martes, 29 de septiembre de 2009

Fotos camino del Kursaal







Más protagonitas de Sanse


Gemma, a pesar de tener que lidiar con la prensa (internacional, pero no creo que sea mejor que la española), lleva siempre la sonrisa puesta. Koro también es estupenda, pero declinó el ofrecimiento de quedar inmortalizada en el blog.



El último día de los Encuentros Zabaltegui Juan Zavala tenía a un chino y a Terry Gilliam en el club del Victoria Eugenia, por lo que Alberto y yo comentamos que el chino, probablemente director de su primera película, se sentiría cohibido. Salí a hacer una llamada y a la vuelta Alberto me contó que el chino "novato" era Johnnie To. Total, broche de lujo para los encuentros y foto de despedida, y a esperar que el año que viene podamos repetir los mismos.



RNE se llewvó su camión un día para hacer al lado de la playa varios programas sobre el Festival. Aquí se ve a Ana Belén, feliz de contar que Oceanworld es un rollo, como todos los documentales de bichos.


Jesús Generelo probablemente le estaba preguntando al espejito mágico de nuestros días (o sea, el portátil) si sería suficiente con hablar de 895 películas españolas, argentinas, colombianas, chilenas y uruguayas para cubrir el espectro del cine hablado en español para Versión española. O a lo mejor se interrogaba por la razón por la que en el mundo existen psicópatas, asesinos, camareros maleducados y cámaras de TVE.



Madres en Sanse


Igual que los parques se han llenado de bugawoos, las pantallas del festival se han llenado de embarazadas. No sé si debido a la doxa contemporánea o a una mala lectura de los evangelios, los que no aparecen por ningún lado son los padres: en el caso de la peli de Ozon (lo cuento porque es la primera secuencia de la peli) Melville Poupaud tiene el detalle de palmarla de una sobredosis en cuanto puede, para ser sustituido por quien aparentemente es su hermano, pero que en realidad es un arcángel (gay, por supuesto, aunque es tan molón que si hace falta echa una mano para cubrir necesidades afectivas) que acumula todas las virtudes para ser el padre ideal, dado que los heterosexuales son necesarios para la procreación pero todo el mundo sabe que son un desastre para todo lo demás. Viendo lo poco que le interesa a Ozon el cuerpo de la mujer embarazada no se sabe muy bien para que ha hecho esta película, pero bueno.
En Mother & child hay un padre biológico bastante presentable, pero la prota se lo quita de encima porque ya se sabe que la experiencia del embarazo es exclusivamente femenina. Aquí hay una dimensión directamente milagrosa en la concepción (la mujer se queda embarazada aunque se hizo una ligadura de trompas a los 17 años), que viene a cumplir una misión castigadora/redentora que rechina un poco.
Lo curioso es que, a pesar de esta carencia la visión que en estas películas se da del proceso de gestación tiene un aspecto bastante masculino, en el sentido de que se echa en falta más la experiencia corporal, matérica, de la transformación del cuerpo (si bien debo reconocer que si yo hiciera una peli sobre embarazadas me pasaría lo mismo). En ese sentido lo más radical que se ha podido ver en el festival han sido los recuerdos que desgrana la madre de Lluis Miñarro en Family strip: su narración de como tuvo que dar a luz por primera vez bajo los bombardeos de Barcelona, de su anhelo de tener un hijo en su regazo (lo único que la hacía feliz), del desconocimiento absoluto sobre fisiología que tenía o de como hacía trampas para quedarse embarazada borra de un plumazo los relamidos planos de Ozon y García.

lunes, 28 de septiembre de 2009

Les anges exterminateurs


Tenía dos entradas para ver esta película que, al parecer, dio algo que hablar en los mentideros franceses, y no convencí a Mercedes para que se viniera a verla, y más tras el fiasco de Trouble every day, en la que no consiguió entrar de ninguna de las maneras. Con esa vocación filantrópica cinéfila que me adorna me fui a la taquilla para dejar la que me sobraba para algún espectador interesado, y allí justo delante de mí una mujer se retiraba decepcionada porque las localidades estaban agotadas, que eso tiene un festival de cine, que a la gente le entra la fiebre y hasta Garrel cuelga el cartel de completo. Pues muy contenta se puso, pero le pregunté si le podía hacer una foto (para el blog), me contestó con un no rotundo y se marchó escopetada, temiendo tal vez que fuera una versión hispana y fotográfica del protagonista de esta peli, en la que un director de cine se dedica a hacer castings en los que pide a las actrices que le cuenten sus fantasías sexuales.
En la sala me senté al lado de la chica que maneja los rótulos electrónicos (foto del ordenador que manipula), y gracias a ella y a sus resoplidos durante la proyección puedo atestiguar de que Brisseau fracasa a la hora de intentar llevar a la pantalla una representación directa del goce femenino. Tal vez sea una propuesta fallida deliberadamente, dado que lo que vemos es que, finalmente, lo que las actrices ponen en juego tienen más que ver con fantasías masculinas que con lo que una mujer pueda desear realmente.
Otro tema caro a este blog y que aparece en el film es el de la inscripción de la figura del realizador en el cine contemporáneo, que a la postre acaba fallando a sus personajes, a los que deja a la intemperie tras haberles colmado de expectativas. Brisseau introduce una trama fantástica (lo más flojo del film) en el que las ángeles del título vengan la osadía del realizador al transitar por terreno prohibido (el goce femenino), un poco como Tiresias fue castigado con la ceguera por confesar que el goce femenino es muy superior al femenino.
En cualquier caso con este título terminaba el catálogo mínimo de películas que quería ver en el festival, que incluían Yuki & Nina, Hadewijch, Trouble every day y ésta, bien entendido que hay varias que esperaré tranquilamente a que las estrenen, como la de Jarmusch o la de Woody Allen, al parecer muy divertida, y que este octubre el ciclo de Richard Brooks (del que sólo recuerdo haber visto películas en televisión, nunca en una sala de cine) se viene a la filmoteca.

