sábado, 27 de diciembre de 2008

Un dios salvaje


Otro de los rituales navideños infaltables es la salida tribal de toda la familia a ver una obra de teatro, y este año elegimos la de Yasmina Reza que arrasa en el Alcázar, Un dios salvaje, con ese elenco femenino tan mediático. A la espera que estuvimos en internet a que salieran las entradas del día elegido a la venta, porque como es habitual la sala estaba a reventar. Iba muy ilusionado (no había visto Arte, pero algo había leído de la Reza), pero la obra me pareció un rollo, aunque tuviera gags divertidos. No entiendo que se machacara tanto las escenas matrimoniales de José Luis Moreno para aclamar este conjunto de tópicos acerca de las tensiones que anidan en todo matrimonio, y lo preparado que está el ser humano para convertirse en un despiadado agresor de su prójimo. Los chistes son previsibles, y no hay verdadera progresión: parece que cada escena no es más que un vehículo para montar algún número eficaz (la platea se rio continuiamente), sin que se entienda en muchos casos la reacción de los personajes, interpretados en clave, también, de histrionismo televisivo.

viernes, 26 de diciembre de 2008

Monteiro este finde en la Filmoteca

Una acrisolada tradición familiar hace que el día de Navidad todos los hermanos nos vayamos al cine a ver una película consensuada entre todos, aunque este año, quemados los cartuchos de El intercambio y My blueberry nights puesto que casi todos las habíamos visto, y desinflado el interés por el James Bond y por Spirit, yo me retiré a mi casa y me salté el rito familiar, y es que la cartelera está muy aburrida.
Afotunadamente, este domingo ponen en la filmo Recuerdos de la casa amarilla, primera película que Monteiro dedicó a Joao de Deus, ese erotómano impotente, demente, desternillante y visionario que cambia de peli en peli y que es el gran clown del cine de fin de siglo. El portugués le dedicó tres películas (aunque podríamos incluir Va y viene, la última de Monteiro, y la única que se ha llegado a estrenar en España), la más famosa de las cuales tal vez sea La comedia de Deus, la del medio, aunque las tres son estupendas.
Veo que Intermedio, que tiene un catálogo de caerse de espaldas (!editar en España a Pedro Costa, Sokurov, Depardon, Garrel, van der Keuken o Chantal Akerman! por no hablar de Godard, Bresson o Rivette, no puede ser que ganen dinero), ha sacado un cofre con la trilogía más Va y viene, y creo recordar que en Francia salió uno con la integral de su obra. Como yo no veo pelis en dvd, colonizada que tengo la tele por mis hijos, me acerco a una sala siempre que me tropiezo con alguna proyección de sus películas, y si alguien no se ha iniciado todavía en el cine de este sorprendente director no hay mejor manera de hacerlo.

miércoles, 24 de diciembre de 2008

Elogio del blog

Mientras andaba encendiendo chimeneas de carbón por la campiña británica me mandaban artículos para que mi aterrizaje a mi regreso no fuera tan brusco. En uno de ellos Javier Marías contaba que, casi por primera vez en su vida, había entrado en internet y había visto la página web que lleva su nombre, y que se había dado una vuelta por blogs y foros, encontrando que "lo que más me ha desagradado es el frecuente tono insultante de los comentarios y el veneno que a menudo destilan. Amparados en el anonimato cobarde de los llamados nicks, no hay asunto que no les merezca a unos cuantos blogueros toda suerte de improperios. No veo que se discuta ni argumente apenas, sino que más bien se lanzan denuestos y groserías como en las tabernas más zafias. Hay en este mundo, o eso parece, una desproporcionada cantidad de odiadores, o llámenlos negativistas, resentidos, amargados, venados."
La verdad es que no sé qué blogs ha consultado Marías. Los que yo leo son de lo más civilizado, donde todo son saludos y agradeciemientos aún cuando se manifiesten opiniones contrarias. En general, lo que veo es que la gente quiere compartir experiencias valiosas o importantes, conocimientos interesantes que no suelen aparecer en los medios, u opiniones generalmente argumentadas. Imagino que para un periodista o un escritor debe de resultar desazonante ver que hay un espacio donde cualquiera puede aportar públicamente su opinión, en muchos casos más autorizada que la suya.
Por poner un ejemplo reciente, creo el acontecimientos cinematográfico del trimestre ha sido el ciclo de Oliveira en diversas Filmotecas. Lo poco que he leído en periódicos parece escrito por gente que no ha visto una peli del portugués en su vida, y no creo que ninguno de los críticos que han repetido los tópicos de siempre sobre Oliveira se hayan pasado por el cine Doré a reactualizar impresiones. Ha sido en la blogosfera donde hemos podido comentar lo que nos ha parecido Oliveira revisited.

Madoff


"Un gran pecado nacional, un pecado mucho mayor que la bebida: el hábito de respetar a los caballeros"
(Chesterton, Unos policías y una moraleja, incluido en Correr tras el propio sombrero)
"Acciones que tengan un beneficio garantizado no existen en ninguna parte del mundo. Para conseguir esa garantía tiene que darse alguna manipulación ilegal"
(Murakami, Al sur de la frontera, al oeste del Sol)
El grueso de la información sobre la estafa de Madoff me ha pillado en una mansión decimonónica cerca de Oxford y lejos de periódicos y televisiones, así que me he conformado a la vuelta con leer un resumen en El País. Lo más raro de todo me resulta la puesta en escena del escándalo: como en el relato de Borges, parece que lo que vemos está planificado de antemano (¡los hijos -que llevaban siglos trabajando en la firma- fueron los que denunciaron la estafa!). Todo el mundo se pregunta como pudieron picar avezados inversores, cuando es obvio que nadie más crédulo que un experto, tan confiado en sus conocimientos: mi suegra, que prácticamente no ha salida de un pueblo de Segovia en toda su vida, no hubiera metido dos euros en la empresa de este individuo, al que hubiera olido como estafador a los dos minutos.
Y luego parecería que los afectados están orgullosos de aparecer en los papeles: todavía veremos falsos pretendientes a estafados que no soportan la idea de que se conozca que su dinero fue rechazado (o no requerido) por tan alto personaje, con lo que diría que no hubo estafa: en realidad, todos esos supuestos damnificados pagaron para que un día se supiera que ellos sí fueron lo suficientemente importantes como para perder dinero de manos de tan impecable caballero.

Kipling/García May

Desgraciadamente para los potenciales lectores madrileños de esta entrada, es poco probable que queden localidades para las pocas representaciones que quedan en la sala infinitesimal del María Guerrero en que se representa El hombre que quiso ser rey, la maravillosa adaptación que García May ha hecho del célebre relato de Kipling El hombre que pudo reinar. Como compensación, se puede leer el cuento en la recopilación que acaba de publicar El Acantilado (y hay otra también aparecida recientemente en Sexto Piso), que es lo que he hecho yo, o verse la conocida película de Houston, que como yo vi de adolescente se quedará fuera de este escrito, ya que no recuerdo casi nada de ella.
Hay que decir que lo de García May es una verdadera adaptación: la historia es perfectamente reconocible, pero introduce bastantes variaciones, algunas de índole práctica (el texto se presta más a una superproducción plagada de extras y paisajes espectaculares que a una represntación de cámara con sólo dos actores, aunque le sale tan bien que no se nota el esfuerzo) y otras de contenido: elementos clave del texto teatral no están en el cuento original, como el mito de El Dorado.
A lo que asistimos es a la narración oral de uno de los protagonistas de una gesta suicida, la de dos outsiders del imperio británico que se meten en territorios inexplorados de Afganistán con la intención de hacerse con un reino, que en el teatro nos la cuentan a los espectadores y en el libro a un periodista. Los personajes (unos Kurtz en potencia) están basados en historias reales, y hace poco salió a la luz su versión hispana, un gallego (por supuesto) que acabó de rey por el Amazonas.
Y como hay gente que tal vez no conozca la historia lo dejo aquí, por si alguien se tropieza con una representación en gira por España o se lee el cuento sin saber como acaba, que no es desdeñable el gozo de descubrir por primera vez una aventura apasionante.

