sábado, 6 de diciembre de 2008

Simone Weil

Las necesidades del alma: la libertad

"Un alimento indispensable para el alma humana es la libertad. En sentido estricto consiste en la posibilidad de elección. Donde hay vida en común resulta inevitable que las reglas impuestas por la utilidad común limiten la elección. Las reglas deben ser suficientemente estables, poco numerosas y lo bastante generales para que el pensamiento pueda asimilarlas de una vez por todas y no tope con ellas cada vez que haya que tomar una decisión.
Cuando las posibilidades de elección son tan amplias que resultan nocivas para la utilidad común los hombres no disfrutan de la libertad. O se refugian en la irresponsabilidad, la puerilidad o la indiferencia, donde sólo hayan tedio, o se sienten continuamente abrumados de responsabilidad por temor a perjudicar a los demás. En este caso, creyendo erróneamente que poseen la libertad, y sintiendo que no gozan de ella, llegana pensar que la libertad no es un bien."
Aunque parezca increíble, Echar raíces es un texto pensado para llevar a la práctica, por lo menos desde el punto de vista de su autora: probablemente a ninguno de sus colegas en los despachos en la Francia Libre del Londres de la Segunda Guerra Mundial se le pasaba por la cabeza que de la alucinada cabeza de Simone Weil pudiera salir algo factible para la organización política real de la Francia posocupada, pero en algo había que tenerla entretenida para que se olvidara de sus delirios de pasar al continente para unirse a la Resistencia, donde vista su proverbial torpeza (demostrada en la Guerra Civil Española: se echó una sartén con aceite hirviedo por encima al poco de unirse a una columna anarquista) poco iba a poder aportar.
El caso es que para cuando terminaba el texto ya era consciente de que a nadie le interesaba y de que iba a morir pronto por culpa de la tuberculosis, agravada por lo que hoy se llamaría anorexia galopante y ella consideraba la obligación moral de alimentarse con la misma ración de que disponían los franceses del continente, con lo que la Weil se desmelena componiendo algo así como un tratado de política mística tan desconcertante como luminoso. Según se cuenta en la introducción de la edición de Trotta (que ha venido publicando desde principio de los noventa prácticamente toda su obra), la división en capítulos y el nombre de los epígrafes son obra de Camus, primer y entusiasta editor sistemático de los escritos (en su mayoría cartas y apuntes no pensados para la publicación) de SW.

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