La otra mirada (embelesada)


Me gustó tanto la foto en la que Mónica me miraba arrobada que he decidido iniciar un género que se podría titular "Mujeres me miran" o alguna horterada por el estilo. Mónica lo hizo de manera espontánea, pero no tengo problemas en pedirle a mis compañeras de plano que me miren mientras yo miro a la cámara. Aquí estoy con la gran Montse Abad, directora de TVE en San Cugat e infatigable jurado del premio La otra mirada, que este año ha ido a parar a Precious, uno de los filmes que han salido reforzados del festival tras su triunfal pase para el público, con el director y la prota abrazados y llorando en el escenario donde se acababa de proyectar . Yo no la he visto y tengo bastantes prejuicios contra ella, y más después de ver que se ha llevado el premio del público (en unas votaciones en las que Yuki & Nina han quedado en último lugar!)

Abbas a la playa


En esta actitud meditabunda y reconcentrada me dejó la lectura del Palmarés de este año. Es sabido, por ejemplo, que los premios de Cannes deben de ser algo así como secreto de estado, porque nadie los conoce hasta la gala de clausura. En San Sebastián, sin embargo, es suficiente con pasarse la noche anterior a la entrega de premios por el Aldanondo para ver a quién le ha caído un galardón. El sábado por la mañana ya son muchos los que tienen la quiniela definitiva en sus manos, pero como yo iba a hablar sobre mis favoritas en el programa de radio de la gran Conchita Casanova preferí ir sin saberlo. Estaba convencido de que la china se llevaría la Concha de Oro y de que Darín el premio de interpretación, y lo de Lola Dueñas ya era vox populi. Mi esperanza era que Hadewijch se llevara, como siempre le pasa a Dumont, el Especial del Jurado, una categoría que parece diseñada para él, pero al final Cantet decidió premiar a la Armada Francesa en la persona del inane de Ozon


Al final la china ganó y Pablo Pineda, el chaval con síndrome de Down que sale en Yo, también, se llevó el de interpretación masculina en una decisión discutible que fue abucheada. Alberto siempre dice que le parece absurdo que los premios de interpretación recaigan en niños porque no hacen una labor propiamente interpretativa, y lo mismo se puede decir de disminuidos psíquicos; en cualquier caso los méritos recaen en el director de los actores. Argumento irrebatible que subscribo citando la fuente. El secreto de sus ojos, película que gustó mucho y ha salido bastante reforzada del certamen y contaba como favorita, se ha ido sin nada pero con una ola de opinión muy a su favor. La verdad es que no me imaginaba al plantel de competentes directores que estaba en el jurado premiando una peli con tantas debilidades de puesta en escena. Rebollo se llevó varias cosas aunque la peli no ha gustado nada a la crítica española, aunque tiene muchas fans foráneos, tal vez porque no tengan prejuicios sobre Carmen Machi y no sepan lo que es Lavapiés. Poco más, la Seción oficial ha sido floja y los premios no tenían demasiado interés, hasta Blessed cazó algo por guión, Ozon fue aplaudido discretamente y City of Life and Death se llevó la mayor ovación de la tarde, aunque alguno la definía como un publirreportaje nacionalista del gobierno chino.

Mujeres en sanse


TVE presentaba una tv movie en el teatro Victoria Eugenia, y de esta guisa me encontré a mis compañeras de producción cuando me acerqué a ver como se preparaba el fotocall, o sea, pegadas al móvil y reconcentradas en su labor, sobre todo Mercedes, que se toma a pecho hasta la búsqueda de una botellita de agua. Yolanda se estrenaba en el festival y se lo ha pasado como los indios, y eso que no ha querido perderse nada (de curro, porque no ha dejado ver su esbelta figura en nin´guna fiesta) y ha hecho jornadas de tropecientas horas. Yo aproveché lo de la gala de presentación para acercarme a ver Les anges exterminateurs, de Brisseau, que se pasaba a la misma hora.



Inma posa con actitud de paciencia infinita mientras al otro lado de la pared Alberto entrevista a Terry Gilliam. Mi mujer también se lo ha pasado muy bien en su visita al festival, aunque le parece increíble que nadie aguante el ritmo festivalero durante casi dos semanas.


Aunque parezca inverosímil Ainhoa (la responsable de producción de informativos que ha venido de Bilbao para aguantar a José Fernández y Carlos del Amor) luce esta esplendorosa sonrisa el último día del Festival. También ha sido su primer año y ha tenido que trabajar sin ayuda de los informativos madrileños, si bien hay que reconocer que los redactores que le han tocado en suerte son unas máquinas y bastante autosuficientes. Total, otra chica que ha disfrutado con la experiencia, aunque no ha podido verse ninguna película (la sacaron del pase de Blessed a las nueve y media de la mañana a base de peticiones sin fin, eso que ganó) y ha debido hacer jornadas de 15 horas. Pero reconoce que volvería el año que viene (como casi todo el mundo)


Vuelta de Sanse

Ya estamos en Madrid, claro, y acabamos de descargar los camiones de material, queda hacer varios recuentos de lo que se ha quedado atrás, aunque lo único preocupante es el accidente que sufrió un cámara (Sergio) de vuelta del festival, que se encontró con una furgoneta casi parada y tuvo que dar un volantazo para acabar en un hospital de Vitoria.
Ayer cargamos los camiones en el Kursaal y vimos que nos había desaparecido un monitor de tubo antediluviano; estamos buscando el autor del latrocionio para darle una medalla. Mercedes perdió el móvil, con lo que se quedó pálida para el resto de la semana, aunque apareció en la cabina de un camión.
En una cafetería de carretera atendida por una especie de marciana arbetzale nos paramos a tomar un plato combinado; lo bueno del país Vasco (y del norte de España en general) es que en (casi) cualquier sitio se come bien.