Hamlet en el María Guerrero


Varios amigos me han comentado que no tienen ningún interés en ir a ver el Hamlet dirigido y protagonizado por Juan Diego Botto (también Susana se negó a acercarse al Valle Inclán a ver el Urtain "contaminado" por Animalario) por prejuicios contra el joven actor. Como yo a Botto creo haberlo visto en sólo una o dos películas hace años, y no lo conozco de nada, no tengo especial inquina contra él, bueno, ni especial ni de ningún tipo. No es un actor para caerse de espaldas, desde luego, pero da bien como Hamlet, y las elecciones para la puesta en escena me parecen inteligentes y humildes: no pretende hacer el shakespeare definitivo, ni se toma por más listo que sus predecesores, y se pone al servicio de la obra y no al revés. Apuesta por una fluidez casi cinematográfica, quizás pensando en el público de instituto que da la impresión que compone diariamente la mitad del aforo, adolescentes que en su mayoría no conocen la trama. Por lo visto ayer, acierta, dado que nadie se movía en el patio de butacas. Botto (y Borja Ortiz) utiliza la versión de Moratín, en la que aligera monólogos y condensa escenas. El resultado es un digest eficaz aunque, como decía alguien a la salida del teatro, algo parecía haberse perdido en el camino.
La adaptación no pretende descubrir Mediterráneos; contando con las infinitas lecturas que ha propiciado, Botto se centra en la descomposición política paulatina del reino (la amenaza exterior está más acentuada de lo que suele ser habitual) y en el viscoso entramado de pulsiones incestuosas que afloran por todas partes (diría que tomando como modelo La caída de los dioses viscontiana). Las partes de comedia son divertidas y sale bien parada la fraseología más trágica, aunque esa obsesión por no aburrir le dé cierta pátina uniforme al conjunto, en favor de la continuidad narrativa. Curiosamente, el concentrado pone en evidencia las debilidades de la obra: nunca me ha convencido la parte de Ofelia (si bien en estos casos siempre pienso que es probable que las limitaciones sean mías y no del texto).
Resumiendo: una excelente manera de iniciarse en Hamlet (y en todo el universo de Shakespeare) y un montaje tal vez prescindible para los habituales del escritor teatral.

lunes, 22 de diciembre de 2008

El intercambio


Por lo que he visto el lobby cahierista, habitual incondicional de Eastwood, ha decidido que ésta no mola, así que me acerqué con simpatía a los Renoir a vérmela. Y hay que decir que aunque se ve muy bien, resulta una película insuficiente: aún siendo mucho mejor que casi todo lo que se rueda hoy en día, está por debajo de las posibilidades que el propio film abre: por poner un ejemplo, la cosa ganaría si realmente el espectador pudiera pensar que Anjelina Jolie es probable que se esté volviendo loca. En varios momentos se abren encruncijadas que habitualmente se cierran de la manera más convencional (por ejemplo, esa estupendamente planteada secuencia en que tres agentes amenazadores obligan a un niño a desenterrar una tumba), aunque también nos encontramos con apuestas arriesgadas que salen bien, como la extraña (a priori) elección de John Malkovich para interpretar al radiopredicador que apoya a la Sra. Collins en su cruzada: la suavidad empalagosa y filogay de su actuación dota de un aura inquietante a un personaje que sin él sería bastante banal. Y es que El intercambio podría haber sido una gran película sobre la pulsión femenina desatada en ausencia de un orden fálico (que aquí sólo se insinúa al final, en el intercambio de miradas con el agente que descubre los asesinatos): los dos hombres que están del lado de la prota son marcadamente poco viriles, el citado Malkovich y el jefe con pinta de apacible eunuco. Al final, Eastwood se ha conformado con hacer un buen film épico sobre la ética de la democracia (lejos de la obra maestra absoluta del género, El hombre que mató a Liberty Valance; a pesar de cierta dureza aquí la referencia es Capra antes que Ford)

viernes, 12 de diciembre de 2008

Garrel en La Casa Encendida


Supongo que a estas alturas todo el mundo sabe que este finde pasan La frontera del alba en la incómoda e ineludible sala de La Casa Encendida. Yo me la vi en la Grande Lumiere de Cannes, información que comparto, como es fácil imaginar, con la exclusiva intencion de tirarme el rollo y concitar envidias, aunque a la postre lo único que vale es la experiencia de ver la peli, sea donde sea. Garrel solía estrenar en Venecia, y la peli no fue muy bien recibida en la Riviera. Como ya escribí en su día, le primera parte me parece maravillosa, y la vertiente fantasmática hacia la que deriva en su segunda mitad falla bastante, pero podremos comentarlo en la blogosfera.
En realidad, lo que me apetecía contar es que Garrel apareció por Sanse para presentar esta película (el año pasado también vino para acompañar el extraordinario ciclo que se le dedicó), y contra todo pronóstico se acercó a los encuentros Zabaltegui el primer día, para estupor del presentador Juan M. Zavala, al que se lo confirmaron unos minutos antes de que empezaran, y mío, que me tropecé con él de improviso. Hay que decir que Garrel habla por los codos: le pones un micro, le preguntas sobre cine y te suelta respuestas de diez minutos. De hecho, no de entrevistas a las teles porque no entiende una charla de menos de media hora. Pero lo que nos dejó alucinados tanto a Zavala como a mí fue la absolutamente impresionante belleza que le acompañaba, una morena con pinta de peligrosa que le sacaba medio metro de altura y con unas piernas infinitas. Garrel habló de su cine, de los actores, del trabajo del director, de los cineastas actuales que le gustan (Carax, Desplechin), de Godard, y me quedé con las ganas de saber si es cierto que sólo rueda una toma de cada plano, como leí en una entrevista, pero la pregunta que nunca nos atreveremos a hacer es como se hace para ligar con semejante mujer con la pinta de homeless que se gasta.

martes, 9 de diciembre de 2008

Indiana Jones

Ayer por la tarde, tras regresar del pueblo con la familia, alquilé en el último videoclub que queda abierto en el barrio la película de Indiana Jones que se estrenó este año, la de la calavera de cristal. A mí no me llama la atención la serie; la vi en su momento, cuando se estrenó, y siempre me pareció que carecía de auténtico espíritu de relato de aventuras: algo no funcionaba en el perfecto mecanismo ideado por Spielberg y Lucas. A ésta se le podría echar en cara lo mismo, pero por otro lado varios factores juegan a su favor: si Indiana Jones fue el héroe dominante en el fin de siecle (a pachas con la saga de La guerra de las galaxias, que lleva camino de convertirse en el primer texto sagrado audiovisual de la historia de la humanidad), hoy milita (conscientemente) en el campo glorioso de la Contrarreforma: aunque inevitablemente contaminado por los aires digitales que nos invaden, Spielberg se muestra (aquí) tozudamente fiel a los decorados de cartón-piedra y a una elegante puesta en escena a base de elaborados movimientos de cámara: nada de la rifa aleatoria de planos a la que nos ha acostumbrado el villano de bruckheimer.

Y si políticamente siempre se consideró a los malos de Indiana (antaño nazis, en ésta estalinistas en los estertores del tirano) a la altura de un tebeo, tal vez la valoración se debiera más a las insuficiencias teóricas de la crítica que a Spielberg, que en su espléndida Munich se descolgó con un apasionate fresco cosmogónico donde todo el mundo vio un canto al Mossad. Indiana emerge finalmente como un héroe del judeocristianismo que tiene que hacer frente a las terribles fuerzas neopaganas, prestas siempre a despertar fuerzas telúricas que acaben con el logos occidental, y tal vez no sea tan ingenuo recordar como Hitler & Cía se pirraban por astrólogos y ocultistas, y como Stalin siempre fue supersticioso y proclive a la charlatanería científica.
Indiana es claramente la fantasía del empollón de la clase, el estudioso que atesora los conocimientos acumulados por siglos de historia pero presto a salvar al mundo de los aprendices de mago que amenazan nuestras libertades. En este Indiana post 11-S una sorprendente y extraordiaria secuencia nos indica que el mundo decimonónico de cultura victoriana (esos profesores con pajarita!) ha desaparecido para siempre: en un escenario alucinado, Indiana llega a un pueblo típico norteamericano habitado por marionetas que parodian el prototipo de familia burguesa. Segundos después de la llegada del héroe, ese universo es completamente arrasado por una explosión nuclear.
Es curioso comparar Indiana con Bourne, ese extraño héroe al que se le ha extirpado toda subjetividad, y en su lugar se han almacenado todos los códigos objetivos de la tierra (todos los horaros de trenes del mundo, todos los teléfonos de las policías de cada país, todos los planos de metro, toda la cacharrería informática). En la útima secuencia, el viento trae el sombrero (la identidad Hyke) de Indiana a los pies de su hijo, pero el padre se niega a que se lo quede: ¿algo falla en la transmisión simbólica?¿no está el hijo preparado todavía para la tarea? Probablemente Spielberg no quiera renunciar, todavía, al que sorprendentemente ha resultado ser su personaje más querido.

Lecturas paralelas

"Todo lo que se había amontonado en el alma del juez durante el día (...) salió como un torrente y cayó sobre el carcelero, al que despidió con estas palabras:
- ¡Eres el rey de los cretinos!
Claro está que el carcelero no se merecía el honorífico título de rey, y en lugar de alegrarse, parecía que aquella honra no le acababa de convencer. En cuanto estuvo fuera del despacho, endosó unas cuantas patadas a un prisionero encargado de la limpieza del pasillo.
Por lo que respecta a Svejk, el carcelero decidió que había de pasar todavía otra noche en la cárcel militar "para que pudiera divertirse un poco más"."
(Las aventuras del buen soldado Svejk, Jaroslav Hasek)
"Hacer daño al prójimo es recibir algo de él. ¿Qué? ¿Qué se gana (y qué habrá que pagar a cambio) cuándo se hace daño? Sale uno crecido. Sale un más ancho. Ha colmado dentro de sí un vacío al crearlo en el otro.
Poder hacr daño al otro impunemente -por ejemplo, descargando sus iras sobre un inferior que esté obligado a no replicar- es ahorrarse un gasto de energía, gasto que el otro debe asumir. Lo mismo que en la satisfacción ilícita de un deseo cualquiera. La energía que se economiza de esta manera se degrada enseguida."
(La gravedad y la gracia, Simone Weil)

lunes, 8 de diciembre de 2008

Simone Weil

Las necesidades del alma: la responasabilidad

La iniciativa y la responsabilidad, la sensación de ser útil, e incluso indispensable, son necesidades vitales del alma humana.
La satisfacción de responsabilidad exige que un hombre tome con frecuencia decisiones en los problemas, grandes o pequeños, que afectan a intereses que no son los suyos propios, pero con los que se siente comprometido. También es necesario que tenga que aportar su esfuerzo continuamente. Por último, debe poder abarcar intelectualmente la obra entera de la colectividad de la que es miembro, incluidos los ámbitos en los que nunca tiene decisión que tomar o consejo que dar. Para ello es indispensable que se le dé a conocer esa obra, que se le exija tomar interés, que se le haga percibir su valor, su utilidad y, llegado el caso, su grandeza; y que se le haga comprender claramente el papel que desempeña en ella.

