

"Todo lo que se había amontonado en el alma del juez durante el día (...) salió como un torrente y cayó sobre el carcelero, al que despidió con estas palabras:
- ¡Eres el rey de los cretinos!
Claro está que el carcelero no se merecía el honorífico título de rey, y en lugar de alegrarse, parecía que aquella honra no le acababa de convencer. En cuanto estuvo fuera del despacho, endosó unas cuantas patadas a un prisionero encargado de la limpieza del pasillo.
Por lo que respecta a Svejk, el carcelero decidió que había de pasar todavía otra noche en la cárcel militar "para que pudiera divertirse un poco más"."
(Las aventuras del buen soldado Svejk, Jaroslav Hasek)
"Hacer daño al prójimo es recibir algo de él. ¿Qué? ¿Qué se gana (y qué habrá que pagar a cambio) cuándo se hace daño? Sale uno crecido. Sale un más ancho. Ha colmado dentro de sí un vacío al crearlo en el otro.
Poder hacr daño al otro impunemente -por ejemplo, descargando sus iras sobre un inferior que esté obligado a no replicar- es ahorrarse un gasto de energía, gasto que el otro debe asumir. Lo mismo que en la satisfacción ilícita de un deseo cualquiera. La energía que se economiza de esta manera se degrada enseguida."
(La gravedad y la gracia, Simone Weil)

lunes, 8 de diciembre de 2008

Simone Weil

Las necesidades del alma: la responasabilidad

La iniciativa y la responsabilidad, la sensación de ser útil, e incluso indispensable, son necesidades vitales del alma humana.
La satisfacción de responsabilidad exige que un hombre tome con frecuencia decisiones en los problemas, grandes o pequeños, que afectan a intereses que no son los suyos propios, pero con los que se siente comprometido. También es necesario que tenga que aportar su esfuerzo continuamente. Por último, debe poder abarcar intelectualmente la obra entera de la colectividad de la que es miembro, incluidos los ámbitos en los que nunca tiene decisión que tomar o consejo que dar. Para ello es indispensable que se le dé a conocer esa obra, que se le exija tomar interés, que se le haga percibir su valor, su utilidad y, llegado el caso, su grandeza; y que se le haga comprender claramente el papel que desempeña en ella.

Las aventuras del buen soldado Svejk


Ladrones también tiene que haber -dijo Svejk tumbándose sobre el colchón-. Si todo el mundo tuviera buenas intenciones, pronto los hombres se matarían unos a otros.


De este clásico centroeuropeo había una edición en Destino, y a ésta que manejo de Galaxia Gutemberg se suma una anunciada en El acantilado (entre cuyas especialidades está, precisamente, esa literatura de la Mitteleuropa de entreguerras que lleva una década tan de moda).
El protagonista absoluto es Svejk, un sanchopanza checo cuya fuerza subversiva reside en tomarse al pie de la letra la gastadísima retórica del Imperio Austro-húngaro cuando se éste abalanzaba con entusiasmo a su fin. En las cien primeras páginas el bueno de Svejk tiene todo tipo de encontronazos con las autoridades imperiales precisamente por la inocencia con que les devuelve en espejo sus discursos: es negando el sustrato obsceno que acompaña a toda retórica por parte del poder como se pone mejor de manifiesto su vacuidad. Así Svejk acaba paseándose por todo tipo de prisiones civiles y militares por el simple hecho de dar vivas al emperador cuando se acerca a alistarse, y su suerte mejora al fingir cinismo cuando las lágrimas afloran por un discurso de un capellán.
Y de esta estructura de la Ley parece que no hemos escapado: cuanto más ampulosa la palabra que la defiende, más seguros estamos de que es un farsante quién la enuncia.

domingo, 7 de diciembre de 2008

Simone Weil

Las necesidades del alma: la obediencia

La obediencia es una necesidad vital del alma humana. Es de dos tipos: obediencia a las reglas establecidas y obediencia a los seres humanos vistos como jefes. Implica el consentimiento, no a cada una de las órdenes recibidas, sino de una vez para siempre, con la única salvedad llegado el caso de las exigencias de la conciencia.
Por ser la obediencia un alimento necesario del alma, quien esté definitivamente privado de ella es un enfermo. Así, toda colectividad regida por un jefe soberano no responsable ante nadie se halla en manos de un enfermo.
Quienes someten a las masas humanas por la violencia y la crueldad las privan a un tiempo de dos alimentos vitales: la libertad y la obediencia. Miles de signos muestran que lo hombres de nuestra época están desde hace tiempo hambrientos de obediencia. Pero se ha aprovechado la ocasión para darles la esclavitud.