Esta cara tenía Mikel Olaciregui tras la proyección de gala de Mother and Child, y por lo tanto con el festival ya terminado. A Alberto le había gustado la película de Rodrigo García, por lo que me animé a verla. A mi mujer le gustó, pero a mí me escama esa estructura de historias paralelas de las que se cuentan pinceladas, lo que queda resultón pero le evita al director afrontar secuencias complicadas, que quedan siempre para el limbo de las elipsis. Y luego tiene un rollito New age sobre embarazos redentores que no me convence, pero eso lo dejaré para otra entrada en la que hable de como el baby boom ha llegado a la pantalla.
Naomi Watts estaba irreconocible, así que no me di cuenta de que era la extraña y maquilladísima rubia que me sonrió a la salida de los servicios de la zona de camerinos (porque casi se choca conmigo). Unos minutos antes Pilar López de Ayala preguntaba al aire que la rodeaba si la gala empezaba ya, y en representación de ese mismo aire contestaba yo con pasmosa seguridad que sí, con lo que me preguntó si tenía tiempo para entrar al servicio, y con la misma seguridad le dije también que sí, erigido en ese momento en autoridad (el Otro lacaniano). De lejos vi a Leonor Silveira, y con esto termino el capítulo acerca de como Abbas se codeó con las estrellas en Sanse.

miércoles, 23 de septiembre de 2009

Pulsiones en Donostia


El señor que posa con cara de circunstancias al lado de mi sonriente persona es nada más y nada menos que Bruno Dumont, del que Yolanda dice que es muy atractivo y que tiene unos ojos preciosos, y yo que ha traído la mejor película del festival. Alberto le hizo la entrevista y me dejó hacerle un par de preguntas, que giraban en torno a los temas de los que hablaba en la entrada del blog.
Pero la película tiene mucho más, un prodigioso tratado sobre la luz (ese sol que se apaga cuando la protagonista toma su decisión "demoníaca"), una reflexión sobre la encruncijada "imposible" de la experiencia religiosa, que se agosta dentro del marco de la institución y que puede devenir delirante si se deja desatada a la pura subjetividad.





Es tradición del equipo de producción en el Festival de San Sebastián el verse una película juntos; la elegida este año ha sido Get low. Una tradición secundaria dice que nos quedamos fritos viéndola, pero a mis compañeras les gustó y el único que aprovecho la oportunidad para la siesta fui yo. Lo que veía cuando abría los ojos no me animaba a despertarme, pero como mis compañeras son relativamente novatas en los festivales de cine no saben que el sueño de un cinéfilo en una sala es sagrado, y que si uno se duerme es para no ver el rollo que están pasando. Aquí nos desayunamos con las delirantes críticas de Boyero para alegrarnos el día, pero tengo que reconocer que la de este ladrillo es perfectamente compartible.
Unas horas antes me había llevado a Mercedes a ver Trouble every day, un film de Claire Denis que pensaba que podría interesarle, con ese lado "sensorial" que tienen los filmes de la directora francesa y ese punto gore que tiene este en particular. Pues no, Mercedes salió calificando la peli de truño absoluto. A mí me gustó, el cine francés parece que se ha instalado definitivamente en el terreno de la pulsión inarticulable; como decía Mercedes aquí la banda sonora son gruñidos, algo previo a la palabra articulada, de la misma manera que los encuentros sexuales acaban en el canibalismo.




Aquí un par de redactores de informativos. Esta mañana me he encontrado a Ainhoa en el hall del Victoria Eugenia, donde proyectaban Blessed, ella porque la estaban llamando y yo porque la peli era insoportable, el típico cruce entre el universo arrasado de los adolescentes de Larry Clark y la incompetencia visual de muchos directores que vienen del campo de la publicidad.




Esta hermosísima mujer que me mira embelesada es Mónica, legendaria jefa de prensa de Alta que hoy se dedica al lucrativo negocio de promocionar desde el festival de Las Palmas a Brillante Mendoza, Apichatpong Weerasethakul o Jia Zhang Ké, directores todos ellos que rompen las taquillas de nuestro país. Hoy nos hemos acercado a saludarla al salón donde presentaban el festival y Mercedes, gran fan de Svenmaker, ha decidido que el año que viene tenemos que ir a cubrirlo sí o sí.

martes, 22 de septiembre de 2009

Hadewij

Teníamos la mosca detrás de la oreja por el hecho de que Dumont se trajera su última película a San Sebastián. Al fin y al cabo ha ganado un par de premios del jurado en Cannes, y en España no se ha estrenado ninguna de sus anteriores películas, y no parece que ésta vaya a ser la primera en hacerlo. Pero no hay problema, Hadewij es magnífica, con ese mundo dumontiano habitado por la pulsión y también por la gracia, donde todo parece estar a la espera de la llegada de una Palabra verdadera, la que anhela desesperadamente la protagonista de la película, una mística medieval transportada al París de nuestros días. Su sed desesperada de Amor Divino no encuentra otro cauce para manifestarse que su entrega a un gesto absoluto, que en nuestros días no puede ser más que de aniquilación.
Dumont no ha perdido su maestría para filmar el deambular de los cuerpos por impresionantes paisajes, pero aquí ambién se atreve con la ciudad. También el bressonismo más desaforado corre por sus fotogramas (Alberto y yo hemos jugado a enumerar las pelis citadas, empezando por Los ángeles del pecado, de la que somos grandes fans), y por tener tiene uno de esos finales cuyo secreto parece guardar el director francés, en el que un mínimo gesto parece encerrar en su fragilidad redentora todo el secreto de la Gracia (en su sentido teológico) del mundo.

lunes, 21 de septiembre de 2009

Sólo cine





He visto dos películas que giran en torno a la maternidad, Le refuge, de François Ozon, y Family strip, de Lluis Miñarro. La primera transcurre en los mundos de Yupi, aunque según los títulos de crédito aquello es el País Vasco francés: una embarazada (ex)yonqui se pasa su embarazo en una casa de turismo rural rodeada de los paisajes más hermosos que uno se pueda imaginar y bajo el cuidado de su cuñado gay/guay, que por supuesto es el mejor padre para el niño. Aparte de parecer una campaña de publicidad de Zerolo, Le refuge demuestra que a Ozon se le da mejor (o pone más ganas en) rodar los cuerpos masculinos que los femeninos.

