viernes, 30 de septiembre de 2011

Por una lectura diferente de Berlanga


Con el franquismo haciendo compañía al imperio romano y a los reyes católicos en los libros de texto de historia, El verdugo emerge como el contraplano de El proceso de Kafka.

(no tanto para "elevar" la peli de Berlanga, que no lo necesita para nada, como para redimir a la feroz novela de Kafka de tanto hormigón pretencioso que le ha caído encima)

Viudísimas


¿Deberían las viudas de escritores célebres arder en la pira funeraria del marido fallecido?

(Profunda reflexión surgida al leer que María Kodama ha pedido -y conseguido- la retirada de El hacedor (remake) de Fernández-Mallo)

Apuntes de como contar historias en Cunquiero


Leyendo a Cunqueiro en los preciosísimos volúmenes de la Biblioteca Castro. He aquí un par de breves apuntes de poética espigados de Merlín y familia.

Te digo que por mucho que saques de ti una historia, siempre pones cuatro o cinco hilos de verdad, que quizá sin darte cuenta llevas en la memoria.

Claro que las [historias] las decoro un poco, saco las señas de la gente, pongo que estaba presente un tal que era un cojo, o que casara de segundas con una mujer sorda que tenía capital, o que tenía un pleito por unas aguas, o cualquier otra nota. Las historias, como las mujeres y los guisados, precisan de adobo.

jueves, 29 de septiembre de 2011

El pecado de The artist


"Falta...el cuerpo, la carne; o sea, falta eso mismo que precisamente, ha de ser superado, salvado, pero que necesita también estar ahí, de carne presente, con su pecado, incluso de la carne, para poder...responder."

Estas palabras del Diario de un pintor que Ramón Gaya escribió a su llegada a Italia en el 52 y el 53 explican perfectamente las carencias de The artist, el film de Hazanavicius que arrasó con el Premio del público en San Sebastián. The artist tiene una gran virtud, y es la radical sinceridad con que plantea su apuesta por gratificar al espectador. Su intención gustar al público es casi una opción ética: no hay cálculo económico, sino un manifiesto acerca del cine como un espectáculo para fascinar, porque el director considera que el cine debe de ser eso. A pesar de los gags que pueblan el film, éste no propone una segunda lectura irónica para satisfacer a la elite cinematográfica, tan aficionada a las cosquillas esotéricas para iniciados.

Finalmente, The artist resulta un artefacto algo frío, una miniatura perfecta de la que ha sido evacuada esa carne cuya presencia Gaya reivindica para que pueda ser trascendida. Sin esta presencia de lo Real, el relato se queda paticojo, y la película acaba siendo degustada como un caramelo al que le falta chicha.

miércoles, 28 de septiembre de 2011

Todos los relatos el relato



El sábado pasado, día de la gala de clausura del festival de San Sebastián, me fui con Carlos del Amor por la mañana a ver Drive, película que ambos nos perdimos en Cannes y que a los dos nos gustó. Drive está distribuida por Disney, aunque visto el grado de violencia de algunas escenas es improbable que le hagan publicidad en su cadena infantil. El caso es que, aunque no vino ni el director, ni el actor ni (desgraciadamente) la actriz, Cristina Díaz, jefa de prensa de Buenavista, acudió al pase y organizó una comida de prensa, que es un ágape en la que una distribuidora le paga una comilona estupenda a un grupo de críticos con la más o menos explícita intención de sobornarlos para que traten bien el film de marras. Como Drive se defiende sola (los dos cabecillas que lideraban el grupo de comensales, Nando Salvá y Luis Martín, son forofos del neonoir de Winding Refn), Cristina sugirió que el trato favorable se trasladara a Capitán Trueno, si bien se limitó a pedir que se abstuvieran de destrozarla y que más bien la trataran con un piadoso silencio. Como Capitán Trueno es de TVE, la empresa que me paga, me entró la vena nacionalista y exigí que todos ensalzaran el film como el mayor acontecimiento épico desde El halcón y la flecha (que es mi peli favorita de aventuras), si bien dudo que nadie me hiciera caso, vista sobre todo la cantidad de botellas de vino vacías que yacían a mi alrededor.


