jueves, 30 de abril de 2015

La espada y la botella

   
Hacia el final de Flores de equinoccio nos encontramos una célebre y larga secuencia en la que un grupo de amigos se reúne para hablar de los problemas que dan las hijas casaderas y (sobre todo) para emborracharse a gusto. En un momento dado Chisu Ryu se arranca a cantar una canción épica basada en una legendaria escena del imaginario samurai, en la que un jovencísimo Kusunoki Masatsura deja este breve poema en la pared de Nyoirindo:

Tengo la sensación
de que no regresaré,
así que entre los nombres
de los que han de morir por el arco
inscribo el mío


La canción, que según los subtítulos de la edición de A contracorriente se llama, inverosímilmente, El pino, reza así (más o menos, versión libre a partir de varias traducciones):

Las palabras de mi padre están grabados en el corazón,
las doctrinas del emperador son familiares al oído.
Diez años esperaron los corazones más impetuosos;
hoy nos lanzamos sobre el enemigo por la causa del emperador.

Un juramento nos compromete como hombres para luchar y morir,
los 143 compañeros de armas tienen el mismo corazón, 
dispuestos a morir a manos del arco enemigo hasta conseguir la victoria.

En la muerte los héroes alcanzan la gloria inmortal,
mientras que los cobardes sufren una vergüenza eterna;
con la punta de nuestras flechas en vez de plumas
escribimos nuestra historia.

El filo de la espada brilla en el sol poniente,
avanzamos con paso unísono contra el enemigo acechante
hasta descargar el golpe definitivo.

Dado que es improbable que a ese grupo de carrozas japoneses les dijeran nada las batallitas feudales del Japón del siglo XIV, hay que entender que este himno heroico formaba parte del corpus emocional de su juventud, que coincide con la era del Japón militarista e hipernacionalista de los años 30.









Es notable el efecto que el arrobado canto de Chisu Ryu provoca en sus ensimismados oyentes, encerrados en una especie de melancolía que los aísla de los demás. Sin embargo, un elemento escenográfico omnipresente denuncia como mera autocompasión la nostalgia por tiempos pasados (desmintiendo, de paso, creo yo, el conocido mantra del apego de Ozu por "los viejos buenos tiempos" que supuestamente habita sus películas): esas botellas de cerveza y de sake que se erigen como parodias del falo, donde antaño se enarbolaban fieles y aguerridas espadas. El hecho de que Masatsura Kusunoki muriera con 22 años podría señalar que Ozu para nada participa de esa ética guerrera, y que considera más valiosa una sociedad que permite que los hombres asistan a las bodas de sus hijas adultas, sin duda una cuestión mucho más peliaguda que liarse a mamporros con el clan vecino.

miércoles, 29 de abril de 2015

Los hijos muertos



   Un judío guatemalteco anda perdido por Harlem buscando el edificio donde una mujer toca jazz todos los domingos desde la muerte de su hijo cuando otra mujer (la piel de su rostro era de un negro profundo y perfecto y a lo mejor aun terso) se le acerca para guiarle hasta su destino. La anécdota probablemente sea cierta, y Eduardo Halfon diera con la casa donde Marjorie Eliot vive e interpreta jazz (el 555 de Edgecombe Avenue) desde 1992 gracias a una piadosa guía, pero la tonalidad del relato (Sobrevivir los domingos, aparecido en el número de Quimera de marzo y de próxima publicación en Libros del Asteroide) tiene algo de fantastique: los conocimientos que la acompañante va desgranando durante el paseo la van tiñendo de un aura angelical, confirmada por el hecho de que vive en el mismo edificio que Marjorie: cuando lo deja en la antesala del concierto ella sigue "hasta el último piso"; la despedida en que juntan sus manos "cada cual en su lado de las puertas" sugiere órdenes de realidad diferentes.


   Otra de las razones para esta interpretación "maravillosa" (aunque el cuento nunca abandone las coordenadas realistas) es el recuerdo que despierta en el lector de uno de los relatos más conocidos de Kipling, El jardinero, en el que Helen Turrell pierde a su hijo natural (al que siempre ha hecho pasar socialmente por su sobrino) en la Primera Guerra Mundial; cuando visita el cementerio donde está su tumba se siente abrumada ante su inmensidad e incapaz de encontrar sus restos, por lo que pregunta a un jardinero por su ubicación. Éste le pide que lo siga. 

"Venga conmigo-dijo-. Le mostraré donde está su hijo"

La fuerza devastadora y heroica de una madre por su hijo muerto (Halfon) ha provocado un milagro, pero Helen Turrell no será consciente de ello. 





