lunes, 20 de septiembre de 2010

La mezquita


La mezquita comienza donde termina Be kind, rewind (que Aouad-Said, el director, me contó que no conocía): una comunidad (un pueblo del Marruecos profundo del Sur) se reúne en una plaza pública para ver la película en la que todos han participado. Basada en acontecimientos reales (la filmación de otra película de Aouad -que aparece brevemente al comienzo- en esa zona), la anécdota que da origen al film es tan poderosa que parece inevitable rodarla: tras el rodaje los decorados son destruidos, salvo una mezquita de atrezzo, que ha acabado por convertirse en el espacio de rezo de los lugareños para desesperación del dueño de los terrenos, que se ve incapaz de recuperar sus tierras de labranza y para el que todo el conflicto se convierte en una obsesión devoradora.

La mezquita se mueve entre una consideración utópica del cine como un medio que posibilita una forma de cohesión comunitaria, y el carácter delirante que ese mismo medio puede aquirir merced a su poder sobre el imaginario de los espectadores. El decorado es mostrado profusamente desde el frente (la fachada, el punto de vista cinematográfico, que la identifica como una mezquita "de verdad"), y las bambalinas, (el entramado de telas y maderas que muestran que aquello es una simple tramoya); el espacio interior, el que supuestamente ha devenido sagrado, sólo aparece para que veamos como el supuestamente razonable imam que ha liderado el movimiento para el mantenimiento de la mezquita se dedica a chanchullos políticos con el candidato municipal que ha venido de Rabat.

La película no está mal, Aouad-Said deja espacio a sus personajes para que se muevan por deslumbrantes espacios apenas "mancillados" por construcciones de adobe (aunque un frágil poste de electricidad y alguna parábola nos recuerda que la modernidad llega a todos los sitios), aunque fía demasiado a la potente metáfora de la anécdota principal: uno tiene la sensación de que el film podía haber sido mejor con un poco más de radicalidad en el planteamiento, o más agresividad en el planteamiento de los conflictos.


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