En esa comida ya corrían rumores (acertados) acerca de lo que sería el palmarés, el más firme de los cuales era el de que Isaki Lacuesta había pillado algo muy gordo; y lo único que a Carlos del Amor le impedía afirmar que era la Concha de Oro era que le parecía imposible que le dieran el máximo galardón a ese film. Luis Martín optaba por el premio especial del jurado, habitualmente pensado para cosas raras y para satisfacer a los frikis que en todo jurado se cuelan (parece ser que Álex de la Iglesia se había quejado de que en este jurado en concreto los frikis eran inmensa mayoría, o sea, todos menos él).


El lunes, de vuelta a Madrid y a la tele, me topé con los responsables de que Los pasos dobles tuviera financiación de TVE, que es como decir los responsables de que la obra exista, y en vez de andar exultantes parecían cabizbajos por la publicidad que le había caído encima a un producto que ellos pensaban iba a ser otra cosa, y a la que auguraban un discreto pasar de puntillas por el festival, por la taquilla y por la pantalla televisiva.


Yo no había visto Los pasos dobles en Sanse, y mi mujer se descolgó con el capricho de ir a verla para celebrar nuestro reencuentro familiar. Si bien yo no tenía especial interés, la demoledora crítica de Boyero auguraba alguna sorpresa agradable. Todo el que siga este blog habrá adivinado que Los pasos dobles me encantó, me parecío una maravilla, llena de alegría, de luz, de cine, de historias fascinantes, y ni siquiera que salga ese jartizo icono cultural que es Barceló molesta para nada; es más, sorprende la modestia con que se presta a hacer de epígono de François Augierás, deslumbrante figura sobre la que pivota esta ficción que reivindica el papel clave que lo sagrado posee en toda articulación narrativa, ese punto inalcanzable sobre el que gira la posibilidad de que surja un relato, que aquí se encarna en ese búnker que Augierás pintó para dejar que desapareciese tragado por la arena y a cuya búsqueda parte un cuarteto desternillante cual variación moderna de La isla del tesoro, o en esa adivinanza que el jefe de los bandidos plantea a todos a los que asalta, como si fuera una versión bufa de la esfinge de Tebas. En medio tenemos un héroe que, desconcertado, se encuentra. o se tropieza, con todas las tareas imaginables que le pueda caer a cualquier figura salida del panteón mítico: abandonado por sus hermanos (de armas), atraviesa un desierto abrasador para encontrar cobijo entre un grupo de salteadores, con los que llegará a un pueblo maldito (habitado por negros albinos), para posteriormente ser reconocido como la reencarnación de un semidiós y acabar encaramado a un árbol de por vida, cual barón rampante.


Todo este periplo mítico/heroico está narrado con el desparpajo del Raúl Ruiz más desmelenado, y aunque a ratos emerge el lado más pesadote de Lakuesta el entorno parece imponer una alegría narrativa contagiosa. De vuelta a la tele, Carlos del Amor cree que le tomo el pelo cuando le digo que Los pasos dobles me encanta...

Asociación artística de ideas


Recién leída la entrada de Enrique sobre Crazy Horse y los culos de sus bailarinas, y con la relectura de un lujoso volumen de Creepy también reciente, he sufrido un acceso de revival asociacionista cuyo resultado es esta entrada.