sábado, 6 de diciembre de 2008

V de Vendetta


El principal problema de V de Vendetta, desde mi punto de vista, es que resulta algo deslavazada en su estructura narrativa, y que lo mejor con diferencia del cómic es la primera parte, donde se presenta al magnético protagonista y lleva a cabo la venganza del título. A partir de ahí uno tiene la impresión de que se estira la narración por las razones que sean, ya sea el éxito de la serie o la sensación que tuvieran los autores de tener algo importante entre las manos.
V de Vendetta presenta una distopía muy convincente, una sociedad post apocalíptica de corte totalitario que aúna la manipulación de masas del nazismo con los sistemas de control social de la Stasi. Los eslóganes ampulosos acerca de la pureza conviven con su reverso obsceno, una invitación a la transgresión en la que participan casi todos los cuadros burocráticos.
Entramos en la narración a través del personaje de Evey, una adolescente proletaria que está a punto de ser violada por unos policías cuando es rescatada por V, el héroe ambiguo que va siempre con el rostro oculto tras una máscara de perenne sonrisa. V lleva a cabo una venganza calculadísima, y pertenece a esos personajes aparentemente omnipotentes que pueblan el imaginario de la literatura popular, una puesta al día del Fantasma de la Ópera, por poner un ejemplo. Y mientras va cargándose burócratas aprovecha para iniciar a su pupila mediante pruebas y acertijos. Una vez consumada la venganza Evey es abandonada por V, lo que distrae un tanto de la trama. Tiene un affaire que acaba mal, y acaba volviendo al lado de su mentor para completar su educación antes de que se cierre la obra, que según avanza se va volviendo más manierista (esa rebuscadísima secuencia de los interrogatorios!) y pretenciosa, con V soltando a todas horas adivinanzas, citas y aforismos hasta sacar de quicio a su discípula y al lector.
En cualquier caso, se solventa con elegancia el problema que se plantea siempre al tener que dar explicaciones de las habilidades casi sobrenaturales de un personaje, mediante el recurso de contar un poco sí y un poco no, y el charco en que acaban metiéndose Alan Moore & Cia con tanto personaje es resuelto con inteligencia, siguiendo el ejemplo de Shakerpeare, con un progresivo e inevitable baño de sangre.
No he visto la película, pero tengo curiosidad por ver si evita esos defectos del original, debidos probablemente a que en un principio V se publicó por entregas.

Simone Weil

Las necesidades del alma: la libertad

"Un alimento indispensable para el alma humana es la libertad. En sentido estricto consiste en la posibilidad de elección. Donde hay vida en común resulta inevitable que las reglas impuestas por la utilidad común limiten la elección. Las reglas deben ser suficientemente estables, poco numerosas y lo bastante generales para que el pensamiento pueda asimilarlas de una vez por todas y no tope con ellas cada vez que haya que tomar una decisión.
Cuando las posibilidades de elección son tan amplias que resultan nocivas para la utilidad común los hombres no disfrutan de la libertad. O se refugian en la irresponsabilidad, la puerilidad o la indiferencia, donde sólo hayan tedio, o se sienten continuamente abrumados de responsabilidad por temor a perjudicar a los demás. En este caso, creyendo erróneamente que poseen la libertad, y sintiendo que no gozan de ella, llegana pensar que la libertad no es un bien."
Aunque parezca increíble, Echar raíces es un texto pensado para llevar a la práctica, por lo menos desde el punto de vista de su autora: probablemente a ninguno de sus colegas en los despachos en la Francia Libre del Londres de la Segunda Guerra Mundial se le pasaba por la cabeza que de la alucinada cabeza de Simone Weil pudiera salir algo factible para la organización política real de la Francia posocupada, pero en algo había que tenerla entretenida para que se olvidara de sus delirios de pasar al continente para unirse a la Resistencia, donde vista su proverbial torpeza (demostrada en la Guerra Civil Española: se echó una sartén con aceite hirviedo por encima al poco de unirse a una columna anarquista) poco iba a poder aportar.
El caso es que para cuando terminaba el texto ya era consciente de que a nadie le interesaba y de que iba a morir pronto por culpa de la tuberculosis, agravada por lo que hoy se llamaría anorexia galopante y ella consideraba la obligación moral de alimentarse con la misma ración de que disponían los franceses del continente, con lo que la Weil se desmelena componiendo algo así como un tratado de política mística tan desconcertante como luminoso. Según se cuenta en la introducción de la edición de Trotta (que ha venido publicando desde principio de los noventa prácticamente toda su obra), la división en capítulos y el nombre de los epígrafes son obra de Camus, primer y entusiasta editor sistemático de los escritos (en su mayoría cartas y apuntes no pensados para la publicación) de SW.