Family strip es una grabación casera en la que Miñarro le saca a sus padres recuerdos de su juventud mientras les pintan un cuadro, regalo del aniversario tropecientos de su boda. Bueno, en realidad quién habla es la madre, que se come todo el espacio familiar y desgrana hilarantes (o terroríficas) anécdotas sobre el conocimiento que las mujeres tenían de su cuerpo



Este año han prohibido sacar fotos y grabar imágenes desde el hall del hotel María Cristina, uno de los infinitos palacetes que hay en esta ciudad y el hotel de lujo de la villa. A mí me costó una regañina (suave) captar el sublime momento en que Jarmusch hacá acto de presencia para presentar Los límites del control, película que como todo el mundo sabe ha rodado en España.





Así de encantado posa el oso de la mano de Belén; la foto la tomé mientras Mercedes entraba a comprar algo. Poco más se puede añadir.



Mercedes muy feliz porque tiene un ordenador a mano, y al fondo Alberto, en nuestro despacho subterráneo de producción, donde pasamos las horas sin que nos demos cuenta.

domingo, 20 de septiembre de 2009

Más Sanse

Como rito de iniciación gastronómico ineludible me llevé a mi hermano a la mítica hamburguesería Va bene tras la gala y la proyección de Chloe, la película de Egoyan que ha abierto el festival y que la mitad de los espectadores ha encontrado fascinante y turbadora y la otra mitad ha considerado un telefilm de sobremesa. Yo estoy en el segundo bando, aunque parafraseando a Woody Allen diría que como telefilm de sobremesa es de los mejores.
Aunque el punto de vista es el de Julianne Moore, una ginecóloga que se sorprende de que tras tropecientos años de matrimonio folle menos con su marido que cuando eran jóvenes y enamorados, la primera secuencia del film corre a manos de Chloe, una especie de hada erótica que confiesa su naturaleza fantasmática al contar que se dedica a decir a los demás lo que quieren oír. El caso es que Chloe, no se sabe bien por qué, se encapricha de la ginecóloga, que ha debido de leer a Cervantes y en consecuencia le encarga que le tire los trastos al marido a ver si cae en la tentación. Así que aprendemos que lo que pone cachonda a la Moore es que la otra le cuente que su marido se cepilla a todas las jovenciatas con las que se cruza, pero uno como espectador avispado se huele que hay gato encerrado y desconfía de las trampas de la enunciación. Total, aquello es una mezcla de Sospecha y Teorema, con la Chloe poniendo patas arriba libidinalmente a la familia para luego desaparecer literalmente volando (bien es cierto que hacia abajo) y dejando a todos más unidos que nunca.



Tiempo gris en San Sebastián, lo que no ha impedido que la inefable ministra de Cultura se venga con su colección de quimonos y una corte de lo más extensa, se ve que si no hay playa sí hay comida; entre los que andan por aquí de encuentra el peculiar Bonilla, jefe de gabinete, el que lo primero que izo al llegar a su despacho fue instalarse una ducha, que igual no tiene agua caliente en casa.



Los afortunados (entre los que me encuentro) que asistieron al pase de la maravillosa Yuki & Nina en el Teatro Victoria Eugenia; para los que no pueden venirse a Sanse estos días una buena noticia, Intermedio va a distribuir el film en salas. La película cuenta desde el desconcertado punto de vista de una niña el proceso de separación de sus padres, francés él (Hippolite Girardot, codirector del film junto a Nobuhiro Suwa) y japonesa ella. La película posse la riqueza acústica del director japonés y una de las secuencias más hermosas de los últimos años, que aquí no cuento para que la disfruten los futuros espectadores. Como en minutos me voy a los encuentros Zabaltegui a escuchar al propio Girardot no digo más en esta entrada.




Juan Zabala entrevistando al equipo de Norteado en el primer encuentro Zabaltegui del Festival. La foto no está desenfocada, es que es artística. A Alberto le ha gustado este film mexicano que ganó el premio En construcción el año pasado.



Dos de las personas claves de este Festival: las encargadas de repartir los clips para las televisiones. Por motivos ignotos tal vez crean que soy alguien importante y me guardan las novedades, aunque es posible que todo sea simplemente fruto de mi magnetismo personal.

Para luego una semblanza de Le refuge, la última trivialidad decorativa del decorativo Ozon, y más anécotas del festival.





viernes, 18 de septiembre de 2009

Egoyam sin imágenes

El día de la inauguración la visita meteórica de Brad Pitt para estar en la rueda de pensa de Inglorious bastards ha acaparado todos los focos, como se dice en la jerga periodística, pero la que inaugura el Festival es Chloe, del canadiense venido a menos Atom Egoyam, y cuyo rasgo más destacado es que se ha venido a abrir el festival sin una triste imagen, y con prohibición expresa de utilizar lo que han enviado para la gala; debe de ser el último grito en marketing. Como me he perdido el pase de prensa tendré que comentarla de oídas, vamos, como si fuera un crítico de cine de verdad.

miércoles, 16 de septiembre de 2009

Primer(os) día(s) en Sanse


Encontré esta peluquería en medio de una selva de tiendas carísimas, los simpatiquísimos dueños me contaron que el local es peluquería desde 1864, y lleno de orgullo me contaron que nunca ha sido otra cosa. Hablamos de cine, y el señor mayor me contó que para actores, los de antes, y que hoy sólo se hacen películas para televisión, ante lo que no pude más que darle la razón.