En su día (mayo 2010) creo que no reseñé nada sobre la muerte de Frank Frazetta, un ilustrador genial cuya obra dinámica inspiró la manera de ver la ciencia ficción y el género fantástico en general. Sus portadas, sus óleos y sus carteles para películas son auténticas joyas del dibujo y la composición. También le gustaba dibujar chicas en posiciones voluptuosas... de ahí esta asociación artística de ideas. Pero su arte, con chicas o no, ha trascendido al cómic para formar parte del imaginario cultural de varias generaciones.





lunes, 26 de septiembre de 2011

Crazy Horse



Crazy Horse puede ser entendida como una versión trash de La danse, aunque viendo como trabajan los empleados, directivos, y bailarines lo único que parece diferenciar la Ópera de París del cabaret Crazy Horse es el convenio colectivo y la calidad de las salas de ensayo: siendo francesas ambas instituciones, está claro que habrá alguien por ahí teorizando sobre lo divino y lo humano. De esta guisa, lo que en el resto del universo sería un club de stripease, en París es un templo dedicado a la apoteosis de la seducción y la feminidad.


Wiseman filma, sobre todo, los ensayos de un número musical llamado Désire, que a ratos parece concebido por José Luis Moreno, pero cuyo coreógrafo considera la pera limonera. Si bien en algún momento emerge la verdad monda y lironda, o sea, que lo que de verdad importa es el culo de las bailarinas, allí todos ponen cara de currar para el Bolshoi.


El archirrequeteveterano documentalista pone la cámara a la distancia adecuada para que la mirada no se cierna deseante sobre el cuerpo de las bailarinas; más bien se diría que el placer de descubrir los cuerpos en movimiento se ha despojado de su vertiente pulsional. Wiseman comentaba que ha llegado a la edad adecuada para realizar este documental, y probablemente se refería a esa posibilidad de dejar ese espacio que permita descubrir el trabajo necesario para la producción espectacular del erotismo.

Los (nuevos) héroes solitarios



Drive ha resultado ser un hipnótico noir postmoderno, una propuesta muy autoconsciente de género en el que parece que sus autores han luchado a brazo partido para que no se les cuele ningún ramalazo de ironía o sarcasmo: para evitar que aquello derive en un Tarantino de segunda mano, Winding Refn parece haber tirado de sus visionados de Bresson. El film se apega a los códigos y arquetipos del cine negro y vuelve a contar el periplo de un héroe solitario al que, por azares de la trama, unos gánsters vienen a tocarle las narices. Por el camino se encuentra con una mujer y su hijo, y descubre que además de para llanero solitario sirve para encarnar la posición del padre, ya sea al lado de la madre o al lado del hijo. No hay personajes, los actores encarnan a actantes que hacen avanzar la narración, muy bien rodada con una puesta en escena muy estilizada. Drive da por hecho que el espectador acumula una gran memoria visual, y se dedica a gratificarle "limpiando", o purificando, la narración arquetípica. El resultado es bastante satisfactorio, y uno, como espectador, agradece que algunas películas sean así, y que, desde luego, no todas las películas sean como esta.

sábado, 24 de septiembre de 2011

El 13º día

Hoy es nuestro penúltimo día en el Festival y, sin llegar a estar exultante, hoy respiro optimismo. Enrique se ha ido a ver Drive, de la que espero una buena crítica, mientras yo me dispongo a abrir el cuadrante de cargas. La gala de clausura es esta noche, pero todos mis pensamientos están puestos en mañana y en los camiones que vendrán a llevarse el material que durante dos semanas hemos desperdigado por el Kursaal y el teatro Victoria Eugenia.

Hace un par de noches Enrique y yo estuvimos en una discoteca de la playa llamada Bataplán (Buscaplan según los chistosos del equipo) cuyo mejor atributo es que cuenta con una terraza balaustrada en la mismísima playa de la Concha. Cinco años haciendo el Festival y es la primera vez que iba, pero no fue una noche ni mucho menos memorable: copas de garrafón y música infame, con el resultado de terraza atestada de gente fumando y bebiendo porque dentro el aburrimiento era supino. Al poco de llegar pude ver a Michael Fassbender pero no duró mucho, cuando vió el percal debió irse a sitios más animados. Así que ya ves, Susana... Mi única fiesta y me lo he pasado mucho mejor con los compañeros, tomando alguna cerveza fugitiva cuando lográbamos salir el chiringuito de producción.


