Le han dado por fin el Nacional de Literatura al pelmazo de Goytisolo, que se ve que llevaba años ensayando la pose para cuando le cayera ése o el Cervantes o el que sea. De tanto rollo que se gasta con su marginalidad, heterodoxia, excelencia y demás se nos puede pasar por alto que debe de ser el autor español vivo al que más congresos, tesis, simposios y demás jarana académica se le dedica, y que publica sus libros en Alfaguara y Mondadori, vamos, las editoriales más marginales del panorama literario español, por no hablar de las obras completas que le está publicando... El Círculo de Lectores!
Y el caso es que a mí me gusta la defensa que hace de autores peculiares, como Blanco White, Azaña o Américo Castro, y la lectura heterodoxa de clásicos como Cervantes, San Juan de la Cruz o Clarín, pero a veces da la impresión de que piensa que estos señores escribieron para allanar los caminos del señor y preparar la llegada del mesías, o sea, él.
Monique Lange tiene una novela autobiográfica en la que cuenta el dolor que le causó descubrir la homosexualidad de su marido, aficionado sobre todo el lumpen árabe de París, lo que podría explicar su fascinación por el islam, del que ha escrito muy bien, por cierto. Recuerdo que el sosias de Goytisolo en la obra le contaba como después de hacer el amor con un currante argelino la mujer del mismo les había ofrecido café, y la narradora contaba que ella había acabado aceptando la sexualidad de su pareja, pero que lo del café le parecía excesivo.
Que yo sepa, nunca se separaron. Goytisolo pasaba la mitad del año en su casa de París, y la otra mitad en la de Marrakech, en un edificio que al parecer es una pasada y es una de las atracciones de la ciudad, al lado de una mansión de Gaultier.
Cuando a Umbral le dieron el cervantes o algo parecido Goytisolo escribió un artículo que dio mucho que hablar. No sabemos si alguno de los muchos enemigos que tiene en el mundillo literario se atreverá a devolverle la jugada. Veremos.
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