Las aventuras del buen soldado Svejk


Ladrones también tiene que haber -dijo Svejk tumbándose sobre el colchón-. Si todo el mundo tuviera buenas intenciones, pronto los hombres se matarían unos a otros.


De este clásico centroeuropeo había una edición en Destino, y a ésta que manejo de Galaxia Gutemberg se suma una anunciada en El acantilado (entre cuyas especialidades está, precisamente, esa literatura de la Mitteleuropa de entreguerras que lleva una década tan de moda).
El protagonista absoluto es Svejk, un sanchopanza checo cuya fuerza subversiva reside en tomarse al pie de la letra la gastadísima retórica del Imperio Austro-húngaro cuando se éste abalanzaba con entusiasmo a su fin. En las cien primeras páginas el bueno de Svejk tiene todo tipo de encontronazos con las autoridades imperiales precisamente por la inocencia con que les devuelve en espejo sus discursos: es negando el sustrato obsceno que acompaña a toda retórica por parte del poder como se pone mejor de manifiesto su vacuidad. Así Svejk acaba paseándose por todo tipo de prisiones civiles y militares por el simple hecho de dar vivas al emperador cuando se acerca a alistarse, y su suerte mejora al fingir cinismo cuando las lágrimas afloran por un discurso de un capellán.
Y de esta estructura de la Ley parece que no hemos escapado: cuanto más ampulosa la palabra que la defiende, más seguros estamos de que es un farsante quién la enuncia.

domingo, 7 de diciembre de 2008

Simone Weil

Las necesidades del alma: la obediencia

La obediencia es una necesidad vital del alma humana. Es de dos tipos: obediencia a las reglas establecidas y obediencia a los seres humanos vistos como jefes. Implica el consentimiento, no a cada una de las órdenes recibidas, sino de una vez para siempre, con la única salvedad llegado el caso de las exigencias de la conciencia.
Por ser la obediencia un alimento necesario del alma, quien esté definitivamente privado de ella es un enfermo. Así, toda colectividad regida por un jefe soberano no responsable ante nadie se halla en manos de un enfermo.
Quienes someten a las masas humanas por la violencia y la crueldad las privan a un tiempo de dos alimentos vitales: la libertad y la obediencia. Miles de signos muestran que lo hombres de nuestra época están desde hace tiempo hambrientos de obediencia. Pero se ha aprovechado la ocasión para darles la esclavitud.

sábado, 6 de diciembre de 2008

V de Vendetta


El principal problema de V de Vendetta, desde mi punto de vista, es que resulta algo deslavazada en su estructura narrativa, y que lo mejor con diferencia del cómic es la primera parte, donde se presenta al magnético protagonista y lleva a cabo la venganza del título. A partir de ahí uno tiene la impresión de que se estira la narración por las razones que sean, ya sea el éxito de la serie o la sensación que tuvieran los autores de tener algo importante entre las manos.
V de Vendetta presenta una distopía muy convincente, una sociedad post apocalíptica de corte totalitario que aúna la manipulación de masas del nazismo con los sistemas de control social de la Stasi. Los eslóganes ampulosos acerca de la pureza conviven con su reverso obsceno, una invitación a la transgresión en la que participan casi todos los cuadros burocráticos.
Entramos en la narración a través del personaje de Evey, una adolescente proletaria que está a punto de ser violada por unos policías cuando es rescatada por V, el héroe ambiguo que va siempre con el rostro oculto tras una máscara de perenne sonrisa. V lleva a cabo una venganza calculadísima, y pertenece a esos personajes aparentemente omnipotentes que pueblan el imaginario de la literatura popular, una puesta al día del Fantasma de la Ópera, por poner un ejemplo. Y mientras va cargándose burócratas aprovecha para iniciar a su pupila mediante pruebas y acertijos. Una vez consumada la venganza Evey es abandonada por V, lo que distrae un tanto de la trama. Tiene un affaire que acaba mal, y acaba volviendo al lado de su mentor para completar su educación antes de que se cierre la obra, que según avanza se va volviendo más manierista (esa rebuscadísima secuencia de los interrogatorios!) y pretenciosa, con V soltando a todas horas adivinanzas, citas y aforismos hasta sacar de quicio a su discípula y al lector.
En cualquier caso, se solventa con elegancia el problema que se plantea siempre al tener que dar explicaciones de las habilidades casi sobrenaturales de un personaje, mediante el recurso de contar un poco sí y un poco no, y el charco en que acaban metiéndose Alan Moore & Cia con tanto personaje es resuelto con inteligencia, siguiendo el ejemplo de Shakerpeare, con un progresivo e inevitable baño de sangre.
No he visto la película, pero tengo curiosidad por ver si evita esos defectos del original, debidos probablemente a que en un principio V se publicó por entregas.

Simone Weil

Las necesidades del alma: la libertad

"Un alimento indispensable para el alma humana es la libertad. En sentido estricto consiste en la posibilidad de elección. Donde hay vida en común resulta inevitable que las reglas impuestas por la utilidad común limiten la elección. Las reglas deben ser suficientemente estables, poco numerosas y lo bastante generales para que el pensamiento pueda asimilarlas de una vez por todas y no tope con ellas cada vez que haya que tomar una decisión.
Cuando las posibilidades de elección son tan amplias que resultan nocivas para la utilidad común los hombres no disfrutan de la libertad. O se refugian en la irresponsabilidad, la puerilidad o la indiferencia, donde sólo hayan tedio, o se sienten continuamente abrumados de responsabilidad por temor a perjudicar a los demás. En este caso, creyendo erróneamente que poseen la libertad, y sintiendo que no gozan de ella, llegana pensar que la libertad no es un bien."
Aunque parezca increíble, Echar raíces es un texto pensado para llevar a la práctica, por lo menos desde el punto de vista de su autora: probablemente a ninguno de sus colegas en los despachos en la Francia Libre del Londres de la Segunda Guerra Mundial se le pasaba por la cabeza que de la alucinada cabeza de Simone Weil pudiera salir algo factible para la organización política real de la Francia posocupada, pero en algo había que tenerla entretenida para que se olvidara de sus delirios de pasar al continente para unirse a la Resistencia, donde vista su proverbial torpeza (demostrada en la Guerra Civil Española: se echó una sartén con aceite hirviedo por encima al poco de unirse a una columna anarquista) poco iba a poder aportar.
El caso es que para cuando terminaba el texto ya era consciente de que a nadie le interesaba y de que iba a morir pronto por culpa de la tuberculosis, agravada por lo que hoy se llamaría anorexia galopante y ella consideraba la obligación moral de alimentarse con la misma ración de que disponían los franceses del continente, con lo que la Weil se desmelena componiendo algo así como un tratado de política mística tan desconcertante como luminoso. Según se cuenta en la introducción de la edición de Trotta (que ha venido publicando desde principio de los noventa prácticamente toda su obra), la división en capítulos y el nombre de los epígrafes son obra de Camus, primer y entusiasta editor sistemático de los escritos (en su mayoría cartas y apuntes no pensados para la publicación) de SW.

viernes, 5 de diciembre de 2008

Simone Weil



“La noción de obligación prima sobre la de derecho, que está subordinada a ella. Un derecho no es eficaz por sí mismo, sino sólo por la obligación que le corresponde. El cumplimiento efectivo de un derecho no depende de quien lo posee, sino de los demás hombres, que se sienten obligados a algo hacia él. La obligación es eficaz desde el momento en que queda establecida. Pero una obligación no reconocida por nadie no pierde un ápice de la plenitud de su ser. Un derecho no reconocido por nadie no es gran cosa.”

Las necesidades del alma: el orden

La primera necesidad del alma humana, la más próxima a su destino universal, es el orden: un tejido de relaciones sociales tal que nadie se vea forzado a violar obligaciones rigurosas para cumplir otras obligaciones. Únicamente en este caso el alma sufre violencia espiritual por parte de las circunstancias exteriores. Pues quien deja de cumplir una obligación sólo por amenaza de muerte o de sufrimiento puede desinteresarse de ello y sólo su cuerpo quedará lastimado. Pero a quién las circunstancias le hagan incompatible los actos prescritos por varias obligaciones estrictas, ése, sin que tenga la posibilidad de defenderse, quedará herido en su amor al bien.(

(Echar raíces, Simone Weil)

miércoles, 3 de diciembre de 2008

Ramón Casas en Montserrat

Me he acercado a la exposición del BBVA, y me quedo con los cuadros de Ramón Casas, un pintor que cada vez me gusta más. En estos dos cuadros la modelo es Madelene Boisguillaume, de la que estoy persiguiendo trabajosamente información en la web (también posó para Rusiñol y Tolouse Lautrec).

Los peligros morales de la altura


Conocí a un hombre que empezó orando con los demás ante el altar, pero que se fue aficionando a rezar en sitios altos y solitarios, rincones y nichos del campanario o la torre. Y en cierta ocasión, en uno de esos sitios vertiginosos, desde los que el mundo entero parecía girar a sus pies como una rueda, su cerebro también empezó a dar vueltas y llegó a creerse Dios. De modo que, aunque era una buena persona, cometió un crimen terrible (…). Pensó que dependía de él juzgar al mundo y castigar al pecador. Si hubiese estado arrodillado en el suelo con los demás, jamás se le habría ocurrido tal cosa, pero vio a los hombres paseándose como insectos.”