Y bueno, la sensación de fin inminente está en el aire. Algo que nos llena de orgullo y satisfacción, como diría aquel. Otro año más que Donosti nos pasa desapercibida, de puntillas por encima de nuestro trasiego de coches, citaciones, ensayos y montajes.

jueves, 22 de septiembre de 2011

Vuelve el Hombre


Periódicamente sucede que aparece un actor que derrocha sensualidad y encanto telegénico, y esta temporada otoño-invierno ese hombre es Michael Fassbender. Protagonista de Shame, va camino de convertirse en icono de la virilidad y no sólo por sus comentados desnudos del filme, sino por su belleza masculina incontestable. Basta ver estas fotos del actor en una entrevista matutina, aparentemente recién levantado, para comprobarlo. No muchos (sobre todo muchas) aguantan un primer plano así, sin maquillaje ni trucos del photoshop. Por ahora en este Festival, sólo Michael Fassbender.



miércoles, 21 de septiembre de 2011

Lo más emocionante

Sólo he visto una película hasta ahora, porque el ritmo intensivo de trabajo no me permite ir al cine en horario de personas humanas, y las sesiones de las nueve de la madrugada sólo son aptas para mutantes con genes de búho como Enrique.
La elegida fue Arrugas, de Ignacio Ferreras, basada en la novela gráfica de Paco Roca, un corredor de fondo de la historieta cuya historia conmovedora se mereció en 2008 el Premio Nacional del Cómic.

Acudí a la proyección con inquietud porque si es difícil saltar de una novela al cine, de una novela gráfica es un doble problema ya que hay que rescatar fielmente el estilo del dibujante; el ritmo, marcado por las elipsis entre viñetas; la composición de la página, que en cine podríamos equipararlo con el pulso y el tiempo... Es muy complejo, y por eso la mayoría de las iniciativas hoollywoodienses con cómics de la Marvel y DC se han estrellado contra el muro de las buenas adaptaciones.

El caso es que a la media hora de empezar, y tras solventar el repelús inicial de un doblaje sobreactuado, caí rendida a los pies de Arrugas. No sólo salva el escollo de la adaptación cómic-cine con holgura, sino que crea una obra nueva igual de emocionante y estremecedora que su original en papel.

No entiendo que este peliculón no concurse en la sección oficial, y sólo se me ocurre que al ser de animación haya sido considerada una obra "menor", indigna de la promoción de películas de carne y hueso. Si ha sido ese el motivo, no hace más que confirmar la ignorancia extrema que hay sobre el mundo del cómic, fuera del mundo del cómic.

Arrugas es deliciosa, amable, te hace reir, llorar, pensar y soñar. Todo lo que se le pide a una película. Y los protagonistas son ancianos que ríen, se enfadan, sueñan, y te hacen pensar sobre ese momento en el que pasamos de estar en la primera fila de las hormiguitas hacendosas y nos retiran al rincón de los trastos inservibles. ¿Dónde languidecen todas las cosas que una vez usamos y ya no nos sirven? ¿En qué orilla quedan las personas que no rinden un producto al sistema, que no pueden ya ni recoger al nieto en el colegio?

La respuesta es muy cerca de nosotros, pero tan lejos como si estuvieran en una galaxia. Están a nuestro alrededor, les encerramos en residencias, "hogares" o cualquier otro eufemismo que significa marginación, retiro e incomunicación.