   

martes, 28 de abril de 2015

El cordero en la ola



A estas alturas todos habrán leído la brillante entrevista que Gonzalo Garcés le hacía a Houellebecq en el Babelia del pasado sábado, en la que, entre otras cosas, decía "la misa en sí misma es muy convincente; es una de las cosas más perfectas que conozco". La tarde anterior había asistido a una misa que comenzó con esta asombrosa declaración por parte del sacerdote:

- Digno es el Cordero degollado de recibir el poder, la riqueza, la sabiduría, la fuerza, el honor, la gloria y la alabanza.

La cita es del Apocalipsis, según descubrí después, y tras comienzo tan poderoso me pasé el resto de la celebración pensando en las razones del cristianismo para convertir "la parte maldita" (Bataille), el resto sagrado/excrementicio del sacrificio, en el elemento divino de la nueva religión. 




Pero recientemente me había encontrado con un cordero degollado en un entorno bastante diferente, en Still the water, la película de Naomi Kawase que parece que ha encontrado su público en España. Aquí se trata de la filiación de una estirpe de chamanes femeninos y la transmisión (y aceptación) de sus saberes (obviamente sobre el sexo y la muerte). A pesar de encontrarnos en un paisaje netamente femenino, la película traza una precisa cartografía del lugar del padre (una tarea que en el cine contemporáneo parece que sólo interesa a las cineastas) como aquel que es capaz de aguantar en el punto más alto de la ola más poderosa (evidentemente, aquí estamos hablando del goce), que por algo es surfero el padre de la heroína.  

lunes, 27 de abril de 2015

Consideraciones tan intempestivas como majaderas


   Sacrificar la humanidad como masa al óptimo desarrollo de una sola especie de hombre más fuerte; esto sí que sería un progreso...


(La genealogía de la moral, Segundo tratado, 12; Gredos, trad. de José Mardomindo)


   Hay que ver el bueno de Fede, tanto despotricar contra las bienintencionadas opiniones de sus contemporáneos para acabar en manos de estas fantasías apocalípticas de adolescente, sometido a una lógica sacrificial de sociedad de masas que poco tiene que ver con la función del sacrificio en las culturas tradicionales. Si nos escandaliza un poco la boutade es porque hemos asistido a varias tentativas de sacrificios en masa que no han venido a alumbrar más que barbarie y el goce más siniestro que el mundo ha conocido, lejos de esos valores "aristocráticos" tan horteras que a Nietzsche le privan.

   Amplío la cita:

   La magnitud de un "progreso" se mide incluso atendiendo a la masa de todo lo que se le haya tenido que sacrificar; sacrificar la humanidad como masa al óptimo desarrollo de una sola especie de hombre más fuerte; esto sí que sería un progreso... Resalto este punto de vista básico de la metodología histórica tanto más cuanto que en el fondo va en contra precisamente del instinto y los gustos dominantes en estos tiempos, que tolerarían mejor la absoluta contingencia, incluso el sinsentido mecanicista de todo lo que sucede, que la teoría de una voluntad de poder que estuviese en juego en todo lo que sucede.

   Ay, ay, ay; tanta propopeya para organizar funerales de estado al dios patriarcal para acabar recuperando por la puerta de servicio a esa especie de sustancia metafísica de segunda división garante del sentido de "todo lo que sucede" que vendría a ser esa truenitronante "voluntad de poder".


sábado, 25 de abril de 2015

martes, 21 de abril de 2015

El caso TP



El estreno de Inherent vice y el premio nacional de la crítica concedido a Brilla, mar del Edén me da pie para comentar el curioso caso de Thomas Pynchon, un narrador superdotado al que le pierden las ganas de demostrar lo muy listo que es, con lo que yo suelo dejar sus novelas al poco de empezar a leerlas, poco interesado en las cuitas que por allí acontecen. Curiosamente, al revés de lo que suele ocurrir, su influencia se demuestra muy beneficiosa cuando se topa con creadores que sí tienen cosas que contar. En la extraordinaria novela de Andrés Ibáñez el escritor sin foto en las solapas es uno de los cientos de personajes que pululan por ese bulímico entramado narrativo. La película de Paul Thomas Anderson se eleva muy por encima de su referente literario, partiendo del esfuerzo evidente del director por dotar de carne a unos personajes que en la novela son poco más que perchas para que se sucedan unos acontecimientos que a duras penas escapan a su condición de paródicos.

