lunes, 19 de noviembre de 2012

Dos personas (no hacen relato)



Estrenada en el 45, esta película de Dreyer prácticamente no sale del domicilio de los Lundell en todo su  (breve) metraje. Parecería que el director se hubiera dedicado a socavar los golpes de efecto de la obra original, ya que la relativamente convencional historia de misterio que cuenta resulta evidente para el espectador desde los primeros planos: en seguida adivinamos quién se ha cargado al malo (porque Dreyer no para de señalarlo) y que en el asunto hay algo del pasado de la mujer que el marido no sospecha, algo relacionado con ese doble demoníaco que se entrevé en la figura del profesor Sander, que significativamente ha publicado un estudio sobre la esquizofrenia similar al de Arne Lundell.

Un tanto claustrofóbica, este cruce de cine negro y film sobre la locura parece designar en clave metafórica la obsesión por no querer saber nada sobre lo que ocurre en el exterior (en este época, el horror que asolaba Europa), una obsesión que conduce a la aniquilación. Por el camino, una escena nos da pistas de lo que le podía interesar a Dreyer en esta historia: en un momento especialmente intenso, el marido le pide a su mujer que le cante una nana: donde debería haber un encuentro sexual, nos encontramos con una relación materno-filial (como suele ocurrir en estos casos, el matrimonio no tiene hijos, aunque la mujer lo demande). Y es que por muy encargo que fuera, Dos personas vuelve al tema favorito de Dreyer, el del fracaso masculino para atender la demanda femenina de goce.

2 comentarios:

Sergio Sánchez dijo...

De haber hecho Dreyer hoy la película, ella sería fruto de la imaginación de él, un desdoblamiento de personalidad para justificarse a si mismo el crimen.

abbascontadas dijo...

Sí, hoy esa sutil locura se haría completamente explícita y nos entregaríamos a ejercicios de manierismo tipo Shuttle island.