Montaje de la PEL con la que grabaremos los encuentros Zabaltegui en el club del Teatro Victoria Eugenia. Esta año repite Juan Zavala, ayer me dijeron que quieren que Tarantino venga mañana al primer encuentro.


Vista desde mi habitación, con Inma en la balaustrada. Este día hacía bueno.


El rito nocturno obligado: nuestras primeras hamburguesas en el Va Bene (Susana, sujeta la envidia). También hemos tenido súper cenorrio con besugo compartido con Alberto en el Aldanondo, que no todo van a ser bocatas.



Todo el equipo de producción (menos Carmen)!



viernes, 11 de septiembre de 2009

Ian McKellen


Al parecer los principales méritos cinematográficos de Ian McKellen son haber aparecido en dos de las sagas más aparatosas y aburridas de los últimos años, que no han sido precisamente parcos en muermos de esta índole: los X-Men y El Señor de los anillos, donde hacía de uno de esos personajes con barba larga y poderes mágicos. También le dieron un premio en algún sitio por Dioses y monstruos, película que no he visto, y ha hecho un montón de teatro, que en Inglaterra es como decir Shakespeare, pero supongo que por eso no le habrán dado el Donostia. Al final de la página informativa del Festival de Cinese nos dice que hace un par de décadas "reveló" su orientación sexual; como no fue a mí a quién se lo contó desconocía que Ian McKellen era homosexual, si bien parece un dato algo raro para justificar un premio.
La otra noticia del día es que han firmado las dietas, que es siempre el gran suspense a estas alturas de la temporada. Ha sido un poco frustrante porque estábamos haciendo un listado de brutales represalias que íbamos a tomar si empezaban a ponernos pegas, y cuando nos han dicho que todo se ha solucionado pacíficamente hemos tenido que cambiar de objetivo de nuestros denuestos, si bien cuando uno es funcionario desarrolla una capacidad para la crítica gratuita sorprendente.

Los paraguas de Cherburgo



Décadas después de un visionado olvidado en la filmoteca me vi ayer de nuevo Los paraguas de Cherburgo, arrastrado por lo estupenda que me pareció Piel de asno. La edición de Divisa, a partir de una copia restaurada del film (de la mano de Agnes Varda, infatigable ciudadora del universo Demy), es extraordinaria, con todos los colores en pleno apogeo. Y el film me ha parecido un logro absoluto, con esa arriesgada mezcla de melodrama musical que tiene lugar entre la clase obrera de una ciudad de provincias, y que puede considerarse una de las mejores películas que se hicieron en Francia sobre la guerra de Argelia.
La convicción con la que se lanza Demy a este descabellado y exitoso empeño es contagiosa, uno de los muchos placeres que depara el film tiene que ver con el "trabajo" que se aprecia en él: cada detalle de los decorados, cada coreografiado movimiento de los figurantes, cada refinado movimiento de cámara, a la vez discreta y sofisticada.


Valga como ejemplo la despedida en la estación: en un sólo plano la cámara acompaña a los protagonistas, él se sube a su vagón, rumbo al acuartelamiento de su regimiento, con el que partirá a una Argelia en ese momento en plena ebullición independentista. El tren se pone en marcha y la cámara con él, la figura de Genevieve se va haciendo cada vez más pequeña, al final el tren también sale de campo y lo que queda es un gran espacio gris y desolado.

Los paraguas de Cherburgo es una de las grandes películas que se han hecho sobre el primer amor, ese momento en que uno cree recuperar el esplendor imaginario de la imposible imago primordial, y cuyo desmoronamiento deja ese espacio arrasado de la pérdida y separación. Los dos protagonistas deben conformarse con una pálida copia de su objeto de deseo, si bien Demy tiene cuidado en elegir a sendas parejas más que presentables (el hombre acaudalado que no duda en convertirse en el padre de un niño que no es suyo, la joven que cuida infatigablemente de la madre/tía del protagonista mientras éste está en Argelia; al fin y al cabo las parejas "elegidas" desde el principio por las respectivas madres -ya que aquí no hay padres para los protagonistas-).

Sabemos por el psicoanálisis y por Hitchcock que el espacio del objeto absoluto es inhabitable y aniquilador para el sujeto, pero que su pérdida deja un vacío que nunca vuelve a ser ocupado plenamente por otra persona ( lo más parecido a esa plenitud es, precisamente, la fascinación del primer amor, antes del encuentro sexual, que también aparece en la película). La vida "adulta" se desarrolla en ese mundo vacío en el que uno acepta la limitación del otro, una de las razones por las que tenemos a menudo esa sensación de vivir "exiliados". En este sentido podemos considerar que Los paraguas de Cherburgo tiene un tristísimo final feliz: la vida es así, y tenemos suerte de que demy lo cuente de manera tan hermosa.



jueves, 10 de septiembre de 2009

La inevitable levedad de la transgresión



Comienzo esta entrada por el fin de semana pasado, en el que me vi Piel de asno, una demostración de que incluso alguien tan "auténtico" como Demy tuvo que plegarse a los aires desmitificadores de la época. La película se toma en serio, desde luego, el cuento de Perrault, pero parece que va de suyo que algún rollito transgresor había que meter, como el lado ligón del hada madrina o el helicóptero en el que aparecen el rey y su novia al final del film; nada que moleste mucho (lejos de la infamia ignominiosa/ignominia infame de la saga Shreck, por ejemplo) pero que viene a demostrar el axioma de partida de este blog de que toda variación perversa es más blanda que la norma de la que se aparta, axioma que tomo de Freud, para que no se diga que me invento las cosas. Chorraditas aparte, Piel de asno es un éxito en su aproximación al universo del cuento de hadas y un festín para la vista, atrapada por esos efectos especiales de la época predigital, cuando las cosas todavía tenían peso en la pantalla.
El referente obvio de este film es, por supuesto, la adaptación que Cocteau hizo de La Bella y La Bestia en el 46, pero que preparó bajo la ocupación alemana. Me encontré con este film también en el material extra de La banda de las cuatro; al parecer uno de las razones por las que Rivette se hizo director fue por la lectura del diario de rodaje de esta película, de la que tenía un vago recuerdo de un pase televisivo.