jueves, 16 de abril de 2015

Cannes 2015




Nada más terminar la conferencia de prensa de Fremaux y Pierre Lescure (el nuevo director del festival tras el regio Gilles Jacob) nos hemos puesto todos a tuitear como locos las ausencias más clamorosas de la lista, en mi caso Apichatpong, Miguel Gomes y Desplechin (que estrena su peli el 20 de mayo, lo que lo situaba como fijo en todas las quinielas, y por el que le han preguntado expresamente). La otra gran noticia salió ayer, y era que Garrel inauguraba la Quincena, quitándose presión tras la pésima acogida que tuvo en el Palais La frontière de l'aube, con lo bien que le han tratado siempre en Venecia, y dejando la participación francesa un poco aguachirle: inaugura Emmanuelle Bercot, que repite con la Deneuve tras El viaje de Bettie, y que ha hecho que Fremaux se meta en un pequeño charco al marcar las diferencias con la línea "espectacular" que solía guiar las películas de la inauguración, con el espectacular patinazo del año pasado con el film sobre Grace Kelly en la mente de todos; y compiten (el para mí sobrevalorado) Audiard, Maïwenn (que repite tras Police) y los novatos en las escaleras rojas Valerie Donzelli (con un guión de Truffaut) y Stephana Brizé, que hace unos años estuvo en San Sebastián con No estoy hecho para ser amado (y que me perdí).

Las dos sorpresas, un Macbeth del australiano Justin Kurzil (del que sólo hay como referencia Snowtown, al parecer un cult horror film) con Fassbender y Cotillard dando vida a ese celebérrimo matrimonio, y Saul fia (Hijo de Saúl), del húngaro László Nemes, ayudante de Bela Tarr, y de la que podemos adelantar un dato sorprendente e inesperado: ¡tiene distribución en España! (Avalon, que ya lo ha contado en Twitter).

El resto estaba en todas las listas: del póquer de ases italiano se ha quedado fuera mi favorito, Bellochio, pero no me han llamado para preguntarme mi opinión; tras el pelotazo de La gran belleza y contando con Michael Caine y Harvey Keitel era impensable que Sorrentino se quedara en casa, Moretti es de los pocos palmeros que se verán este año por la Croisette (el otro es Gus Van Sant) y Garrone tiene ya dos segundos premios, así que el comité ha decidido traerse a los tres (lo que también ha merecido comentario de Fremaux).

Hasta los niños de teta sabían que la década en que Hsiao Hsien terminara la dichosa The assassin tendría un hueco en la champion, y todavía andamos buscando a alguien al que le haya pillado por sorpresa la presencia de Jia Zhang-Ke y Kore-Eda (también conocido como la reencarnación de Ozu). Por el lado asiatique lo dicho, un año esperando a Apicha y nos quedamos con las ganas (y en este caso sólo puede ser que no la tiene terminada), y a Kiarostami también se le esperaba y debe de estar todavía rodando travellings por algún lugar del mundo.

Lanthimos y Trier andaban en boca de todos con sus pelis en inglés (Villeneuve no tanto pero también sonaba para cualquier sección), todo apuntaba a que Gus Van Sant regresaba a su vena más arty y una adaptación de Highsmith a manos de Todd Haynes (tras ocho años perdido para la gran pantalla) con amores patriciolésbicos entre Cate Blanchett y Rooney Mara... pues cualquier festival hubiera matado por tenerla.

Un certain regard se vuelca al Este con ex-yugoslavos, un par de rumanos de renombre (Muntean y Porumboiu) y asiáticos de todo pelaje y condición, con Kiyoshi Kurosawa como punta de lanza, y en medio el único nombre cristiano del conjunto, David Pablos, que con Las elegidas presenta la película más larga de las dos secciones, dos horas y 25 minutos, una birria, vamos, ¿qué pasa, dónde está Lav Diaz? (¿dónde están los filipinos en general?) Por cierto, que a Fremaux le han preguntado por la escasa presencia del español y se ha descolgado diciendo que hay un film español "qu'on aime beaucoup", y aquí no paramos de dar vueltas a quién puede ser.

