Pues que estaba yo muy contento porque me había ido a casa relativamente temprano, después de soportar una de las caras más terribles del tedio que nos ofrece nuestro trabajo en la tele, la grabación de un programa de Identity, y me había librado del segundo, cuando llego a casa y la cerradura, que llevaba tiempo avisando, se me rompe, de tal manera que es imposible cerrar la puerta por razones que mis habilidades literarias son demasiado torpes para explicar (sobre todo por carencias en el léxico de la cerrajería). Total, que llamo a Mapfre, me dicen que un cerrajero de urgencia ha de ser pagado, y me pongo a esperar, muerto de sueño. Así que íbamos camino de las dos horas, y el anhelado trabajador no aparecía, con lo que decidí intentar arreglar el entuerto, para lo que desmonté todo el aparataje de la puerta blindada. Una vez todo lleno de tornillos vi que no avanzaba nada. En eso sonó el móvil y en dos minutos se presentó el salvador. Yo andaba algo avergonzado por el estropicio, pero me entró la vena de defensor de la propiedad privada, y di a entender que yo con mi puerta hago lo que quiero, que para eso pago mis impuestos. Probablemente para darme una lección, el honesto currante, con un giro de muñeca bien aplicada, arregló todo, cambió el bombín, atornilló a velocidad de vértigo lo que yo había desatornillado, me cobró 120 € (+ IVA) y nos separamos como grandes amigos, un cuarto de hora después de haber llamado al telefonillo. Así que en un breve espacio de tiempo atesoré un sin fin de emociones y sentimientos netamente contemporáneos: el aburrimiento, la alegría, la desesperanza, la irritación, la desconfianza, la vergüenza, el alivio, y la sensación de haber sido estafado. Y encima, en un rapto de inspiración, concibo este microrelato, género paradigmático de los tiempos que corren.
2 comentarios:
Zapatero a tus zapatos
Lo que viene a decir el "reflán" (como decía mi abuela) es que:
nunca ha estado el hombre más desvalido en toda la historia de las artes manuales que en estos tiempos modernos de tecnología y virtualidad. Y si no, que se lo digan a los fontaneros, albañiles, carpinteros, cerrajeros, torneros-fresadores y oficios de similar índole. La figura del manitas es una especie a extinguir (con gran regocijo de los mecánicos, esos chupasangres) y no queremos darnos cuenta.
Ayer veía en las noticias de teletexto quen la empresa Ubisoft ha vendido abrumadoramente estas navidades unos juegos de consola llamados "Aprende a ser mamá" y "Aprende a ser cocinera", destinados específicamente a mujeres, donde la destinataria de turno aprende las tareas relativas a su sexo de manera virtual. Las tecnologías cambian, el machismo se perpetúa.
No creo que las tecnologías cambien y el machismo se perpetúe. Creo que el capitalismo actual es el discurso más igualitario que ha existido nunca, hasta el punto de que somos incapaces de apreciarlo, tal vez porque las consecuencias son monstruosas y preferimos no verlas. Comparado con él, el feudalismo patriarcal puede considerarse idílico. Por ejemplo, somos sensibles al uso de la mujer en la publicidad como mero objeto de deseo, pero nos cuesta más ver que igualmente los hombres aparecen en la misma posición, como meros soportes del deseo imaginario. Pero el problema está en nuestras categorías teóricas para pensarlo, no en el discurso publicitario, que va por delante. De la misma manera que el capitalismo no ha abolido la prostitución, pero ha hecho aparecer la prostitución masculina, y no sólo para homosexuales. Se puede deconstruir el concepto del cuerpo femenino como sagrado destinado a la maternidad como un constructo ideológico encaminado a perpetuar la sumisión de la mujer al orden falocrático, pero las consecuencias de esa operación (me refiero a la deconstrucción)serán emancipatorias para un grupo privilegiado, mientras que la mayoría es probable que tenga que sufrir mayor explotación laboral o sexual. Con lo que encima tendrán que aprender a parir o a cocinar en un vídeo, cuando antaño al menos eran cosas que se aprendían dentro de mecanismos de transmisión familiar o grupal bastante menos alienantes
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