martes, 31 de agosto de 2010
Underworld
jueves, 26 de agosto de 2010
The sea wolf: London/Nietzsche vs Curtiz/Rossen
miércoles, 25 de agosto de 2010
Hay libertades y libertades (de prensa)
The secret of Kells
Ayer fui a ver esta película a los Renoir de Plaza de España, espoleada por las buenas críticas que ha recibido. No voy a desvelar la trama (quien quiera saberla hay miles de sitios en internet donde la destripan a placer, incluyendo la propia web oficial) sino que iré directamente a mis impresiones, que son: película vacua, aburrida, estéticamente muy cuidada y atrayente pero cuyo contenido es más soso "que una mata de habas", como dicen en mi tierra.
Sólo dura una hora, pero se me hizo eterna. Achaco el disgusto a la errónea impresión que me había llevado de la lectura de las críticas y comentarios: me esperaba algo así como una epopeya a todo correr, una aventura vertiginosa y sin tregua, cuando el discurrir de la acción es más bien plácido -a pesar del ataque vikingo- como corresponde a la vida del monje estudioso que es el protagonista.
A mi novio le encantó, con lo que podemos sacar la conclusión de siempre. Que para gustos hay colores, sólo que no todo el mundo despacha sus gustos en un blog y de forma más o menos dogmática.
martes, 24 de agosto de 2010
País de sombras
viernes, 20 de agosto de 2010
Providence
miércoles, 18 de agosto de 2010
Cine y utopía
We own the night
martes, 17 de agosto de 2010
The ghost writer
jueves, 12 de agosto de 2010
Digital
miércoles, 11 de agosto de 2010
Una pregunta suscitada por la lectura de Providence
Decepción
martes, 10 de agosto de 2010
The happening
jueves, 5 de agosto de 2010
Lecturas veraniegas IV
La nave de los muertos me ha parecido una novela extraordinaria. Dividida en dos partes, en la primera el protagonista, un marinero norteamericano, se queda sin documentación en la Europa de los años 20 y pasa a convertirse en un sans papier avant la lettre al que todos los policías del continente meten en chirona antes de expedirlo ilegalmente a algún país vecino. El neovagabundo emprende una peregrinación hacia el Sur, esquivando en lo posible a los agentes de la Ley, hasta que da con un paraíso en el que siempre brilla el sol, nadie pide papeles ni pregunta nada, y donde basta entrar en una panadería y explicar que uno tiene hambre y no tiene dinero para que sea solícitamente alimentado sin mayores averiguaciones. Para pasmo del lector castellano, el país se llama España (y Portugal), y sus habitantes se llevan una lista de elogios desconcertantes. La narración, de carácter oral, está llena de furibundas pláticas anarquistas y es muy divertida.
Por su mala cabeza, el indocumentado acaba formando parte de la tripulación de "El barco de los muertos", uno de los muchos barcos dedicados al contrabando de todo tipo de mercancías que operan al margen de la ley, y donde sólo trabajan marineros que no pueden agenciarse un puesto de manera legal. Por supuesto, las condiciones laborales no tienen nada que ver con ningún convenio y la seguridad es completamente inexistente. Traven se cuida mucho de que el relato no se convierta en una acartonada alegoría de la explotación de la clase obrera por el eficaz procedimiento de ser muy realista y verosímil en la descripción del infernal mundo subterráneo de calderas y fogones por donde se mueve su héroe.
Una novela muy "norteamericana" (entre London y Kerouac) en su apología del individualismo frente al carácter monstruoso de las todopoderosas estructuras estatales.
miércoles, 4 de agosto de 2010
Lecturas veraniegas III
Villa Amalia es algo parecido pero en versión femenina. La protagonista se tropieza con su chico en brazos de otra mujer, y a partir de ahí se embarca en un proceso de despojamiento que no acaba de llevarla a ningún sitio, al menos en el film de Jacquot, que igual en la novela del exquisito Quignard las cosas son diferentes. Aunque desde una óptica menos patriarcal y falocrática que la mía se puede entender también como el proceso de liberación de la pesadilla de la heterosexualidad para alcanzar el éxtasis del narcisismo matriarcal, con esa casa marcadamente materna en la que la prota acaba siendo acariciada por los rayos del sol, entregada a un placer tautológico sin los problemas que los hombres, siempre empeñados en fallar a la hora de la verdad, plantean.