miércoles, 8 de marzo de 2017

La infalible maldición de la madrastra

En un divertido artículo Alberto Olmos explicaba las razones por las que la mayoría de los novelistas sueñan con que sus obras sean adaptadas al cine; la más brillante sin duda es la que califica una película como un anuncio de 90 minutos del libro. Habitualmente se da por sentado que el libro tiende a ser mejor, probablemente porque sólo consideramos adaptaciones a las que se hacen del Quijote o de Shakespeare, a lo que perpetra Gerardo Herrero o a las versiones para móviles de los best-seller escritos para adolescentes, pero nos olvidamos de que The searchers o Vertigo fueron primero novelas que (todo hay que decirlo) no están mal, pero que nadie en su sano juicio incluiría entre las mejores de la historia.

Esto viene al caso porque hacía mucho que no tenía tanta sensación de estar delante de un resumen de una narración como me ocurrió viendo Animales nocturnos. Una sensación que resultó ser un poco injusta, para qué negarlo. Busqué si había libro original, y lo había, Tony & Susan, con edición en castellano de la mano de Salamandra y traducción de Héctor Silva, y cambio de título: Tres noches (cosas de las editoriales, ya que no veo en qué mejora este título al original). El autor es Austin Wright, del que no sé nada salvo lo que indica la solapa del volumen, y una vez leída la novela resulta obvio que es profesor de universidad, probablemente especialista en teoría de la recepción, y devoto de Si una noche de invierno un viajero. Tom Ford, al que el pitorreo que la novela se trae con las reflexiones acerca de la afición de las tranquilas clases medias por los relatos truculentos se la trae al fresco, eleva el status y el rol a sus protagonistas, aunque la novedad más destacable y significativa que introduce es la memorable escena en la que la madre de Susan le anticipa o predice el fracaso de su matrimonio, estructuralmente similar a las maldiciones que en los cuentos suelen echar brujas o madrastras (de más está decir que la profecía/maldición se cumplirá religiosamente). Nada de eso hay en la novela, donde esa misma madre aprecia mucho a Tony, de lo que es fácil deducir que hay algo en el núcleo de esa secuencia que le afecta profundamente, y más teniendo en cuenta la intensidad de la misma. 

jueves, 2 de marzo de 2017

Patriarcado sin padres

Por razones desconocidas la última película de Bellocchio ha tenido suerte y se ha estrenado en España, aunque la han soltado en las semanas en que el público sólo piensa en verse las películas nominadas para los Óscars, y no parece que las multitudes se hayan arremolinado a las puertas del cine para verla, como si estuviéramos sobrados de grandes cineastas.
Felices sueños comienza donde comienzan casi todas las películas modernas: érase una vez un hijo y una madre, y érase la misma vez un padre ausente. En las últimas semanas me he visto Le fils de Joseph, Arrival y (hasta cierto punto) Jackie con un punto de partida similar: una esfera cerrada en la que conviven madre e hijos y de la que está excluida, por muy diversas razones, la figura paterna. Luego los desarrollos difieren, muere la hija, muere la madre, el padre reaparece o la puesta en escena lo oculta.
En Felices sueños la madre está marcada por el estigma de la muerte, pero para el hijo brilla con el fulgor de la imago primordial. Esa imago desaparece y el sujeto se queda colgado. Hay que decir que The searchers también comenzaba así, pero allí estaba Ethan Edwards para llevarse a Martin de paseo iniciático por el desierto para posibilitar que otro objeto de deseo se hiciera visible y deseable. Como Bellocchio es un director moderno, Massimo, su protagonista, no tiene tanta suerte y se tiene que conformar con un padre de andar por casa, que intenta entretenerlo llevándolo al fútbol pero que es incapaz de cortar el lazo incestuoso y siniestro que le une con su madre muerta (lo más parecido que se encuentre en su camino es un cura bastante presentable que le intenta anclar en el principio de realidad).
¿Qué pensar de Elisa/Berenice Bejo?¿Es la vía objetal mediante la que Massimo escapa a su impasse? Pues no está muy claro, a tenor de esa escena alucinada en la que ella pone en escena el fantasma de la muerte de su madre en clave acuática, el plano final vendría a indicar un fracaso en ese sentido.
Por si no ha quedado claro, que quede dicho que Felices sueños me ha encantado.