(El martillo de Dios, Chesterton)

Estoy convencido de que la celebérrima secuencia de El tercer hombre en el que Orson Welles y Joseph Cotten conversan en lo alto mientras miran hacia el suelo y comparan a los viandantes con insectos y cucarachas viene de este párrafo (Graham Greene y Evelyn Waugh forman con Chesterton una peculiar tripleta de escritores católico/ingleses). Todos los místicos advierten de que el mayor peligro que acecha al santo en su camino de perfección es el del orgullo espiritual; y Chesterton no sólo desconfiaba de los integristas religiosos sino hasta de los abstemios y los filántropos profesionales.

Sirva como ejemplo del enunciado de esta entrada (cambiando de tema) la arrogante actitud del merluzo de Sebastián Álvaro, convencido de que la televisión ha existido para pagarle sus absurdos paseos por inhumanos y desiertos picachos.

martes, 2 de diciembre de 2008

Un flaneur por Madrid: el Panteón de hombres ilustres



Instado por mi asesora urbanística, me acerqué a ver el Panteón de Hombres Ilustres, un edificio madrileño poco conocido, una idea típicamente decimonónica con una resolución tópicamente española: la idea de crear un panteón de españoles egregios tardó décadas en llevarse a la práctica, por el camino se descubrió que no había constancia de donde reposaban los restos de figuras de la cultura española tan “marginales” como Cervantes, Velásquez o Lope de Vega, y tras varias vueltas la obra quedó inconclusa por falta de presupuesto, y abandonada al olvido hasta su reciente restauración por Patrimonio Nacional, lo que no ha impedido que el sitio esté desangelado, con unos monumentos dedicados a políticos del XIX soltados en medio de un claustro a medio terminar. Es dudoso que a ningún político de nuestros días le apetezca reposar ahí, bajo un panteón diseñado por Barceló, pongo por caso, aunque igual Gallardón se apunta, eso sí, previo engrandecimiento del edificio, claro.

Lo más fuerte es este Cristo que aparece en el panteón de Canalejas (que fue asesinado, por si alguien no lo sabe). Resulta súper moderno, con esa pinta de holograma a punto de formarse de la piedra, pero todavía sin concretar (aparte del peculiar aire a lo Marylin Mason que tiene).


La escultura de Canalejas (y la de Sagasti y la de Eduardo Dato) es de Benlluire. El referente icónico obvio es el descendimiento de la cruz, aunque tiene su punto el que se lleve a cabo por estos despelotados macizos que parecen sacados del realismo socialista.


En el grupo escultórico dedicado a Sagasta (con una inscripción que reza: A Sagasta, los liberales, que en seguida he pensado en Espe) aparece este obrero inverosímil a los pies del prócer de la patria (por eso del equilibrio también hay un panteón dedicado a Cánovas, con quién se turnaba el puesto de Presidente del Consejo de Ministros), con esta pinta de ensimismado, y el brazo apoyado en un libro que según la leyenda que hay en el edificio son unos evangelios. Y eso que, a la cabeza del difunto, tenemos a una maciza en pelotas, con la peregrina excusa de que es una alegoría de la historia y bla, bla, bla.

Diario (sillones)

Un día en que fui incapaz de encontrar un espacio para leer en casa dije que hasta ahí habíamos llegado, que no podía ser que llevara siglos trabajando y que no pudiera sentarme razonablemente cómodo al volver del curro, así que al día siguiente me fui a una tienda de muebles de mi barrio y me compré estos dos sillones (en un principio sólo iba a ser uno, pero mi magnanimidad hizo que quisiera compartir este lujo con algún miembro lector de la familia).
Los sillones fueron rápidamente colonizados por mis hijos, con el inconveniente de que, al ser tres los vástagos y dos los sillones, a veces se producen cruentas batallas por su ocupación. Los usan para todo, para leer, para estudiar, para ver la tele, oír la radio, jugar a la wii e incluso escribir en el ordenador (lo normal es que hagan al menos tres de estas actividades al mismo tiempo).
Esto me ha dado ideas para proponer sesudas y complejas teorías sociológicas sobre la paternidad y los hábitos de lectura, pero en algún momento he perdido el hilo, con lo que probablemente me conforme con participar como parte beligerante en las encarnizadas luchas fraternas por el trono.

Maritoñis



Este finde me he subido de Granada unos paquetes de Maritoñis para iniciar al resto del blog en el consumo de este popular dulce granadino. En realidad es bollería industrial, y lleva décadas en el mercado (recuerdo que hace más treinta años mi abuela me daba una todas las tardes para merendar, junto a un batido de fresa de Puleva), pero por ignotas razones mercantiles nunca ha traspasado las fronteras de la provincia: Mercedes es de Jaén y no las conocía. En alguna mantequería pija de Madrid las he visto anunciadas, pero ya digo que en Granada es algo de andar por casa, cada una cuesta menos de medio euro. Tan “proletaria” resulta que descubrí que las hijas de mi prima, por debajo de los cinco años, no las conocían: al ser sus padres profesores universitarios imagino que se han pasado el desayuno nacionalista y saludable políticamente correcto, o sea, la tostada con aceite. Y es que a Mercedes no le hizo falta echar un vistazo a la lista de ingredientes para adivinar que aquello era una bomba de grasas y calorías (tiene manteca y margarina, además de la inevitable lista de conservantes y emulgentes), y Susana opinó que era apto para alimento de aguerridos campesinos en el duro invierno antes de enfrentarse a las duras jornadas agrícolas.



domingo, 30 de noviembre de 2008

KENNY GARRETT EN CLAMORES




El sabado me acerqué a Clamores con otra mirada, después de saber que el dueño del local es segoviano, y que el lugar debe su nombre al segundo río, junto con el Eresma, que pasa por esta castellana ciudad. Pues bien, además de para tomarme un mojito, el objetivo de la noche era asistir al concierto de Kenny Garret, que de alguna manera ponía fin al Festival de Jazz de Madrid de este otoño. El local estaba absolutamente lleno, y Germán andaba por allí con las gafillas sobre la punta de la nariz, intentando acomodarnos a todos (afortunadamente teníamos una mesa reservada desde hacía días y las entradas compradas, porque el hombre andaba medio desesperado diciendo en voz alta "tengo más gente que sillas").
Para quien no lo sepa, Kenny toca el saxo alto y teclados, y el resto del cuarteto lo componían Johnny Mercier (piano y teclados); Kona Khashu ( bajo) y Justin Brown (batería) .Kenny antes de ser líder de su banda y uno de los saxofonistas contemporáneos mejor considerados tocó como acompañante de Art Blake, Miles Davis o Pat Metheny. El concierto fué impresionante (Mercedes, aunque no te gusta el jazz, esto te hubiera encantado). Arrancó fuertísimo con un tema super rítmico que duró veinte minutos. Y se mantuvo en esa línea toda la noche. Además de rítmico, cuando callaba el saxo y Kenny le daba a los teclados el sonido era muy envolvente, muy electrónico. Pero lo que resultaba de verdad electrizante es ver cómo la banda improvisaba y dialogaba siguiendo el ritmo impuesto por el saxo, alto como he dicho antes. Música muy sensual (Are you feeling? nos preguntaba), y sobre todo optimista. El último tema (Happy People) se repitió una y otra vez a petición del público, de pie entre las mesas, con los brazos en alto, cantando la frase musical central del tema sin parar, mientras Kenny reclamaba más gritos y más palmas preguntándonos Are you happy people? Come on, you can sing a song. La pena es que no hubo bises, a pesar del clamor popular. Sospecho que estaban ya incorporados en las repeticiones del Happy People. Pero da igual. Una vez más, el hechizo de la música. Y mil gracias a Clamores por traernos a gente como esta.

Henry J. Darger



Uno de los personajes conductores de Nocilla Experience está obsesionado con Henry J. Darger, "ese hombre que encerrado en su casa de Chicago había escrito y pintado la obra más extraña de la historia de la literatura (...), el solitario por antonomasia". Visita a google a ver si el tal Darger existe, y por las entradas que aparecen se diría que soy el último hombre sobre la tierra que se ha enterado de la existencia de este genio peculiar. Pero como algún lector de este blog tal vez comparta mi ignorancia, contaré que el bueno de Henry se quedó huérfano de madre muy temprano, dio tumbos en su infancia y adolescencia por orfanatos y manicomios hasta que se escapó, para reaparecer años después en Chicago, enclaustrado en una habitación de la que sólo salía para ir compulsivamente a misa y a currar de limpiador en un hospital, y de camino arramplar en contenedores con libros, revistas y cómics para confeccionar unos collages enormes que décadas después de su muerte le han convertido en un siperstar de algo que se llama Arte marginal, o sea, manifestaciones creativas de gente autodidacta que se mantiene fuera de los circuitos institucionales del mundillo artístico. Según leo, sus cuadros alcanzan ya las decenas de miles de dólares de cotización y se pasean por el mundo en exposiciones itinerantes, pero lo mejor es que para el autor eran meras ilustraciones de su obra magna, una novela impublicable de más de 15.000 (quince mil) páginas titulada The Story of the Vivian Girls, in what is Known as the Realms of the Unreal, of the Glandeco-Angelinian War Storm, Caused by the Child Slave Rebellion, título tan genial como el argumento: las Vivian Girls son unas princesas cristianas y preadolescentes que luchan contra los glandequilianos, unos soldados adultos dedicados a esclavizar y torturar niños. Henry J. Darger encargó a su casero, el Max Brod de la historia, que destruyese todo lo que había en su apartamento tras su muerte, pero éste preservó cuadros y manuscritos (también hay una autobiografía de 4.000 páginas centrada en un tornado al que asistió en su infancia, y un libro llamado The weather report en el que se establece un diálogo imaginario con el hombre del tiempo a lo largo de diez años), hoy orgullo de un Museo de Nueva York.

