Al filo de lo imposible es uno de esos espacios que nadie ve, pero que todo el mundo conoce y que a pesar de ser carísimo lleva un millón de años en antena y forma parte de una media docena de programas de larga vida dentro de Televisión Española que contribuyen a dar esa imagen de televisión pública, de prestigio y de calidad que tanto nos gusta a todos.
Pues bien, el director de Al filo, Sebastián Álvaro, es un señor que por edad y por decisión propia se ha acogido al ERE de la tele (igual que otros cuatro mil curritos). Al parecer Sebastian puso en marcha el programa hace la friolera de veintinco años (yo en aquella época todavía llevaba trenzas y calcetines blancos y no me acuerdo), con mucho esfuerzo, ingenio, tesón, y todas esas cosas que ya sabemos que hay que poner en los programas que empiezan, y más si son tan específicos como este. Desde el punto de vista de la producción no quiero ni imaginarmelo, moviendo por sabe Dios qué lugares a tanta gente para hacer un programa de tele y además ¡en cine! Eso si que me parece una aventura, y no subir una montaña. Y desde el principio le acompaña parte del equipo que ha permanecido fiel al programa durante todos esos años, entre ellos Carmen Portilla, que para quien no lo sepa es además de mi compañera de producción desde hace una año en el Curso de Español, la experta en espeleobuceo más importante de España, con infinidad de cuevas vírgenes exploradas por primera vez a sus espaldas y algún que otro record mundial. Carmen ejerció de experta, asesora, coordinadora, exploradora, productora y otros tantos - oras en el programa.
Y ahora Sebas se prejubila, y la tele ha propuesto como nueva directora a nuestra Carmen. Es la noticia de los últimos días en Prado del Rey, no se habla de otra cosa. Carmen está entusiasmada y con ella todos los que estamos a su alrededor, aunque yo voy a lamentar muchísimo perderla como compañera de fatigas. Creo que sería capaz de subir una montaña nevada o de sumergirme con una bombona de oxigeno para acompañarla a cualquier lugar. Todos estamos convencidos de que va a ser una excelente directora, que va a darle un aire nuevo al programa (dentro de los límites del documental de aventura, claro está) y de que tiene un montón de ideas fantásticas bullendo en esa cabeza que nunca para.
El punto amargo de esta noticia lo pone, lamentablemente, su ya casi ex director. En un articulo publicado en "El Pais" hablaba de que considera en realidad al ERE como un despido muy bien pagado. Que en cierto modo lo es, cierto, pero que también ha sido una opción voluntaria a la que él, como tantos otros, se ha acogido. Y también empieza a ser vox populi que está morado de rabia porque Al filo continuará sin él, sin su "creador", como se apuntaba en el mismo artículo de "El Pais". Y que hubiera preferido que el programa desapareciera con él. Todo esto, al margen del agravio que supone para Carmen y los compañeros que deja en el programa, me parece un insulto al resto de trabajadores del gremio y a los espectadores de su tan amada creación. Todo el mundo sabe que, en televisión, por mucho carisma que tenga un director de programa, presentador, creador, realizador, o lo que sea, los programas los hacen los equipos. Y que pasados los comienzos duros de todos los proyectos, el resto de las cosas funcionan por inercia, por la inercia del trabajo de cada persona que asume en cada momento su parcela de responsabilidad (esto lo hemos vivido muy de cerca en los programas de cine, que ahí están, como si el tiempo no pasara por ellos, a pesar de todos los cambios aparentes). Por tanto lo que demuestra el señor Álvaro con su berrinche es que es un individuo profundamente megalomano, narcisista y egoista. O quizás su pretensión era seguir haciendo Al filo en otro lugar, olvidando que su creación pertenece a una empresa de televisión con nombres y apellidos, pública para más inri, y que le ha financiado todos sus proyectos y excursiones.
En realidad, todo esto da igual. Este mundo es tan efímero que a partir de enero nadie hablará ya de que hubo un antes y un después en Al filo, todo este periodo de transición se habrá olvidado. Para bien o para mal los programas de televisión son como las cucarachas: nacen, crecen, a veces se reproducen, y todas las veces, invariablemente, mueren. Aunque algunos son más longevos que otros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario