El sabado me acerqué a Clamores con otra mirada, después de saber que el dueño del local es segoviano, y que el lugar debe su nombre al segundo río, junto con el Eresma, que pasa por esta castellana ciudad. Pues bien, además de para tomarme un mojito, el objetivo de la noche era asistir al concierto de Kenny Garret, que de alguna manera ponía fin al Festival de Jazz de Madrid de este otoño. El local estaba absolutamente lleno, y Germán andaba por allí con las gafillas sobre la punta de la nariz, intentando acomodarnos a todos (afortunadamente teníamos una mesa reservada desde hacía días y las entradas compradas, porque el hombre andaba medio desesperado diciendo en voz alta "tengo más gente que sillas").
Para quien no lo sepa, Kenny toca el saxo alto y teclados, y el resto del cuarteto lo componían Johnny Mercier (piano y teclados); Kona Khashu ( bajo) y Justin Brown (batería) .Kenny antes de ser líder de su banda y uno de los saxofonistas contemporáneos mejor considerados tocó como acompañante de Art Blake, Miles Davis o Pat Metheny. El concierto fué impresionante (Mercedes, aunque no te gusta el jazz, esto te hubiera encantado). Arrancó fuertísimo con un tema super rítmico que duró veinte minutos. Y se mantuvo en esa línea toda la noche. Además de rítmico, cuando callaba el saxo y Kenny le daba a los teclados el sonido era muy envolvente, muy electrónico. Pero lo que resultaba de verdad electrizante es ver cómo la banda improvisaba y dialogaba siguiendo el ritmo impuesto por el saxo, alto como he dicho antes. Música muy sensual (Are you feeling? nos preguntaba), y sobre todo optimista. El último tema (Happy People) se repitió una y otra vez a petición del público, de pie entre las mesas, con los brazos en alto, cantando la frase musical central del tema sin parar, mientras Kenny reclamaba más gritos y más palmas preguntándonos Are you happy people? Come on, you can sing a song. La pena es que no hubo bises, a pesar del clamor popular. Sospecho que estaban ya incorporados en las repeticiones del Happy People. Pero da igual. Una vez más, el hechizo de la música. Y mil gracias a Clamores por traernos a gente como esta.
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