martes, 11 de noviembre de 2008

Leyendo a Jefferson


"Todos tendrán también en su mente el sagrado principio de que si bien ha de prevalecer en todos los casos la voluntad de la mayoría, esa voluntad ha de ser razonable para ser legítima; y que la minoría posee sus derechos iguales, que leyes iguales deben proteger, y que violar esto sería opresión"


Como Susana es una entusiasta de la política americana le propuse que nos empolláramnos un poco la historia de la revolución, independencia y fundación de los Estados Unidos, aunque dada la pusilanimidad que nos caracteriza es improbable que lleguemos muy lejos; pero el impulso me ha dado para desempolvar el ejemplar que Tecnos publicó hace treinta años (aunque supongo que existirán reediciones y que todavía se puede encontrar) con textos de Jefferson, y especialmente su autobiografía. Y me he leído el discurso que dirigió a los ciudadanos cuando fue elegido presidente.
Susana es la experta y me podrá corregir, pero hay que decir que Jefferson es, probablemente, el máximo responsable de que EEUU sean como son hoy. Aunque parezca imposible, en sus inicios estuvieron cerca de convertirse en una monarquía con aristocracia y todo. Una parte importante del establishment consideraba que la república no era una forma adecuada para dotar de fortaleza a un país, y menos en sus inciertos inicios, así que optaban por copiar el sistema político inglés.


"Sé, ciertamente, que algunos hombres honestos temen que un gobierno republicano no puede ser fuerte, que este no lo es en medida bastante (...) Por el contrario, considero que éste es el gobierno más fuerte de la tierra. Creo que es el único donde cada hombre, ante el llamamiento de las leyes, correría hacia el estandarte de la ley y haría frente a invasiones del orden público como si se tratase de su propio asunto particular"


Jefferson fue un visionario de la egaliberté. En el período en que fue vicepresidente con John Adams tuvo que asistir a la promulgación del Patriot Act de la época, con leyes que restringían drásticamente la libertad de expresión y los derechos de los individos, especialmente de los extranjeros. En su alocución enumera "los principios esenciales de nuestro gobierno", que son demasiados para copiarlos, pero de los que destacaría "justicia igual y exacta para todos los hombres, fuera cual fuere su estado o convicción religiosa o política (...); una celosa custodia del derecho de elección por el pueblo (...); supremacía de la autoridad civil sobre la militar (...); la difusión de información y denuncia de todos los abusos ante el estrado de la razón pública; libertad de religión; libertad de prensa".


Otro de los temas que permean su discurso es la conocida (y desconcertante para los europeos) concepción de los Estados Unidos como una especie de tierra prometida donde sería posible que la humanidad recomenzase de nuevo su periplo, a salvo de todos los errores que habían llenado de sangre el continente europeo, aunque en Jefferson aparece en un versión "laica", algo alejada de los vientos veterotestamentarios que trajeron los primeros emigrantes (y que, al parecer, siguen bastante presentes en amplias capas de la población).
"No olvidemos que, tras abolir de nuestra tierra aquella intolerancia religiosa bajo la cual ha sangrado y padecido la humanidad tanto tiempo, poco habremos ganado si se sostiene una intolerancia política tan despótica, tan perversa y tan capaz de persecuciones amargas y sangrientas".
"Cariñosamente separados por la naturaleza y por un ancho océano de los estragos exterminadores de una cuarta parte del globo, (...) poseyendo un país elegido, con espacio para nuestros descendientes hasta dentro de cien o mil generaciones; (...) reconociendo y adorando una omnipotente Providencia,(...) con todas esas bendiciones ¿qué más se necesita para hacer de nosotros un pueblo feliz y próspero?"
Jefferson estuvo metido en todo tipo de fregados conspiratorios, poseía una sólida cultura clásica, era un bibliófilo que probablemente inoculó el virus del coleccionismo en la cultura norteamericana, fundó universidades y estaba obsesionado con las mejoras en la agricultura, fue embajador en el París previo a la revolución, lo que le sirvió para poseer un conocimiento de la política de Europa que sus compatriotas no tenían, además de llevarse todo tipo de información sobre botánica y técnicas agrícolas y vivir una pasión imposible (pero correspondida) con una inglesa bohemia (para los patrones de la época), y acabó su vida como un patriarca bíblico, en sus posesiones, colmado de años y descendientes, y con el buen gusto de caer arruinado por mor de sus omnímodos intereses y su proverbial generosidad.


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