Y con esta premisa durísima y real, la película es tierna, amable, y cuando lloras no es por una muerte, sino por amor. Es lo más emocionante que he visto en mucho tiempo, y no quiero destripar la trama sino instar a nuestros cientos de lectores :-) a que vayan al cine cuando la estrenen en salas. Porque además, como dicen al final, está dedicada a todos: ancianos de hoy, ancianos de mañana.


martes, 20 de septiembre de 2011

Cool desperado


Creo que toda la crítica nacional se ha apresurado a señalar la influencia de Isabel Coixet sobre la peli de Sarah Polley, y hasta con cierto punto de orgullo por tener una cineasta patria con influencia internacional. Es cierto que la Polley consigue ser más cursi y estomagante que la Coixet, algo que hasta ayer podía considerarse metafísicamente imposible, pero apadrinar aunque sea mínimamente esa apabullante nadería es como para echarse a llorar.

Sin embargo, estoy convencido de que debo de ser de los primeros en señalar las marcadas similitudes entre La mitad de Óscar, la excelente película de Martín Cuenca, y Shame, la excelente película de Steve McQueen. En ambas hay un personaje masculino completamente bloqueado emocionalmente que intenta llenar compulsivamente el agujero negro dejado por la desaparición de un objeto de deseo incestuoso (la hermana, vamos). Lo que en Óscar es un episodio, el intento fallido y pulsional de suturar la herida con un objeto sustituto (otra mujer, para entendernos, que luego me dicen que no se entiende lo que escribo) se expande en el film de Mcqueen a toda la geografía del film. Brandon se entrega al sexo prostibulario de vez en cuando, y se pasa el día pegado al ordenador en páginas porno, que ya se sabe que es más fácil lidiar con las mujeres cuando mantienen la pantalla fantasmática de por medio y no molestan con exigencias de cualquier tipo.

Como en Hunger, en Shame también encontramos un tour de force en forma de plano secuencia larguísimo, un intento de establecer un contacto mínimamente emocional con una compañera de trabajo en una cita comm'il faut, en restaurante y con ropa de gala, una secuencia muy incómodamente divertida, aunque lo que priva es el desaforado deseo de filmar a Fassbender, que es quien marca la diferencia (a su favor) de Shame con respecto a La mitad de Óscar.

domingo, 18 de septiembre de 2011

Cine indie


Hay películas de las que te descuelgas a la media hora, o que se van deshinchando según avanza el metraje, aunque lo normal es que a los cinco minutos sepas si una película te va a gustar. Take this waltz es un film al que le basta con el primer plano para ver que aquello va a ser un espanto, si bien hay que reconocer que el equilibrio preside el conjunto: la inanidad más absoluta baña todos sus aspectos: desde los actores hasta la textura o los encuadres, sin que se nos ahorre esa retahíla de insulsas cancioncillas que es una de las marcas de fábrica de lo que se ha convertido en uno de los géneros más indigestos y prescindibles del presente, el cine indie (o inane, que debe de ser la traducción correcta al español), un cine caracterizao por una lista de tics pensados para encubrir la incapacidad narrativa y visual de las últimas generaciones de graduados en las escuelas de cina norteamericanas.

Si bien el argumento resultaría inverosímil en protagonistas con una edad por encima de las doce años, los personaje se supone que frisan la treintena, y hasta dos de ellos están casados. La chica casada, tonta de remate, e infantil como sólo en una peli indie se puede ser (o sea, muchísimo), empieza un romance con un vecino que es un pelín más gracioso que su marido, y tras muchos minutos en que se preguntan qué es lo que van a hacer, nos enteramos de que las relaciones no pueden llenar el vacío emocional que toda mujer moderna debe sentir en su interior (si bien, como digo, aquí el vacío es más bien en la cabeza), y la chica descubre que, como entregarse al goce en solitario, nada (aquí el goce es subirse a una atracción de feria con música). El acabóse (del cine), vamos.