sábado, 29 de noviembre de 2008

Nocilla dream


El éxito de Nocilla dream ha hecho que se bautice como generación nocilla al último grupo de escritores españoles llegados a los escaparates, se supone que jóvenes, aunque Agustín Fernández Mallo supera los cuarenta.
En la solapa del libro se citan a Valente, San Juan de la Cruz y Wittgenstein como autores favoritos, pero a mí la novela me recuerda sobre todo a Rayuela y a La vida instrucciones de uso (en Nocilla experience aparece Cortázar como fantasma que se le aparece a uno de los protagonistas) en la manera en que se insertan citas de todo tipo y por la ilazón entre los fragmentos que conforman el libro mediante objetos o temas, a la manera de motivos musicales.
La edición ideal de este proyecto (una trilogía de la que se han publicado las dos primeras partes) sería como hipertexto: muchas de las referencias son páginas web, y el salto entre los microrrelatos se parece a la lectura que solemos hacer en el ordenador, que de un tema pasamos a otro tangencialmente relacionado con el anterior. Por otro lado, uno nunca está seguro si los referentes de las delirantes anécdotas que se relatan son reales o ficticios. Por lo general, en estos casos prefiero terminar el libro antes de averiguar si lo que se me cuenta es pura ficción o no (distinción sobre la que diserta o ironiza el autor al final del libro), pero en este caso me pudo más la curiosidad y me puse a buscar en la red noticias de las micronaciones de las que se habla en Nocilla dream: pues bien, efectivamente existen, y la foto que ilustra esta entrada es de una de las más famosas, Sealand, cuya historia se cuenta en la novela y en varias páginas web (http://www.diagonalperiodico.net/spip.php?article3724, un artículo muy ameno en diagonal).
Por todas partes se nos informa de que el autor es físico, y que en sus manifiestos pretende aunar literatrura y ciencia como uno de los maridajes claves de la narrativa del futuro. Como yo estoy pez en física cuántica no puedo decir si lo consigue o no, aunque uno de los temas recurrentes del proyecto Nocilla (nocilla que no aparece por ningún lado, salvo en una referencia de pasada en los "títulos de crédito" a la canción de Siniestro toal "Nocilla, qué merendilla") es el carácter inhumano de la visión de la ciencia más avanzada, y el carácter anómalo de la mirada humana: en realidad ésta se define casi como un error en el sistema perfectamentre regulado de la materia.
Aunque como manifiesto poético nada mejor que el fragmento en que se dice que sin luz no habría espacio, cita que se adjudica a Heráclito, a Wittgenstein y al Equipo A: ese desparpajo al situar al mismo nivel referencias tanto a la Haute Culture como a los productos industriales de la cultura de masas configuran este proyecto, entre cuyas muchas virtudes destacaría que está lejos de ser un texto con vocación hermética.

Equipaje para una visita relámpago a Granada (en tren)

OEuvres romanesques complètes (I), de Stendhal, en la Bibliotéque de la Pléiade de Gallimard; el Volumen II (Diarios) de las Obras Completas de Kafka publicado por Círculo de Lectores; Cartas a Theo, de Vincent van Gogh, de Paidós.
En Granada empieza a llover y me meto en una librería (Babel), donde compro Nocilla Experience, de Agustín Fernández Mallo (en Alfaguara); un libro de aforismos de Canetti editado por Debolsillo y Al sur de la frontera, al oeste del Sol, una novela para mí desconocida de Murakami, publicada por la colección de bolsillo de Tusquets que, por ignotas razones de publicidad, se llama incongruentemente MaxiTusquets.
Y es que cuando uno sale de viaje nunca sabe a qué necesidades va a hacer frente.

jueves, 27 de noviembre de 2008

Nocilla dream

"Compra una bola de mundo del tamaño de un balón de playa, y con un rotulador indeleble pinta un monigote sobre la Ciudad de San Francisco, y al lado escribe su nombre."

Justo después de leer en el metro este fragmento entro en la papelería Salazar, en la calle Luchana, para comprar unos regalos de Navidad, y veo unos balones de playa que son además unas bolas del mundo colgados de un clavo.


Diario


Mi hija se ha negado en redondo a que le haga una foto mientras desayunaba, con esos pelos que tenía. pero se ha prestado a que sus manos aparezcan en esta naturaleza muerta, que una mirada superficial calificaría de anodina, pero en la que un ojo experto descubrirá referencias a toda la historia del arte occidental, desde Pollock hasta Tiziano.
El caso es que llevo unos días preparando el desayuno a mis hijos antes de que marchen al Instituto (y tomándomelo con ellos, claro), harto de sufrir las críticas de mi mujer, que me echaba en cara que no hablaba nunca con ellos (diálogos estos que mis hijos adolescentes nunca habían echado de menos, todo hay que decirlo). Y así me he enterado de que mi hija (la de la foto) se ha convertido en una líder grupal al expandir el culto a Stephanie Meyer, que es la autora de una tetralogía de inmenso éxito acerca de vampiros cool, y que va a organizar una multitudinaria salida para ver Crepúsculo, adpatación de inmediato estreno del primer volumen de la citada tetralogía, y que Quique (el primogénito) se ve la saga de Saw cuando sale con sus colegas los fines de semana y tiene unos conocimientos enciclopédicos de informática que no sé de donde ha sacado (desde luego no por iniciación paterna).

miércoles, 26 de noviembre de 2008

Estreno de My Blueberry Nights


Parece ser que Vértigo ha vuelto, y anuncian el estreno de My Blueberry Nights para el 12 de diciembre, lo que es una estupenda noticia. No es desde luego el mejor Wong Kar Wei, pero guardo un grato recuerdo de ella, y además me permite alardear de mi pasado cosmopolita, porque entrevisté a Norah Jones (como mi incultura musical es proverbial, me tuvieron que soplar -Irene Vaquerizo- quién era) y a Jude Law, al que le pedí que se quitara las gafas de sol que llevó durante la (brevísima) entrevista para poder contarle a Marga que le había visto esos ojos azules que tiene. Aquello fue en Cannes del 2.007, aunque se diría que fue en otra vida.
También es una buena noticia porque, como contaba por aquí, Vértigo tiene en catálogo Paranoid Park y I´m not there, para mi refinado e infalible gusto las mejores películas que vi el año pasado. A Gus Van Sant también lo entrevisté en el mismo Cannes, un diálogo de besugos que causó hilaridad entre el equipo de la tele que allí estaba, los dos torrados en una terraza y mirándonos sin decir nada. Y ahora que me acuerdo, pues también entrevisté a Todd Haynes, recién salido completamente entusiasmado del pase, y al pobre casi no le dejé decir nada, que me pasé los cinco minutos que te dan explicándole por qué era tan buena su peli.
(Nota para Susana: esta entrevista se desarrolló en el Hotel des Baines, visita más o menos obligada si te acercas al Lido).

martes, 25 de noviembre de 2008

Arranques

"En determinadas circunstancias hay pocos momentos en la vida más agradables que la hora dedicada a la ceremonia conocida como el té de la tarde. Hay circunstancias en las que, tomes el té o no (algunas personas por supuesto nunca toman), la situación es en si misma deliciosa". 

Este arranque me resulta tan sugerente que creo que voy a abrir El retrato de una dama por la primera página cada tarde, antes de prepararme un té. Es casi tan bueno como aquél de "Es una verdad mundialmente reconocida que un hombre soltero, poseedor de una gran fortuna, necesita una esposa".

