Varios amigos me han comentado que no tienen ningún interés en ir a ver el Hamlet dirigido y protagonizado por Juan Diego Botto (también Susana se negó a acercarse al Valle Inclán a ver el Urtain "contaminado" por Animalario) por prejuicios contra el joven actor. Como yo a Botto creo haberlo visto en sólo una o dos películas hace años, y no lo conozco de nada, no tengo especial inquina contra él, bueno, ni especial ni de ningún tipo. No es un actor para caerse de espaldas, desde luego, pero da bien como Hamlet, y las elecciones para la puesta en escena me parecen inteligentes y humildes: no pretende hacer el shakespeare definitivo, ni se toma por más listo que sus predecesores, y se pone al servicio de la obra y no al revés. Apuesta por una fluidez casi cinematográfica, quizás pensando en el público de instituto que da la impresión que compone diariamente la mitad del aforo, adolescentes que en su mayoría no conocen la trama. Por lo visto ayer, acierta, dado que nadie se movía en el patio de butacas. Botto (y Borja Ortiz) utiliza la versión de Moratín, en la que aligera monólogos y condensa escenas. El resultado es un digest eficaz aunque, como decía alguien a la salida del teatro, algo parecía haberse perdido en el camino.
La adaptación no pretende descubrir Mediterráneos; contando con las infinitas lecturas que ha propiciado, Botto se centra en la descomposición política paulatina del reino (la amenaza exterior está más acentuada de lo que suele ser habitual) y en el viscoso entramado de pulsiones incestuosas que afloran por todas partes (diría que tomando como modelo La caída de los dioses viscontiana). Las partes de comedia son divertidas y sale bien parada la fraseología más trágica, aunque esa obsesión por no aburrir le dé cierta pátina uniforme al conjunto, en favor de la continuidad narrativa. Curiosamente, el concentrado pone en evidencia las debilidades de la obra: nunca me ha convencido la parte de Ofelia (si bien en estos casos siempre pienso que es probable que las limitaciones sean mías y no del texto).
Resumiendo: una excelente manera de iniciarse en Hamlet (y en todo el universo de Shakespeare) y un montaje tal vez prescindible para los habituales del escritor teatral.
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