viernes, 5 de diciembre de 2008

Simone Weil



“La noción de obligación prima sobre la de derecho, que está subordinada a ella. Un derecho no es eficaz por sí mismo, sino sólo por la obligación que le corresponde. El cumplimiento efectivo de un derecho no depende de quien lo posee, sino de los demás hombres, que se sienten obligados a algo hacia él. La obligación es eficaz desde el momento en que queda establecida. Pero una obligación no reconocida por nadie no pierde un ápice de la plenitud de su ser. Un derecho no reconocido por nadie no es gran cosa.”

Las necesidades del alma: el orden

La primera necesidad del alma humana, la más próxima a su destino universal, es el orden: un tejido de relaciones sociales tal que nadie se vea forzado a violar obligaciones rigurosas para cumplir otras obligaciones. Únicamente en este caso el alma sufre violencia espiritual por parte de las circunstancias exteriores. Pues quien deja de cumplir una obligación sólo por amenaza de muerte o de sufrimiento puede desinteresarse de ello y sólo su cuerpo quedará lastimado. Pero a quién las circunstancias le hagan incompatible los actos prescritos por varias obligaciones estrictas, ése, sin que tenga la posibilidad de defenderse, quedará herido en su amor al bien.(

(Echar raíces, Simone Weil)

miércoles, 3 de diciembre de 2008

Ramón Casas en Montserrat

Me he acercado a la exposición del BBVA, y me quedo con los cuadros de Ramón Casas, un pintor que cada vez me gusta más. En estos dos cuadros la modelo es Madelene Boisguillaume, de la que estoy persiguiendo trabajosamente información en la web (también posó para Rusiñol y Tolouse Lautrec).

Los peligros morales de la altura


Conocí a un hombre que empezó orando con los demás ante el altar, pero que se fue aficionando a rezar en sitios altos y solitarios, rincones y nichos del campanario o la torre. Y en cierta ocasión, en uno de esos sitios vertiginosos, desde los que el mundo entero parecía girar a sus pies como una rueda, su cerebro también empezó a dar vueltas y llegó a creerse Dios. De modo que, aunque era una buena persona, cometió un crimen terrible (…). Pensó que dependía de él juzgar al mundo y castigar al pecador. Si hubiese estado arrodillado en el suelo con los demás, jamás se le habría ocurrido tal cosa, pero vio a los hombres paseándose como insectos.”

(El martillo de Dios, Chesterton)

Estoy convencido de que la celebérrima secuencia de El tercer hombre en el que Orson Welles y Joseph Cotten conversan en lo alto mientras miran hacia el suelo y comparan a los viandantes con insectos y cucarachas viene de este párrafo (Graham Greene y Evelyn Waugh forman con Chesterton una peculiar tripleta de escritores católico/ingleses). Todos los místicos advierten de que el mayor peligro que acecha al santo en su camino de perfección es el del orgullo espiritual; y Chesterton no sólo desconfiaba de los integristas religiosos sino hasta de los abstemios y los filántropos profesionales.