Take this waltz


Recién llegada y tras toparme con el primer problema matutino (una recogida que no se ha hecho, mi eterna lucha con los coches y las citaciones) quisiera rebobinar y empezar el día de una manera más agradable. Aunque eso no es posible, se puede amortiguar un poco la sensación con esta canción de Leonard Cohen. Enrique está esta mañana en el pase de prensa de Take this waltz de Sarah Polley, y sin saber si tiene que ver todo o nada con el poeta canadiense, la asociación de ideas ha sido inevitable.
Así que ahí va este vals para abrir un lluvioso domingo laborable.



sábado, 17 de septiembre de 2011

Cine español de género


Aunque el Festival acaba de empezar llevo en sanse una semana y tengo la sensación de que nací aquí. Sólo he visto dos películas, las dos españolas y las dos de género: Intruders y No habrá paz para los malvados. No había visto ninguna película de Fresnadillo ni de Urbizu antes. La primera es un fracaso y la segunda un éxito: Intruders quiere dar el pego de peli solvente y con pasta, con su plus de prestigio por ser europea, y se queda a medio camino en todo: en diseño de producción, en interés narrativo, en ambiciones estéticas. Es de esas producciones en que notas lo que ha costado cada plano con helicóptero. Me gusta la idea de unos preadolescentes que no son capaces de terminar un relato, acosados por una quiebra psicótica que se contagia, pero una vez organizado el tinglado de una manera algo pirotécnica (pero también un poco cobarde, lejos del desmelene asiático o el barrocismo fou de un Argento) tira por la borda todas sus posibilidades. Total, lo que aquí vendemos como una superproducción, por ahí se venderá como una tv-movie.

La de Urbizu mola, es cine de género bien hecho, sin trucos, ni pretensiones autorales, en la que las ambigüedades éticas emergen con naturalidad del desarrollo de la historia, sin impostaciones del tono. Hay sequedad, eficacia narrativa, un José Coronado que llena su personaje. No se avergüenza de respetar los códigos del género, pero sutiles pinceladas dan vida a los protagonistas. No habrá paz ... se mueve en ese espacio que separa la ley jurídica que articula la vida social con ese orden simbólico que lo sujeta, por así decirlo, y que aquí, como en las películas de Ford, está sostenido por un héroe que paga un precio muy duro por llevar a cabo su tarea.

This is a men's world

Esta mañana, después de una vorágine de llamadas, peleas verbales y tratos con los distintos hombres que conforman este equipo operativo (5% féminas), un compañero alaba mi culito mientras tratamos sesudas cuestiones de una grabación.

Es difícil ser ayudante de producción en un ambiente tan saturado de testosterona como este. Es difícil que te tomen en serio cuando echan un requiebro a tu culo en público. No es que no me gusten los piropos pero... ¿podríamos centrarnos en el trabajo, por favor?

viernes, 16 de septiembre de 2011

El día de la marmota (II)

Esta mañana he vuelto a recibir la misma llamada de hace dos años: unos flight-cases (que nadie pronuncie 'flaitkeisis' en inglés, se les dice flaikeis a secas) extraviados perturban estéticamente la irreprochable pulcritud del hall del Kursaal. Vuelta a llamar aquí y allá, con el cerebro un poco espeso, y rogando para que nadie entrara en pánico y nos montaran un pollo. Al final por suerte la cosa no era tan grave, pero no he podido evitar desanimarme un poco por esta pequeña chorrada de las cuales nos esperan unos cuantos puñados.
 
Anoche pasadas las doce decidí no ir a ver hoy Intruders en el pase de prensa, a las 9 de la mañana. Ha ido Enrique, cuya capacidad para recuperarse durmiendo sólo cinco horas es prodigiosa. Y cuando le dejen un rato tranquilo seguro que nos hace una crítica, la primera de este año.

miércoles, 14 de septiembre de 2011

El día de la marmota





Cuando llegué anoche a Donosti me dirigí ipso facto, acompañada de Enrique e Inma, a nuestro lugar de peregrinación anual: el Va Bene. Una hamburguesería-isleta en el centro del Boulevard, que todos los años espera nuestro regreso como las golondrinas, pero en sentido contrario. Ellas van al sur, nosotros al norte.
Allí pude degustar mi primer sándwich del festival... El primero de unos cuantos que nos quedan, algunos acompañados de animada conversación y otros entre alicaídos suspiros.