En plan evento, el conocido Mad Max, el último Woody Allen, el esperado Pixar (Inside out) y la carísima adaptación ("variación", Fremaux dixit) de El principito a cargo de Mark Osborne. A las sesiones golfas de medianoche los habituales films de género orientales, siempre apetecibles (Asif Kapadia y una coreana de un novel) y, a falta de las restauraciones de Cannes classic, todavía por determinar, cerramos con el batiburrillo de las proyecciones especiales, donde cabe desde la primera película dirigida por Nathalie Portman hasta lo último de Schroeder o Cisse.   

miércoles, 15 de abril de 2015

Lo sublime y lo civilizado


Este extraordinario plano de El bosque del luto parece condensar la concepción de Naomi Kawase del ser humano y su relación con la civilización y la naturaleza. Compositivamente dividido en dos, en la mitad inferior vemos a dos diminutas figuras (los protagonistas absolutos del film: Machiko, una mujer aniquilada por la muerte accidental de su hijo, y Shigeki, un hombre mayor que parece todavía afectado por la muerte de su mujer 33 años atrás) jugando al escondite en una especie de laberinto que manifiesta el mayor grado posible de intervención humana en el reino vegetal. Encima, algo más oscura, una profusa arboleda que pertenece al mismo reino pero en su vertiente opuesta, una proliferación caótica de lo real. En la relación entre estos dos polos opuestos de la naturaleza se juega la posibilidad de sentido para el ser humano: si bien sólo puede habitar en un entorno domesticado, la pareja protagonista tendrá que adentrarse en la segunda parte del film en ese bosque progresivamente inhumano en una peregrinación coloreada tanto con los matices de lo sagrado como del delirio y de la locura para poder aceptar el lado más doloroso de la existencia humana.

jueves, 9 de abril de 2015

Coincidencias



   Me llega un correo de Sexto piso en el que se anuncia la publicación de un libro mítico de la poeta danesa Inger Christensen, de la que no sabía nada hasta ese momento. Poco después en el metro me encuentro el relato que hace Knausgaard de un recital de poesía en Estocolmo con "escritores daneses, noruegos, suecos y rusos" en el que está presente Christensen, que da lugar a una animada conversación entre el narrador (que la describe como "una viejecilla regordeta bebiendo en el bar, con un bolso colgado del brazo") y su amigo Gier.
   
   Mi hija me cuenta que esa experiencia de oír hablar de algo por primera vez y a continuación encontrárselo hasta en la sopa tiene un nombre. 

miércoles, 8 de abril de 2015

Juegos perversos en el paraíso




Tras un comienzo algo chocarrero en el que una cometa en forma de halcón cae sobre el sexo de una Romy Schneider que toma el sol desnuda en un entorno paradisíaco aunque algo inquietante, Inocentes con manos sucias presenta el triángulo protagonista a lo bestia: la Eva deslumbrante, el marido mayor y gordo (un padre/esposo alcohólico e impotente) y el chulazo que dice ser escritor y del que el detalle de la cometa ya nos habla de su carácter infantil y rapaz.




Tras un planteamiento de thriller algo rocambolesco a medio camino entre Las diabólicas y Perdida, y la aparición en escena de una Ley desternillante (la entrevista del abogado defensor de la Schneider y del juez que la acusa de asesinato como si se hubiera llevado un par de azucarillos de la cafetería es asombrosamente divertida, por no hablar de la pareja de policías que parecen sacados de una novela de Kafka) el Padre omni(im)potente regresa cual revenant para tomar cumplida venganza en una forma extremadamente perversa: recuperada la capacidad sexual merced al sencillo método de observar los desmelenes eróticos de la pareja infiel: en una inversión (también perversa) de la escena primordial exige las mismas prestaciones sexuales y en el mismo sitio, una curiosa y eficaz introducción al famoso aforismo freudiano Wo Es war soll Ich werden (que cito en alemán para tirarme el rollo, y que suele traducirse como Que yo esté donde ello estuvo).





Como se ve, lejos de estar aquejada de un terror paralizante, la mujer empieza a disfrutar de la situación, mientras que el bueno del marido, convencido de que maneja la situación, debe ya de barruntar que, en realidad, la impotencia le ha salvado la vida y que está a punto de ser devorado,


lo que confirma este plano realmente obsceno en el que la imago fascinante de la Schneider se ha convertido en algo monstruoso, una especie de araña descomunal que uno imagina que devolverá a Rod Steiger a la impotencia inmediatamente, aunque otro plano parece decir lo contrario.