Los cerrojazos de Ruiz-Faraón o Cuando la mariposa bate las alas


El domingo 23 de noviembre asistí gracias al alcalde de esta villa a un concierto masificado en una sala mal ventilada y claustrofóbica. No pude dejar de asistir porque los que tocaban, un cuarteto con una trayectoria de años y deliciosa música llamado Stereolab, son uno de los grupos que me gustan.
El concierto iba a ser en la sala La Riviera, pero el asesinato del joven Álvaro Ussía en El Balcón de Rosales hace escasos días ha provocado, en un mecanismo acción-reacción propio de un adicto a la cafeína, que el Ay-untamiento de Madrid cierre de golpe y porrazo tres de las salas de tamaño medio que sobreviven en esta ciudad ofreciendo conciertos con desigual suerte. Una de esas salas ha sido La Riviera. El motivo que se aduce: que tiene algún "problema con la ley" consistente en alguna licencia menor pedida/discutida pero sin conceder.
Y aquí es donde entra el engranaje del razonamiento de la Administración: El Balcón de Rosales, donde tres seguratas descerebrados tejían su destino de broncas y palizas, tenía denuncias mil y problemas con las licencias. Ergo: cualquier lugar con problemas con las licencias es un posible foco de problemas segurateros y alcohólicos.
Y La Riviera, en menos de lo que tardas en decir "Tiernogalvánqueestásenloscielos" (es decir, menos de 24 horas) se clausura, se chapa, se cierra y los grupos pendientes de concierto se quedan con cara de gilipollas y los futuros asistentes a conciertos con entrada ya comprada ni te digo.
Para salvar algo del naufragio -y evitar, imagino, demandas y pleitos- los dueños de La Riviera consiguen celebrar el concierto de Stereolab al que me refería en estas líneas (del resto prefiero no enterarme) abriéndose un sitio a codazos en la sala El Sol. El resultado: una lata de sardinas con un escenario mínimo donde la música se acoplaba que era un gusto (no sabemos si porque no les dio tiempo a probar mucho o por mera protesta artística) y las mujeres de talla pequeña pero bien proporcionadas como yo no conseguimos ver ni el moreno tupé de la cantante, ya que el escenario de esta sala apenas levanta dos palmos del nivel del suelo.
No hay que ser muy listo para ver que la sala El Sol no es santo de mi devoción, por mucho que sentimentalmente me unan a ella otras historias. El caso es que habría disfrutado mucho más en la espaciosa Riviera, con sus palmeras y su humo de tabaco diluyéndose majestuosamente hacia las alturas casi ciclópeas del recinto, en lugar de acabar encajada como un cigarrillo en El Sol.
Pero en favor de esta sala hay que decir al menos que nos acogió a nosotros y a Stereolab. Mis rendidas gracias a ellos, y mis ondas cerebrales más nocivas y malignas al Ay-untamiento provocador de este sinsentido.
http://www.salariviera.com/

Goytisolo en El País

Le han dado por fin el Nacional de Literatura al pelmazo de Goytisolo, que se ve que llevaba años ensayando la pose para cuando le cayera ése o el Cervantes o el que sea. De tanto rollo que se gasta con su marginalidad, heterodoxia, excelencia y demás se nos puede pasar por alto que debe de ser el autor español vivo al que más congresos, tesis, simposios y demás jarana académica se le dedica, y que publica sus libros en Alfaguara y Mondadori, vamos, las editoriales más marginales del panorama literario español, por no hablar de las obras completas que le está publicando... El Círculo de Lectores!
Y el caso es que a mí me gusta la defensa que hace de autores peculiares, como Blanco White, Azaña o Américo Castro, y la lectura heterodoxa de clásicos como Cervantes, San Juan de la Cruz o Clarín, pero a veces da la impresión de que piensa que estos señores escribieron para allanar los caminos del señor y preparar la llegada del mesías, o sea, él.
Monique Lange tiene una novela autobiográfica en la que cuenta el dolor que le causó descubrir la homosexualidad de su marido, aficionado sobre todo el lumpen árabe de París, lo que podría explicar su fascinación por el islam, del que ha escrito muy bien, por cierto. Recuerdo que el sosias de Goytisolo en la obra le contaba como después de hacer el amor con un currante argelino la mujer del mismo les había ofrecido café, y la narradora contaba que ella había acabado aceptando la sexualidad de su pareja, pero que lo del café le parecía excesivo.
Que yo sepa, nunca se separaron. Goytisolo pasaba la mitad del año en su casa de París, y la otra mitad en la de Marrakech, en un edificio que al parecer es una pasada y es una de las atracciones de la ciudad, al lado de una mansión de Gaultier.
Cuando a Umbral le dieron el cervantes o algo parecido Goytisolo escribió un artículo que dio mucho que hablar. No sabemos si alguno de los muchos enemigos que tiene en el mundillo literario se atreverá a devolverle la jugada. Veremos.

domingo, 23 de noviembre de 2008

El Quinto Imperio


Tal vez cansado de cierta tendencia a la ligereza que se apreciaba en su cine, Oliveira se marcó a mediados de la década en curso un ladrillazo marca de la casa con El Quinto imperio, una obra de teatro filmada con una frontalidad casi desafiante, y con un tema portugués a más no poder, aunque todos sabemos del sebastianismo vía Pessoa.

A Oliveira probablemente le cae bien este monarca, aunque en la obra aparezca como un rey adolescente megalómano y misógino atento sólo a sus delirantes visiones de grandeza. Como nuestro anciano favorito se atreve con todo, se pasa la mitad del metraje con una secuencia onírica en que el gran Luis Miguel Cintra (que según el Imdb es madrileño) se le aparece al rey Sebastián para cantarle las cuarenta, secuencia que dura una hora y que según encuesta hecha a la salida del cine media sala aprovechó para echarse una siesta.

La peli no está mal, y tiene una secuencia memorable con la abuela, y una que muestra el lado cachondo de Oliveira, cuando los viejos del reino le recomiendan al rey virgen (en Grand style claro) que eche un polvo de vez en cuando, a ver si así se le quitan esas chorradas de conquistas de la cabeza.

El Padre Brown


Imagino que casi todos nos acercamos a Chesterton guiados por la admiración que le profesaba Borges. Recuerdo que los relatos del padre Brown me decepcionaron cuando los leí, fascinado como andaba yo con los manieristas recovecos conceptuales del escritor argentino.
Acantilado acaba de publicar en un solo volumen todos los cuentos del cura detective más famoso de la Literatura, y mientras que hoy en día soy incapaz de terminarme un relato de Borges, de tan artificiales y amanerados que me resultan, los de Chesterton cada vez me gustan más, y cuanto más los leo mejor me parecen, una vez que uno ya conoce el desenlace y puede detenerse en los detalles.
Chesterton se empeña meticulosamente en quitar todo glamour a su protagonista, empezando por el nombre, aunque en cualquier caso una de las cosas que más desprecia de la cultura moderna es la estetización del mal. Chesterton/Brown combate en primer lugar la fascinación por lo demoníaco tan propio de la estética que arrastramos desde el Romanticismo, de la misma manera que concibe el paganismo como una doctrina empozoñosamente triste y el orientalismo como un peligro metafísico (mientras que se diría que no se toma demasiado en serio el ateísmo). Sabido es que Chesterton era un católico que de tan ortodoxo resulta excéntrico, y que una de las pruebas que aportaba para demostrar la verdad de su doctrina era la alegría, razón que siempre ha desconcertado a sus admiradores españoles “laicos”, que los hay muy respetables, como Savater y Marías, por ejemplo.
Chesterton debía de tener una percepción física del mal, que se manifiesta en sus relatos en todo tipo de realidades, desde la forma de un cuchillo a la luz de un atardecer, desde la arquitectura de una casa hasta el carácter infinito de la extensión de un bosque. Esta dimensión cósmica e inhumana del mal está siempre presta a devorar al hombre, y sostener los diques que permitan la existencia de una comunidad humana fue la tarea heroica que Chesterton siempre consideró propia del cristianismo, encarnada en ese peculiar héroe de nuestro tiempo que es el Padre Brown.

sábado, 22 de noviembre de 2008

Resurgir, de Margaret Atwood



"te encierran en un hospital, te afeitan el pelo y te atan las manos y no te dejan ver, no quieren que entiendas, quieren que creas que el poder es suyo, no tuyo. Te clavan aguja para que no oigas nada, para ellos podrías ser un cerdo muerto, tienes las piernas en alto y metidas en un soporte metálio, se inclinan sobre ti técnicos, mecánicos, carniceros, estudiantes patosos o que ríen por lo bajo mientras hacen prácticas con tu cuerpo, sacan al niño con un tenedor como un pepinillo de un bote de pepinillos. Después de eso te llenan las venas de plástico rojo; lo he visto bajando por el tubo. No voy a dejar que me hagan eso nunca más."
Susana me regaló El cuento de la criada por mi cumpleaños, pero en el último momento decidió quedárselo ella y darme Resurgir, también de Margaret Atwood. Aunque el libro es de reciente publicación en español basta un par de páginas para darse cuenta de que ninguna mujer escribiría algo así en nuestros días (cada época tiene sus censuras).

La narradora, una mujer a la que parecen haber extirpado la capacidad de sentir emociones, embarca a unos amigos un tanto descerebrados en un viaje para acercarse a la casa de sus padres, un espacio mítico situado en una cabaña aislada en una isla en medio de un gigantesco lago que tiene algo de las aguas primordiales del Génesis (aunque siempre amenazado por la presencia amenazante de turistas americanos). Los colegas parecen los detritus del 68, y se los tendrá que quitar de en medio para iniciar una especie de catarsis o rito de iniciación (que se parecen dos gotas de agua a un brote psicótico) de la mano de las pistas que le han dejado sus desaparecidos padres (de los que también se supone que se han vuelto locos). A lo largo del trayecto nos enteramos del via crucis de humillaciones emocionales que ha sido su vida, lo que la ha convertido en un bloque de hielo. Hoy es inevitable leer el libro como un testimonio del atroz ambiente sentimental de los setenta, aunque es improbable que ese fuera el objetivo de la autora, que consigue que el personaje principal resulte muy verosímil, lo que tiene bastante mérito, teniendo en cuenta lo que le cae encima.

Las horas del verano


Llevaba Assayas unos años sin aparecer por las pantallas españolas, y ha sido Baditri quién lo ha traído de vuelta, empeñada esta distribuidora en mostrarnos los filmes de los venerables directores europeos a los que otras distribuidoras parecen haber renunciado, y así gracias a ella hemos podido disfrutar de lo último de Rivette, Resnais y Oliveira (y Lumet, aunque éste no sea europeo).

