Crónica del pájaro que da cuerda al mundo
Me compré esta novela el día antes de irme a la SEMINCI. Es ya una costumbre adquirir un libro cuando me voy de viaje unos días, aunque tengo la casa llena de volúmenes que no he abierto desde que los puse en la estantería. Leí unas cuantas páginas en Valladolid, pero no terminaba de convencerme. Ya en Madrid, el libro acabó absorbiéndome, aunque muchos de mis reparos permanecían. Y este finde, como en mis buenos tiempos de adolescente, me lo he terminado de un tirón, tumbado en la cama. Y me sigue pareciendo discutible, aunque muy hábil.
Por situarnos, podríamos decir que Crónica… es una mezcla de Philip K. Dick, John Irving y David Lynch. A partir de una llamada erótica de una desconocida, sobre el protagonista, un joven algo pusilánime y desorientado llamado Tooru Okada, caen un montón de peripecias que progresivamente adquieren un tinte psicótico/fantástico, con universos más o menos paralelos (el lado Philip K. Dick) donde debe llevar a cabo una búsqueda iniciática para rescatar a la princesa (su mujer), que ha sido raptada por el ogro, que además es su cuñado (hermano de su mujer), una especie de demiurgo del mal que ejemplifica el fascismo latente en la sociedad japonesa. Como en todo recorrido de este tipo, nuestro héroe adquirirá conocimiento y superará todo tipo de ritos de paso de la mano de una pléyade de excéntricos personajes (el lado John Irving) muy bien dibujados, pero en los que Murakami muestra tal complacencia que la cosa se le va a las 900 páginas, sin que en algunos casos sepa como quitárselos de encima. El lado Lynch del libro está en la manera de retratar ese universo paralelo donde rigen otras reglas y habitan los yoes oscuros de los protas, y que básicamente es un hotel/laberinto con una habitación que parece sacada de las escenas oníricas de las pelis del director/pintor .
El libro parece querer ser una versión para adultos de los libros de heroic fantasy que triunfan entre los adolescentes (y de hecho se lo voy a dejar a mi hijo, a ver qué le parece), aunque hay que decir que da la impresión de que al autor realmente le engancha su trama (llena de brujos, adivinos, presencias angelicales, epifanías, laberintos y demás parafernalia del género, aunque muy bien camuflada). Como ya he adelantado en cierta manera, lo que traza es una fábula política acerca del Mal (el fascismo) en la sociedad japonesa, con sus raíces evidentes en el inevitable agujero negro de nuestra civilización, el período de entreguerras y esa explosión de horror que fue la Segunda Guerra Mundial, y que se prolonga hasta nuestros días como una maldición casi física, agazapada pero siempre dispuesta a ser despertada. Para un lector occidental tiene el aliciente de mostrar un lado de aquel infierno menos conocido (aunque en los últimos años ha tenido bastante presencia, e importancia, en la política internacional), la invasión de las tropas japonesas de una parte importante del continente asiático, donde hicieron tropelías que para nada envidian a la de los nazis.
Tal vez lo más discutible sea la asociación de ese mal con la sexualidad femenina. Sin ser un libro misógino, resulta raro que Murakami sitúe sobre todo en los personajes femeninos ese algo siniestro siempre pronto a despertarse, lo que más que con las mujeres se diría que tiene que ver con los problemas que el autor tiene con ese campo (aunque la concepción del sexo y el cuerpo femenino como algo siniestro es algo que tiene ya una reputada carrera en el arte y la literartura contemporáneos). El caso es que parecería que el autor repite, puestos al día, los tópicos sobre la inefabilidad de cierto intangible eterno femenino.
Y me ha vuelto a salir un comentario larguísimo, que no sé que me pasa hoy.
2 comentarios:
Es cierto que Murakami casi siempre tiene defectos, y muchas cosas discutibles, pero a mí por lo menos, en el caso del pájaro me dio bastante igual. Fui tan absorbido por el cúmulo de referencias, la trama y el estilo que ni siquiera me importó la manera algo burda de encarnar el Mal en la figura de Wataba. Aunque en realidad, como dices, es un símbolo, así que también se podría justificar.
Sobre lo siniestro en los personajes femeninos, yo creo que está también en los masculinos, aunque de otra manera. Toda la narración gira alrededor de Okada, y por lo tanto se experimenta su punto de vista, tanto en lo real como en lo onírico, y lo que me pareció es que él tenía algún complejo de inferioridad respecto al sexo femenino que le hacía ver, no a la mujer, sino a su sexo, como algo turbio y oscuro. Además, los personajes más fascinantes y con más dobleces de la novela me parecieron los femeninos.
Gracias por tu excelente reflexión!! Un saludo!
Creo que el modelo de Wataba es el Dennis Hopper de Terciopelo azul, con esa mezcla de impotencia sexual y ascendente hipnótico que domina a las mujeres, y de hecho la descripción que hace Creta Kanoo de su encuentro con Wataba parece una variación extendida de la violación con el puño a la que asiste fascinado/horrorizado Mclachlan (cuyo personaje también se parece a Okada).
Aunque es cierto que Okada se siente perturbado (lo que narrativamente se manifiesta en lo que le cae encima) por esa invasión en su vida de la sexualidad femenina (un poco como a Tom Cruise en Eyes wide shut, y al personaje de Schnitzler en que se basa la peli), es explícito en el texto que el goce femenino está del lado "oscuro": Kumiko y ese doble fantasmático que es Creta Kanoo sólo encuentran ese goce en manos de Wataba (por seguir con analogías con textos contemporáneos, algo similar ocurría en Deseo, peligro), pero ambas lo sienten como una mancha.
Y como última referencia, si has llegado al final de 2666 verás que en ambas novelas se utiliza de manera similar La 2ª Guerra Mundial (y los movimientos políticos totalitarios que a ella condujeron) como expresión del "pecado original" que dio origen al horror contemporáneo.
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