Me fui al Instituto Francés con la esperanza de encontrar ese diario, pero lo que me encontré fue la película y el Journal escrito por Cocteau bajo la ocupación. La Bella y La Bestia me la vi anoche, y resultó ser lo que recordaba, una adaptación bastante fiel del cuento de Madame de Leprince Beaumont con una escenografía desmelenada, nunca mejor dicho. Las escenas de Bestia y Bella son estupendas, con ese gatazo que encarna el paso de la pulsión al deseo articulado, las escenas de la familia tienen un tono cómico que le van bien a la historia, y la metamorfosis final del bicho en príncipe es un desastre absoluto, y Cocteau debía de ser consciente de ello.
El Journal son más de 600 páginas que no me voy a leer, pero como tiene índice onomástico me fui a buscar las entradas de Junger, que se ve que le pirraba al escritor, esos alemanes tan cultos y refinados y francófonos a los que podía ilustrar sobre los pasadizos más recónditos y refinados de la literatura francesa. También habla de Bresson y su colaboración en el guión de Las damas del Bosque de Boulogne, cuyos diálogos escribió, comenta lo difícil de rodar cine en esos tiempos, con los americanos recién aterrizados y arramblando con la bobinas de película virgen más en condiciones. El resto deben de ser reuniones y veladas y cafés y ensayos y preparaciones, un diario con un punto obsceno.



miércoles, 9 de septiembre de 2009

La utopía según Rivette



La banda de las cuatro transcurre en dos espacios, un escenario donde una misteriosa y estricta profesora de interpretación instruye a un grupo de jóvenes actrices, y la casa donde viven cuatro de las chicas que acuden a esas clases de teatro. En el teatro se desarrolla la verdadera vida, la de los grandes textos clásicos (Racine y, sobre todo, Marivaux, que tiene pinta de ser el autor favorito de Rivette), y en la casa, ese rollo que es la vida cotidiana, la de la trivialidad de las apariencias y los enredos, se infiltra en forma de molestas presencias masculinas que enturbian la apacible vida de las ninfas, algo que en cualquier caso es necesario para que surja una posibilidad de relato y una oportunidad para filmar durante un buen rato a esas chicas ensayando o tomando cafés.
Rivette las suele filmar en planos generales y de grupo, lo suyo es la estética proustiana de las jeunes filles antes de que emerja la figura de Albertine; La banda de las cuatro es lo más parecido al paraíso que el director haya filmado (que yo sepa), espacios en los que sólo habitan jóvenes gráciles e inteligentes, aisladas, hasta donde es posible, de esas amenazas que son los hombres y la ficción, que vienen a ser más o menos lo mismo. Ese intruso que se mete con astutas artes en la casa de las cuatro jóvenes, de nombre cambiante y biografía variable, viene a ser una encarnación del deseo de Rivette, compartir espacio y vida con las adorables criaturas, que harán todo lo posible para quitárselo de encima y poder reposar de nuevo en ese espacio dedicado exclusivamente a las mujeres y a la palabra.

martes, 8 de septiembre de 2009

400 entradas

"Algunas veces tomo el papel como una cosa boba, que ni sé qué decir ni como comenzar"

Santa Teresa, Las moradas

Para conmemorar el feliz evento de haber alcanzado tan altísimo número de entradas, lo que da prueba de la perseverancia del equipo redactor, con el carismático Abbas a la cabeza (o sea, yo), y también para celebrar el cumpleaños de Mercedes, que es hoy (que es como decir que como el Pisuerga pasa por Valladolid), vamos a comenzar la serie de artículos que dedicaremos al Festival de San Sebastián, pensados específicamente para solaz y envidia de Susana, que en su recién estrenado papel de feliz y posesiva mamá se perderá este año el certamen donostiarra, cuya principal característica es, tal vez, el tener la sección oficial más aburrida que recuerdan los tiempos, con un Dumont que se les ha debido de colar por error.

Lo primero que contamos es que Brad Pitt, aunque se paseará por la alfombra roja el día de inauguración con la excusa del pase de la formidable Inglorius bastards, ha declinado gentilmente el inmenso honor de recibir un Donostia, con lo que a día de hoy no sabemos todavía a quién le ha caído tan peculiar galardón.


Para compensar, nada más y nada menos que Leonor Silveira (que como todo el mundo sabe es la actriz más hermosa del planeta) formará parte del jurado, con lo que tendré la oportunidad de encontrármela por el María Cristina (también Gasset anda de jurado en Zabaltegui)


Con las rebajas de última hora por Días de cine sólo va Alberto Bermejo, y por Versión española Jesús Generelo; mejor pocos y bien avenidos, a la espera de ver que pasa con Cayetana.

viernes, 4 de septiembre de 2009

La raza feliz


Acabo de terminar un relato de la antología 'Visiones peligrosas' de Harlan Ellison (sí, Enrique, esa que me despreciaste ayer) y quiero transcribir una de las valoraciones que, al final de cada texto, hace el propio autor. Este es John T. Sladek, hablando sobre su cuento 'La raza feliz', publicado en 1967:

"La raza feliz plantea una versión de lo que me gusta calificar de Horrible Utopía. La obra de Ionesco La soprano calva había mostrado ya un mundo sin mal. En cierto sentido, ese fue mi modelo; intenté mostrar un mundo sin dolor. En ambos casos se obtiene el mismo fenómeno: sin mal o sin dolor, las preferencias y las elecciones carecen de sentido; la personalidad se difumina; los personajes se funden con su entorno, y el pensamiento se vuelve superfluo y desaparece.
Creo que esos son los resultados inevitables de la consecución de la Utopía, si cometemos el error de asumir que Utopía es igual a felicidad perfecta. Después de todo, existe un centro del placer en la cabeza de cada uno. Insertemos un electrodo en él, y presumiblemente conseguiremos una felicidad constante y perfecta al coste de un centavo de electricidad al día. Si no de felicidad, entonces ¿de qué material construiremos nuestra Utopía? ¿La evitación del dolor, quizá? ¿La perfecta seguridad contra la enfermedad, los accidentes, los desastres naturales? Obtendremos eso únicamente al precio de perder el contacto con nuestro entorno..., en última instancia al precio de perder nuestra humanidad. Nos veremos "eterizados", en los dos sentidos que da Eliot a la palabra: aturdidos e irreales.

Para algunos, esta historia puede parecer en sí misma irreal e hipotética. Sólo puedo señalar que docenas de firmas electrónicas están actualmente inventando y desarrollando nuevos equipos de diagnóstico; dentro de poco tiempo los médicos dependerán casi por entero de las máquinas para obtener diagnósticos certeros. No hay razón alguna para que debamos detenernos ahí, o en ningún otro punto antes de llegar a los médicos mecánicos. Si elegimos construir máquinas que nos curen, debemos estar seguros de que sabemos qué poder les estamos dando y qué es lo que les pedimos a cambio. En La raza feliz el agente a través del cual el mundo anestésico surge a la vida es una especie de genio, el Esclavo del Aprietabotones. Es un genio de mente literal, y nos proporcionará exactamente lo que pidamos, ni más ni menos. Norbert Wiener hizo notar la semejanza entre el comportamiento de las máquinas de mente literal y el de los agentes mágicos de los cuentos de hadas, mitos, historias de fantasmas e incluso chistes modernos.

Sémele deseaba que Zeus hiciera el amor con ella exactamente igual a como lo haría con una diosa... pero resultó que él lo hizo con el rayo. El aprendiz de brujo pensó que ya estaba harto de ser el ayudante del mago. Wells escribió acerca de un empleado más bien estúpido que detuvo repentinamente la rotación de la Tierra. En un extremo del espectro figuran historias de horror como The dancing partner (La pareja de baile) o The monkey's paw (La pata de mono), y en el otro la broma de Lennie Bruce acerca del hombre que deja un genio a cargo de su tienda, y el primer cliente le pide al genio: "Hazme un chocolate malteado".

Si decimos que realmente deseamos salud, seguridad, vernos libres del dolor, debemos estar dispuestos a dar a cambio nuestra individualidad. El uso de cualquier herramienta implica una pérdida de libertad, como señalaba Freud en El malestar de la cultura. Cuando el hombre empezó a utilizar un hacha de mano perdió la libertad de andar a cuatro patas; y lo que es más importante, perdió la libertad de no usar el hacha de mano. Ahora hemos perdido la libertad de no utilizar los ordenadores, y ya no es cuestión de darles poder sobre nosotros, sino de cuánto poder, de qué clase, y cuán rápido capitularemos ante ellos.

En una ocasión un profesor de la Universidad de Minnesota me habló de un fin de trimestre en que iba retrasado en la confección de notas. El secretario del departamento no hacía más que llamarle, preguntándole si aún no estaba listo para dar las calificaciones. Finalmente le llamó un empleado de la administración. Al saber que las notas aún no estaban listas, el empleado dijo exasperado:
- ¡Pero profesor, las máquinas están esperando!
Sí, ciertamente, están esperando".



¿Qué os parece esta reflexión de hace 42 años? ¿Demasiado pesimista y apocalíptica? Pasando por alto la incongruencia de que estoy haciendo llegar este alegato anti-máquina mediante una máquina, creo que es necesario reflexionar y poner un límite a nuestras concesiones a los ordenadores, porque me temo que este texto es 'historia antigua' en el sentido de que ya se han cumplido muchas de sus predicciones. Una de las primeras cosas que hacemos en el día es encender un ordenador, en casa o en el trabajo. Y a lo largo de nuestra cotidianeidad dependemos de las máquinas de todo tipo que hay confeccionadas para rellenar necesidades; algunas de esas necesidades han sido creadas precisamente a raiz de la masiva involucración de las máquinas en nuestras vidas (pienso aquí en el fenómeno de las asquerosas redes sociales tipo feisbuc, o ¡sí! en las descargas).

Pero fijémonos sólo en una parte del espectro: las máquinas médicas. La mayoría de los médicos se limitan a interpretar unos diagnósticos de análisis realizados por una máquina. La primera vez que vas al médico ni te mira ni te ausculta. Te manda un montón de análisis que tardas dos meses de hacer y luego los interpreta mientras tú te muerdes las uñas pensando en lo que te habrán descubierto de malo. En general, diría que se empieza haciendo concesiones y se acaba perdiendo no ya parcelas de poder, sino de individualidad.

Nuestra memoria se hace vaga, porque sabemos que no necesitamos memorizar datos, vamos al google a consultar y ahí está todo. Yo tomo tirosina sintética porque el análisis de una máquina dice que no puedo tener en la sangre más de 7 "no sé qué". Como tengo 7,20 ya estoy obligada a medicarme. ¿No será que mi cuerpo funciona bien así y que quizá las medias no se pueden aplicar estrictamente a todo el mundo? Creo que el análisis de Sladek es muy clarividente. Ya estamos viendo los riesgos de tener una vida muelle donde las máquinas y sus derivados (pastillas y otras sustancias) nos evitan los grandes golpes de la vida y nos distraen para que no nos sumamos en el abismo existencial. Neurosis, depresiones y adicciones variadas están a la orden del día. Se ve dolorosamente en los niños, a los que se está convirtiendo en pequeños esclavos de sus deseos materiales y pequeños tiranos de sus adultos para que 'no les falte de nada'.