Este inserto parece indicar que, finalmente, el marido es capaz de desencadenar el goce en su mujer, mas el hecho de que el encuadre le excluya radicalmente parece sugerir que ella se entrega a ese goce sola. En cualquier caso la estructura perversa en que se sitúa, esa Ley convocada y que también parece entregada a jugueteos perversos y la manifiesta ineptitud de la posición masculina aboca al sujeto femenino a un callejón sin salida, lo que confirma ese final en el que se disuelve en el negro de la noche.


sábado, 4 de abril de 2015

Segundas oportunidades



   Hay un momento brillante en Seconds en el que un miembro vagamente grotesco de la extraña compañía que rediseña individuos le pone al renacido Tony Wilson (Rock Hudson) una grabación que supuestamente encierra su deseo más secreto, ese anhelo que anida en el inconsciente más innaccesible y que aparentemente contiene la clave de su alma (o su "verdadero yo", por decirlo en new age). Lo destacable es que el interés del espectador es exactamente el mismo que el del protagonista, expectante ante lo que va a descubrir.

  
   Si bien la compañía promete hacer realidad ese sueño (ser pintor), borrando toda huella del pasado para poder empezar desde cero, en seguida descubrimos que lo que propone es poner en escena la artisticidad, construir una especie de decorado en el que Tony Wilson pueda actuar como artista antes que en convertirse en un verdadero pintor. 

   Si Seconds resulta tan pesimista no es tanto por su final como por la manera tan lúcida en que muestra que las fantasías personales, lo que consideramos nuestra parte más íntima, en realidad no es más que un constructo prefabricado a base de retales compuestos por tópicos e ideas recibidas (a destacar esa figura -Nora- que encarna de manera tan evidente aunque eficaz una suerte de eterno femenino y que, aunque es obvio que posa, atrapa el deseo del sujeto).






viernes, 3 de abril de 2015

Lo místico y lo siniestro



   "Vi que ya no había ninguna diferencia entre lo que mi padre había sido y la mesa sobre la que yacía, el suelo sobre el que ésta descansaba, el enchufe de la pared debajo de la ventana, o el cable que iba al aplique de al lado. Porque los seres humanos no son más que una forma entre otras formas, expresadas una y otra vez por el mundo, no sólo en lo que vive, sino también en lo que no vive, dibujado en arena, piedra y agua. Y la muerte, que yo siempre había considerado la magnitud más importante de la vida, oscura, atrayente, no era más que una tubería que revienta, una rama que se rompe con el viento, una chaqueta que cae de la percha al suelo."

Así se cierra el primer tomo de uno de los best-sellers más inverosímiles de lo que llevamos de década, la autobiografía en seis tochazos de un escritor noruego al que no parece que le haya pasado nada especial y que es relativamente joven, Karl Ove Knausgaard, y que ha conseguido vender cientos de miles de ejemplares en todo el mundo. En España Anagrama lleva publicados los dos primeros, La muerte del padre y Un hombre enamorado.

jueves, 2 de abril de 2015

La novia de luto


   Las películas de animación contemporáneas acumulan tal cantidad de referencias, guiños, citas, alusiones y lo que se quiera añadir que a menudo uno acaba agotado tras verlas. Sus guiones parecen corregidos por enciclopedistas que añaden subtextos para aumentar el pedigrí de los mismos, con lo que en muchos casos los detalles se elevan por encima de una estructura narrativa relativamente convencional.

   Centrémonos en la figura de la doncella fálica en ¡Rompe Ralph!, esa Sargento Calhoun que es el personaje más erotizado del film y la protagonista de una de las secuencias más sorprendentes: en un abrupto flashback la vemos (por primera vez) disfrazada radicalmente de mujer: vestida de blanquísima novia el día de su boda ante el altar. Tras el intercambio de miradas enamoradas con su pareja (todo un mocetón) hace su aparición lo siniestro radical: un insecto enorme que se merienda al chico. Breve estupor: de debajo del vestido saca un pistolón que revienta a la cibercucaracha gigante. La lectura obvia parece la más correcta: ella no renuncia al falo, o es su única poseedora, y eso aniquila al varón. Una imagen posterior lo confirma: aunque el chico pertenece al grupo de erectos marines que su novia comanda, cuando están juntos no puede más que adorarla; se diría que la confrontación con ella en cuanto cuerpo sexuado lo aniquila, siendo directamente devorado (el mucho más canijo Félix parece dotado sin embargo de cualidades más apropiadas para afrontar su goce).

   De esta manera, se podría decir que, en el fondo, la sargento Calhoun reproduce el estereotipo femenino tradicional: por debajo de su imago de hiperfalo andante encontramos la vulnerable chica que añora el amparo masculino. Pero lo contrario también podría ser la topografía más cierta: es bajo la sublime escenografía de la novia perfecta e inmaculada donde anida la verdad de una pulsión potencialmente devastadora.