Este año tenemos el gran problema de los formatos. La tecnología digital nos ha invadido en su multitud de versiones y el resultado es un cacao maravillao de mpegs y quicktimes. A partir de mañana Enrique comenzará sus sesudas críticas de cine como faro y guía estilístico que es de este blog, pero por ahora basten las instantáneas de nuestro despacho de producción sin vistas al mar.


martes, 6 de septiembre de 2011

El director como clown



Prènom: Carmen debe de ser la última película por la que a Godard le dieron un premio importante (el León de oro en Venecia, con Bertolucci como presidente del jurado, si no recuerdo mal), y tiene casi 30 años. También es una de las películas clave para los comentarios de este blog acerca de la manera en que el cine contemporáneo retrata la figura del director (básicamente, como un idiota, un farsante o un incompetente). Godard hace de Godard, un director condenado a la afasia creativa que vegeta en un hospital psiquiátrico (el Godard "verdadero" también estuvo ingresado), y al que su sobrina, a la que sedujo, o violó, cuando tenía 13 años, lía para que vuelva a rodar, en realidad una tapadera para cometer un secuestro.


Si bien el cine es retratado como un mundo habitado por imbéciles y/o sinvergüenzas, Prènom: Carmen dedica buena parte de su metraje a filmar un cuarteto de cuerda que ensaya minuciosamente una obra de Beethoven. Aquí Godard elogia sin ambages la disciplina y la dedicación que se exige al intérprete, un mediador que se sacrifica para entregar una pieza sublime al resto de la humanidad. Sarcásticamente, el film ilustra la conocida antítesis godardiana entre arte y cultura: la bellísima pieza musical finalmente sirve de hilo musical en el casino de lujo donde el rodaje/secuestro tiene lugar.




Prènom: Carmen pertenece a esa pléyade de extraordinarias películas de los 80 que Godard llenó de igualmente extraordinarias mujeres: los planos de Marushka Detmers iluminada por el sol de Bretaña al amanecer son de lo más hermoso que han filmado el tándem Godard/Coutard. La Detmers hace de Carmen, cineasta y delincuente (que, como vengo diciendo, en la peli vienen a ser sinónimos), que se encapricha de un gendarme un poco de pacotilla (Joseph, claro) durante un atraco descacharrante, especie de homenaje al slapstick. Si bien la cosa parece que funciona, al menos la primera noche, en seguida ella pierde interés, consiguiendo que él se obsesione y meta la pata de todas las maneras posibles en estos casos, básicamente suplicando de rodillas o intentando forzarla, caminos infalibles para que una mujer te desprecie.


Rodada en plenitud de facultades, Prènom: Carmen pasa de las extraordinarias secuencias de cámara en que asistimos a la imposibilidad del encuentro sexual a unas desopilantes escenas de grupo, el atraco, el secuestro, o uno de los juicios más demenciales de la historia del cine, con la abogada defensor y el fiscal arrojándose citas del Libro de los Proverbios como toda argumentación, mientras que los hermosos planos de los ensayos riman con las imágenes del mar que, como el film, unas veces hace gala de una serenidad paradisíaca y otras está azotado por tensiones irresolubles.


Y, como bonus, aparece Myriem Roussel, tan hermosa que invadiría dos años después el metraje de Je vous salue, marie, prácticamente el último texto en Occidente que ha tratado el embarazo en clave sublime.

lunes, 5 de septiembre de 2011

El periodista del traje perenne


Para Cris, que siempre se mofa cuando copio citas.

"Todos los periodistas deberían ir bien vestidos. Es una forma de mostrar respeto a la historia investigada. Nosotros hablamos de la Verdad y la Verdad merece un buen traje"

Mientras recupero el ritmo de escritura y escribo unas cuantas entradas pendientes, copio esta frase genial de Gay Talese que me he encontrado en el último número de Quimera.