Supongo que Las horas del verano forma parte del encargo o proyecto de colaboración que ha puesto en marcha el Museo de Orsay con varios directores, y podemos imaginarnos que el punto de partida surgió al tropezarse el director con alguno de esos muebles o jarrones que todos los museos tienen y a los que sólo prestan atención los especialistas, pero ante los que todos nos preguntamos como serían cuando no estaban en una vitrina sino que servían para escribir sobre ellos o para poner flores.

La película se abre y se cierra con una celebración, la primera una reunión de cumpleaños en que la matriarca intenta controlar el legado de un pintor de la familia a cuya memoria se ha dedicado con devoción desde su muerte hasta conseguir situarlo en el panorama artístico internacional; la segunda una fiesta en que la nieta adolescente consigue por última vez llenar de vida la casa familiar ya expoliada tras la venta de sus bienes, el último destello de esplendor o la apoteosis de la decadencia, según queramos verlo, que la mirada del director es limpia y objetiva (renoiriana a más no poder).

Entremedias anda la generación de los cuarentones (como yo), que no saben muy bien qué hacer con el incómodo recuerdo que amenaza con ahogarles: ¿cuánto peso del pasado tenemos que aceptar para que nuestras vidas fructifiquen?¿a cuánto hay que renunciar para que no nos aplaste con su peso? De los tres hermanos, sólo uno permanece en Francia, el resto se reparte entre China y Estados Unidos, los dos centros del mundo. Europa, parece querer decirnos Assayas, se ha quedado como cobijo de la bisutería artística de la civilización occidental, prendada de pintores menores como Corot y de nimiedades como los muebles art decó.

Assayas es el más desconcertante de los directores de la clase alta cinematográfica, voluntariamente camaleónico, tal vez obsesionado por escapar al encasillamiento de autor minoritario, escondido tras una miríada de estilos y temas que parecen incompatibles, o al menos inconcebibles en la misma persona. ¿Qué tienen que ver Las horas del verano, Clean y Demonlover (las tres magníficas)? Pues yo diría que nada, si acaso el aviso del director de que nada en este mundo nos puede ser ajeno.

miércoles, 19 de noviembre de 2008

Al filo de ...


Al filo de lo imposible es uno de esos espacios que nadie ve, pero que todo el mundo conoce y que a pesar de ser carísimo lleva un millón de años en antena y forma parte de una media docena de programas de larga vida dentro de Televisión Española que contribuyen a dar esa imagen de televisión pública, de prestigio y de calidad que tanto nos gusta a todos.

Pues bien, el director de Al filo, Sebastián Álvaro, es un señor que por edad y por decisión propia se ha acogido al ERE de la tele (igual que otros cuatro mil curritos). Al parecer Sebastian puso en marcha el programa hace la friolera de veintinco años (yo en aquella época todavía llevaba trenzas y calcetines blancos y no me acuerdo), con mucho esfuerzo, ingenio, tesón, y todas esas cosas que ya sabemos que hay que poner en los programas que empiezan, y más si son tan específicos como este. Desde el punto de vista de la producción no quiero ni imaginarmelo, moviendo por sabe Dios qué lugares a tanta gente para hacer un programa de tele y además ¡en cine! Eso si que me parece una aventura, y no subir una montaña. Y desde el principio le acompaña parte del equipo que ha permanecido fiel al programa durante todos esos años, entre ellos Carmen Portilla, que para quien no lo sepa es además de mi compañera de producción desde hace una año en el Curso de Español, la experta en espeleobuceo más importante de España, con infinidad de cuevas vírgenes exploradas por primera vez a sus espaldas y algún que otro record mundial. Carmen ejerció de experta, asesora, coordinadora, exploradora, productora y otros tantos - oras en el programa.

Y ahora Sebas se prejubila, y la tele ha propuesto como nueva directora a nuestra Carmen. Es la noticia de los últimos días en Prado del Rey, no se habla de otra cosa. Carmen está entusiasmada y con ella todos los que estamos a su alrededor, aunque yo voy a lamentar muchísimo perderla como compañera de fatigas. Creo que sería capaz de subir una montaña nevada o de sumergirme con una bombona de oxigeno para acompañarla a cualquier lugar. Todos estamos convencidos de que va a ser una excelente directora, que va a darle un aire nuevo al programa (dentro de los límites del documental de aventura, claro está) y de que tiene un montón de ideas fantásticas bullendo en esa cabeza que nunca para.

El punto amargo de esta noticia lo pone, lamentablemente, su ya casi ex director. En un articulo publicado en "El Pais" hablaba de que considera en realidad al ERE como un despido muy bien pagado. Que en cierto modo lo es, cierto, pero que también ha sido una opción voluntaria a la que él, como tantos otros, se ha acogido. Y también empieza a ser vox populi que está morado de rabia porque Al filo continuará sin él, sin su "creador", como se apuntaba en el mismo artículo de "El Pais". Y que hubiera preferido que el programa desapareciera con él. Todo esto, al margen del agravio que supone para Carmen y los compañeros que deja en el programa, me parece un insulto al resto de trabajadores del gremio y a los espectadores de su tan amada creación. Todo el mundo sabe que, en televisión, por mucho carisma que tenga un director de programa, presentador, creador, realizador, o lo que sea, los programas los hacen los equipos. Y que pasados los comienzos duros de todos los proyectos, el resto de las cosas funcionan por inercia, por la inercia del trabajo de cada persona que asume en cada momento su parcela de responsabilidad (esto lo hemos vivido muy de cerca en los programas de cine, que ahí están, como si el tiempo no pasara por ellos, a pesar de todos los cambios aparentes). Por tanto lo que demuestra el señor Álvaro con su berrinche es que es un individuo profundamente megalomano, narcisista y egoista. O quizás su pretensión era seguir haciendo Al filo en otro lugar, olvidando que su creación pertenece a una empresa de televisión con nombres y apellidos, pública para más inri, y que le ha financiado todos sus proyectos y excursiones.

En realidad, todo esto da igual. Este mundo es tan efímero que a partir de enero nadie hablará ya de que hubo un antes y un después en Al filo, todo este periodo de transición se habrá olvidado. Para bien o para mal los programas de televisión son como las cucarachas: nacen, crecen, a veces se reproducen, y todas las veces, invariablemente, mueren. Aunque algunos son más longevos que otros.

V de Vendetta, o un viejuno en el metro


Hace unas semanas contaba Elvira Lindo en su artículo dominical el shock que sintió la primera vez que la llamaron “señora”, una especie de aviso de los dioses de que la madurez se aproxima y la vejez aguarda en lontananza. En el cónclave bloguero Susana y Mercedes reconocieron que les repateaba que las interpelaran así (Susana se acordaba perfectamente de la primera vez), aunque a mí lo que definitivamente me molesta es que gente mucho más joven que yo y con la que no tengo ningún trato social se tome familiaridades conmigo para simular que somos coleguillas.

Pero una de las formas más divertidas con que me he tropezado para hacerme ver que soy un viejuno me ocurrió antesdeayer en el bibliometro de Moncloa, donde recalé con mi hermana camino del hospital de La Zarzuela, donde iban a operar a mi padre. Mi hermana vive en Algeciras, así que quería enseñarle el funcionamiento de esas casetillas que reparten libros, y elegí V de Vendetta (por cierto, que anoche descubrimos en cena bloguera que los tres tenemos ese cómic –perdón, novela gráfica-, aunque yo lo tenga que devolver en breve –Susana es tan chula que lo tiene en inglés-). Los libros se piden con un número, y la joven dependienta tenía ya el ejemplar en la mano cuando empezó a mirarme con incredulidad y a preguntarme:
- ¿Es éste el libro que quieres?
- Sí, sí –contestaba yo-
(Repítase esta conversación tres veces)
Y al final se ve que la chica no se pudo aguantar y exclamó:
- ¡Pero si es un cómic!
Yo me sentí algo molesto al ver que se dudaba de mis conocimientos enciclopédicos en el campo de la Literatura, aunque luego me di cuenta de que lo que le sorprendía es que un señor de más de cuarenta años anduviese leyendo tebeos en el metro, y más uno que iba con traje y abrigo y no con camiseta negra, que al parecer es el uniforme oficial y obligatorio en las ferias de cómics y en el Festival de Sitges.

Total, que después de contestarle en tono algo impertinente y punto pretencioso que por supuesto que sabía que era un cómic, me fui rejuvenecido y orgulloso con el tochazo en la mano, a la espera de leerlo para hacer un sesudo comentario sobre implicacioner intertextuales y sustratos míticos de los conflictos diegéticos

lunes, 17 de noviembre de 2008

Resurgir



"Debo tener más cuidado con mis recuerdos, tengo que asegurarme de que son míos y no los recuerdos de otras personas diciéndome qué sentía yo, cómo me comportaba, qué decía: si los hechos son falsos, también lo serán los sentimientos que asocio a ellos. Empezaré a inventármelos y no habrá manera de establecer la verdad, quienes podrían ayudarme ya no están."

domingo, 16 de noviembre de 2008

Vuelvo a casa



Como en su día me perdí Vuelvo a casa era la oportunidad ideal para reencontrarme con Oliveira; sólo tenía que vencer la pereza de salir tarde de casa para ir a la Filmo, y el metraje no era disuasorio, 90 minutos.

La película comienza con una representación teatral, con Catherine Deneuve, Michel Piccoliy Leonor Silveira en el escenario. Un contraplano de la platea llena de felices espectadores nos indica que la obra es un éxito. Pero pronto se introduce otro contraplano desde las bambalinas, en que los gestos de preocupación son manifiestos. El extracto es muy largo, así que conviene prestar atención a la obra (que descubro en los títulos de crédito que es de Ionesco): Piccoli hace de rey que tras cientos de años de reinado y crímenes se niega a abandonar el poder y la vida, tal vez un chiste de del director sobre su longevidad y actividad frenética.