Sirva como ejemplo del enunciado de esta entrada (cambiando de tema) la arrogante actitud del merluzo de Sebastián Álvaro, convencido de que la televisión ha existido para pagarle sus absurdos paseos por inhumanos y desiertos picachos.

martes, 2 de diciembre de 2008

Un flaneur por Madrid: el Panteón de hombres ilustres



Instado por mi asesora urbanística, me acerqué a ver el Panteón de Hombres Ilustres, un edificio madrileño poco conocido, una idea típicamente decimonónica con una resolución tópicamente española: la idea de crear un panteón de españoles egregios tardó décadas en llevarse a la práctica, por el camino se descubrió que no había constancia de donde reposaban los restos de figuras de la cultura española tan “marginales” como Cervantes, Velásquez o Lope de Vega, y tras varias vueltas la obra quedó inconclusa por falta de presupuesto, y abandonada al olvido hasta su reciente restauración por Patrimonio Nacional, lo que no ha impedido que el sitio esté desangelado, con unos monumentos dedicados a políticos del XIX soltados en medio de un claustro a medio terminar. Es dudoso que a ningún político de nuestros días le apetezca reposar ahí, bajo un panteón diseñado por Barceló, pongo por caso, aunque igual Gallardón se apunta, eso sí, previo engrandecimiento del edificio, claro.

Lo más fuerte es este Cristo que aparece en el panteón de Canalejas (que fue asesinado, por si alguien no lo sabe). Resulta súper moderno, con esa pinta de holograma a punto de formarse de la piedra, pero todavía sin concretar (aparte del peculiar aire a lo Marylin Mason que tiene).


La escultura de Canalejas (y la de Sagasti y la de Eduardo Dato) es de Benlluire. El referente icónico obvio es el descendimiento de la cruz, aunque tiene su punto el que se lleve a cabo por estos despelotados macizos que parecen sacados del realismo socialista.


En el grupo escultórico dedicado a Sagasta (con una inscripción que reza: A Sagasta, los liberales, que en seguida he pensado en Espe) aparece este obrero inverosímil a los pies del prócer de la patria (por eso del equilibrio también hay un panteón dedicado a Cánovas, con quién se turnaba el puesto de Presidente del Consejo de Ministros), con esta pinta de ensimismado, y el brazo apoyado en un libro que según la leyenda que hay en el edificio son unos evangelios. Y eso que, a la cabeza del difunto, tenemos a una maciza en pelotas, con la peregrina excusa de que es una alegoría de la historia y bla, bla, bla.

Diario (sillones)

Un día en que fui incapaz de encontrar un espacio para leer en casa dije que hasta ahí habíamos llegado, que no podía ser que llevara siglos trabajando y que no pudiera sentarme razonablemente cómodo al volver del curro, así que al día siguiente me fui a una tienda de muebles de mi barrio y me compré estos dos sillones (en un principio sólo iba a ser uno, pero mi magnanimidad hizo que quisiera compartir este lujo con algún miembro lector de la familia).
Los sillones fueron rápidamente colonizados por mis hijos, con el inconveniente de que, al ser tres los vástagos y dos los sillones, a veces se producen cruentas batallas por su ocupación. Los usan para todo, para leer, para estudiar, para ver la tele, oír la radio, jugar a la wii e incluso escribir en el ordenador (lo normal es que hagan al menos tres de estas actividades al mismo tiempo).
Esto me ha dado ideas para proponer sesudas y complejas teorías sociológicas sobre la paternidad y los hábitos de lectura, pero en algún momento he perdido el hilo, con lo que probablemente me conforme con participar como parte beligerante en las encarnizadas luchas fraternas por el trono.

Maritoñis



Este finde me he subido de Granada unos paquetes de Maritoñis para iniciar al resto del blog en el consumo de este popular dulce granadino. En realidad es bollería industrial, y lleva décadas en el mercado (recuerdo que hace más treinta años mi abuela me daba una todas las tardes para merendar, junto a un batido de fresa de Puleva), pero por ignotas razones mercantiles nunca ha traspasado las fronteras de la provincia: Mercedes es de Jaén y no las conocía. En alguna mantequería pija de Madrid las he visto anunciadas, pero ya digo que en Granada es algo de andar por casa, cada una cuesta menos de medio euro. Tan “proletaria” resulta que descubrí que las hijas de mi prima, por debajo de los cinco años, no las conocían: al ser sus padres profesores universitarios imagino que se han pasado el desayuno nacionalista y saludable políticamente correcto, o sea, la tostada con aceite. Y es que a Mercedes no le hizo falta echar un vistazo a la lista de ingredientes para adivinar que aquello era una bomba de grasas y calorías (tiene manteca y margarina, además de la inevitable lista de conservantes y emulgentes), y Susana opinó que era apto para alimento de aguerridos campesinos en el duro invierno antes de enfrentarse a las duras jornadas agrícolas.