En definitiva, no quiero sentirme 'aturdida e irreal'. A veces fantaseo con lo que pasaría si de repente desapareciera internet, y sonrío para mis adentros. Estoy segura de que todo se colapsaría, hasta tal punto hemos volcado nuestras vidas en las redes informáticas. Todos nuestros datos navegan por las ondas y los cables como si de un entramado sanguíneo se tratase. Y como las venas, son terriblemente frágiles...
Pero dejemos de fantasear, no sea que 'Ellas' estén tomando nota.

Buenos temas y malas películas

Me he visto de corrido dos películas que tienen en común la característica de ser tirando a regulares pero que plantean temas muy interesantes. Una es de Juan José Campanella, se titula El secreto de sus ojos y se centra en la violencia estatal previa al golpe de estado del 74 en Argentina, vista retrospectivamente por un funcionario jubilado que decide volver a aquellos días para cerrar un par de "capítulos" en su vida.


Como no he visto más cosas del Campanella desconozco si las limitaciones de la película son achacables al director o a la producción, que tritura el material para conformar una pulpa exportable internacionalmente, pero en ella se apunta una historia muy interesante, la de la obsesión del funcionario (interpretado por Darín con la gorra) no tanto con el caso que le ocupa, una mujer violada y asesinada por un mamporrero de la extrema derecha, como con la obsesión "en espejo" del marido, una especie de fijación en segundo grado, hasta el punto de que el funcionario le "exige" al marido que esté a la altura de la fascinación que le provoca su actitud, la no-vida en que se sitúa desde el momento del asesinato de su mujer. Para Darín esa actitud es una cifra de una intensidad que él es incapaz de vivir, pero que necesita ver encarnada en el otro (por lo que sus relaciones son algo tirantes, pues el marido no tiene ganas de compartir su experiencia con una especie de mirón). La cosa no se desarrolla demasiado, pero apunta a esa necesidad que tenemos de que otro crea (o sienta) por nosotros, occidentales desencantados para los que cualquier experiencia del orden de la verdad es una estafa (no hay más que ver lo que nos fascinan los musulmanes suicidas y los crímenes pasionales, ahora llamados violencia de género).


Luego me vi El castillo de Dragonwick, que es un desbarajuste de guión, con el protagonista saltando de aristócrata obsesionado por su status y ancestros a drogadicto protonietzscheano, y con personajes claves que desaparecen sin mayor explicación. La primera película de Mankiewicz es un melodrama gótico acerca de una sencilla joven de pueblo que acaba en la mansión de su misterioso y atormentado (y rico) primo, del que se enamora románticamente y del que es la última en enterarse de que no es trigo limpio. Realizada el mismo año que Rebeca, no aguanta comparación con ésta salvo por el hecho de que aquí la joven sí tiene familia, que resulta estar presidida por un fundamentalista puritano. Lo que resulta curioso es que, en esta película, la radicalidad política viene de la mano de un compromiso religioso extremo: el padre es un fanático de la igualdad, mientras que el aristócrata es abiertamente ateo e individualista. El "bueno" de Dragonwick resulta ser el médico rojo que consigue movilizar socialmente a los explotados granjeros que no pueden poseer las tierras que labran desde siempre. Eran los principios de los cuarenta, no muchos años después un guión como éste hubiera resultado más que sospechoso.


miércoles, 2 de septiembre de 2009

Enemigos públicos


A mí la película de Michael Mann me ha dejado algo frío (una sensación generalizada, por lo que he escuchado, aunque también conozco a espectadores fiables a quienes ha encantado); mi impresión es que el director se fuerza a emplear una retórica de reportaje e inmediatez, favorecida por la grabación en digital, para seguir manteniéndose dentro del paradigma "romántico", que es el que le gusta al director.


Así que voy a comentar una secuencia que me gustó especialmente, aquella en que Dillinger, en el momento en que ya está muy acosado, con casi todos sus colaboradores muertos, entra en el despacho del equipo que el FBI ha dedicado especialmente a su captura. La escena tiene un aire onírico, pues entra sin oposición y se encuentra todo el espacio vacío (hasta ese momento el despacho se había mostrado repleto de agresivos agentes), por lo que se puede pasear sin problemas (luego se justifica este vacío mediante un partido de béisbol que todos los policías escuchan en una radio). En un momento dado llega a un panel en el que figuran las fotos de todos sus amigos "eliminados"; al final de la fila se encuentra la suya. En ese momento Dillinger se encuentra con su propia mirada, una mirada que no va dirigida a él, obviamente, si no a su enemigo. Es un momento epifánico, una especie de alienación sublime en que Dillinger se ve a sí mismo a través de los ojos de su doble/opuesto, Purvis, el agente encargado de apresarle/ejecutarle (el otro día me vi en casa Tambores lejanos, en la que aparece una escena de estructura similar: cuando los soldados que han atacado un fuerte se retiran a través de los pantanos perseguidos por los semínolas, se ven obligados a atravesar el espacio simbólico central de sus enemigos, en este caso el cementerio de la tribu india).


Mann no se puede resistir a hacer un comentario sobre la actualidad, por lo que puntea la narración de los atracos y el acoso a la banda con la descripción de la progresiva degradación de la Ley: la violencia de los dos bandos es indistinta, los agentes del FBI se entregan a ejecuciones extrajudiciales, practican la tortura, etc. Hoover consigue montar un imperio mediante la manipulación y el temor, cuanto más débil es la amenaza real de Dillinger más se exacerba su dimensión diabólica.


Curiosamente, Mann deja para el final una escena que podríamos definir como el grado cero de la lealtad: si a veces es difícil situarse espacialmente en las escenas de acción y saber quien dispara a quien, la película se cierra con un impecable diálogo en plano/contraplano en el que uno de los agentes que abatió a Dillinger va a una cárcel a contarle a la novia del gánster, de manera discreta y privada, las últimas palabras que le dedicó antes de morir.