"Todo lo que se había amontonado en el alma del juez durante el día (...) salió como un torrente y cayó sobre el carcelero, al que despidió con estas palabras:
- ¡Eres el rey de los cretinos!
Claro está que el carcelero no se merecía el honorífico título de rey, y en lugar de alegrarse, parecía que aquella honra no le acababa de convencer. En cuanto estuvo fuera del despacho, endosó unas cuantas patadas a un prisionero encargado de la limpieza del pasillo.
Por lo que respecta a Svejk, el carcelero decidió que había de pasar todavía otra noche en la cárcel militar "para que pudiera divertirse un poco más"."
(Las aventuras del buen soldado Svejk, Jaroslav Hasek)
"Hacer daño al prójimo es recibir algo de él. ¿Qué? ¿Qué se gana (y qué habrá que pagar a cambio) cuándo se hace daño? Sale uno crecido. Sale un más ancho. Ha colmado dentro de sí un vacío al crearlo en el otro.
Poder hacr daño al otro impunemente -por ejemplo, descargando sus iras sobre un inferior que esté obligado a no replicar- es ahorrarse un gasto de energía, gasto que el otro debe asumir. Lo mismo que en la satisfacción ilícita de un deseo cualquiera. La energía que se economiza de esta manera se degrada enseguida."
(La gravedad y la gracia, Simone Weil)
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