Con esa especialidad para lo indirecto de Oliveira, nos enteramos de que toda su familia ha muerto en un accidente de automóvil. Ni asistimos al momento en que se le comunica la noticia, ni veremos como ésta le afecta. Vemos abandonar a Piccoli el teatro por una puerta al fondo sin prestar atención al grupo de compañeros (un plano fordiano) y la peli funde a negro, para devolvernos al personaje unos meses después, reincorporado a la profesión y a la rutina.

¿De qué habla Vuelvo a casa? De la vejez y el deseo. Un plano aparentemente objetivo nos enseña una rotonda en París. Dura bastante, aunque nada ocurre. En realidad, descubrimos que es un plano subjetivo de Piccoli, el panorama que todos los días observa desde el bar donde se toma un café y lee Liberation. Nada captura su atención. Aunque luego, mientras se da un paseo, su mirada se fija en una imagen, un cuadro que habla del placer y del pasado, una pareja que en traje de noche baila en una playa azotada por el viento y la lluvia, mientras un mayordomo les sujeta un paraguas y una doncella parece presta a echar una mano en cualquier momento. En otro escaparate se prenda de unos zapatos carísimos que acaba comprando. Esa misma noche en una conversación con su agente (que el cachondo del portugués filma los primeros minutos con un plano de zapatos, aunque siempre me ha costado convencer a mis amigos del sentido del humor que subyace en toda su filmografía) rechaza los movimientos celestinescos de éste para que aproveche su prestigio para seducir a una joven actriz, o más bien se deje seducir por ella. A la salida es atracado y despojado de sus zapatos: ¿un castigo por haberlos deseado, por ese gesto de coquetería senil?¿o más bien por haber rechazado esa posibilidad erótica? O tal vez por haber equivocado el deseo, uno no puede preferir los zapatos a las mujeres, se tenga la edad que se tenga. En cualquier caso, el plano de Piccoli mientras observa alejarse al chorizo muestra cierta aceptación, como si envejecer fuese acostumbrarse a ver desaparecer las cosas.

En la última secuencia el actor abandona el rodaje de un Ulises joyceiano dirigido (muy educadamente) por John Malkovich, tras ser incapaz de recordar adecuadamente sus textos. De la misma manera que tras la muerte de sus parientes, le vemos atravesar todo el espacio para salir (¿definitivamente?) por una puerta al fondo del plano. Piccoli vuelve a casa y el film se cierra con un plano sostenido de la mirada de su nieto, que le observa mientras sube las escaleras trabajosamente ¿Sienten nostalgia Oliveira y Piccoli (que entre actuación y actuación dirige pelis más marcianas que lo más marciano que haya hecho su colega) de una vejez solitaria y ociosa?¿Les asusta la decadencia? Parece más bien que imaginan una vejez alternativa, convencional, incapaces de imaginar como sería vivir mano sobre mano.

sábado, 15 de noviembre de 2008

Las ametralladoras se burlan de los poemas y de los cuadros





Tenía preparado un sábado dedicado a mi hijo pequeño, con sesión cinematográfica (Wall-e en v.o. para que se vaya iniciando), una pizza de nivel y un viaje en AVE a Segovia, pero después del partido de fútbol sala matutino (perdieron 2-1 tras final de infarto) se descolgó con que le dolía mucho el talón y no estaba dispuesto a danzar por todo Madrid lesionado, que parece ya una de las caprichosas estrellas que se arrastra por los campos de primera división, o como se llame este año la liga.

Así que hubo cambio de planes y por la tarde me acerqué al Reina Sofía, aprovechando que es gratis, y me metí en la primera exposición que encontré, la dedicada a Carl Einstein, que hasta ese momento no me sonaba de nada, pero que por lo que se dice allí fue la pera limonera y poco menos que el que alumbró todas las vanguardias de principios del siglo XX. Escribió un libro, El arte del siglo XX, clave en la historia de la historia del arte, y acabó suicidándose cuando tuvo que elegir entre las tropas alemanas y la España franquista, casi como Benjamín.

Una de las muchas virtudes de esta didáctica exposición es asistir a una trayectoria intelectual que de tan ilustradora de lo que fue la primera mitad del siglo XX parece inventada: ilusionado con las fantasías redentoras que toda Europa se empeñó en buscar en la Primera Guerra Mundial, el encuentro con la brutalidad alienante de la guerra industrial le empujó a la radicalización política y estética. El fracaso de las políticas emancipadoras revolucionarias en Alemania le llevó a buscarse la vida en el París de entreguerras, donde se hizo colega de los pintores del momento (que con la vida social que llevaban no se entiende como pintaron tantas cosas), para acabar llegando a la conclusión de que el arte no podía nada frente a la ascensión de los fascismos (de ahí la frase de la entrada), con lo que se vino a España a combatir en la columna Durruti, estuvo en un campo de refugiados y se tiró a un río cuando los alemanes decidieron merendarse toda Francia.

Buena parte de los cuadros que se pueden ver pertenecen a la colección del Reina Sofía, pero así colocados adquieren un brillo nuevo, y más recogidos uno disfruta de las bondades de algún Juan Gris y de un par de Leger que en entornos más amplios uno puede dar por sabidos, y recuerda que Joan Miró es, probablemente, el pintor más feliz del siglo pasado. Una proyección nos ofrece imágenes del multitudinario entierro de Durruti, pero lo que hace absolutamente obligatoria y memorable la exposición es la sala dedicada a la escultura africana, cuya importancia Einstein avanzó, y a la que dedicó un libro (que está traducido y a la venta en la librería del Museo). Supongo que las obras están escogidas y son el top del género, porque son impresionantes, y uno por fin entiende lo que siempre había leído acerca de la impresión que causaron en Picasso y otros artistas.

viernes, 14 de noviembre de 2008

La boda de Rachel


Como en los Golem tenían preestreno (de La Buena nueva) andaba Pedro Zaralegui por las puertas (mandando a la gente a la sala equivocada, que esas cosas tienen los jefes), y me explicó que la última de Jonathan Demme era un Dogma en Estados Unidos. Pero más bien lo que se percibe es la influencia de Cassavetes (afortunadamente), cuya figura empieza a resultar omnipresente por todas partes (un ejemplo que me permite alardear de mi cosmopolitismo: Juliette Binoche me contó -en una entrevista, claro, no tomando copas- que tuvo en mente a la Gena Rowlands de A woman under the influence para su interpretación en la maravillosa El vuelo del globo rojo, la de Hou Hsiao Hsien que los de Notro tienen metida en un cajón desde hace más de un año).
Kim sale de una residencia para toxicómanos un finde para asistir a la boda de su hermana (la Rachel del título, claro). Como es de esperar, su aparición más o menos inesperada crea innúmeras tensiones y despierta todo tipo de fantasmas familiares (sobre todo uno, del que ya hablaremos). Una (o varias) cámara(s) al hombro persiguen los rostros y las reacciones de todos los personajes, que alternan rituales sociales y psicodramas privados, larguísimos los primeros y apasionantes los segundos. Filmada como un documental, género al que Demme se ha vuelto adicto, todo se juega en la interpretación, magnífica, como es de esperar: Ann Hathaway compone una yonqui manipuladora y frágil tal vez demasiado cool pero más que creíble, y el coro de personajes funciona muy bien, cada uno con su personalidad bien definida a través de gestos y palabras.
Kim (y Rachel, claro, una especie de Cenicienta que se rebela contra esa hermana profesional del victimismo que siempre ha chupado plano emocional en la familia) carga con una madre demasiado desapegada y narcisista, y un padre protector en exceso, una mezcla que puede ser inocua o devastadora (como es su caso). El lado débil de la parte masculina se marca muy bien. En este universo de mujeres que se lanzan a la yugular a las primeras de cambio (a las que hay que sumar la mejor amiga de Rachel, una rubia en perpetua guerra con Kim) la figura del novio es de una calculada y estupenda ambigüedad: ¿será ese negro enorme alguien capaz de hacerse cargo de las desatadas pulsiones femeninas (traducido a vocabulario paleopsicoanalítico, alguien que encarne el falo ausente)?¿o su tranquilidad esconde a otro panoli? En una de las mejores secuencias, desafía al padre en el típico reto/rito de aceptación grupal ¿y cuál es la prueba que eligen para que demuestre su capacitación para incorporarse a la tribu?... Ver quién carga más y mejor el lavavajillas. No es de extrañar que, al final del desafío, lo que emerja sea el agujero negro que está apunto de engullir constantemente a la familia, la muerte del hijo en un accidente provocado por las adicciones de Kim.
La boda de Raquel tiene las mismas virtudes y los mismos defectos que Le graine et le mulet, de Kechiche (que aquí tiene en el limbo Vértigo, de la que no sabemos nada desde hace meses, con lo que en el mismo sitio andan las hermosísimas Paranoid Park y I'm not there, lo último de los Dardenne y la de Won Kar Wei con Norah Jones y Jude Law): un ojo seguro para captar los movimientos tempestuosos que se producen en el interior de la familia y una imposibilidad manifiesta para despegarse de la fascinación que provoca el metraje grabado, lo que lleva a ambas películas a despeñarse (a ratos) por los peligrosos acantilados del tedio. Resumiendo, desiertos de comidas familiares con oasis de psicodramas fraternos.