martes, 27 de noviembre de 2012

Esto no es un documental



Si la pareja de Ferrara tiene un arsenal tecnológico a su disposición para esperar el desvanecimiento del mundo, el protagonista de Esto no es una película no se queda atrás a la hora de afrontar el arresto domiciliario al que le ha condenado el régimen iraní: Macs, iphones y televisiones de tropecientas pulgadas nos indican que es absurdo intentar condenar al ostracismo a una voz en nuestros días, pues el capitalismo ha llenado de gadgets nuestros interiores domésticos. Convertidas en archivos nuestras palabras y nuestras imágenes, ya no hace falta jugarse la vida para conseguir que den la vuelta al mundo.

Esto no es una película podría llamarse también Un día en la vida de Jafar Panahi, un director de cine iraní con una reputada carrera y numerosos premios internacionales que pasa la jornada esperando noticias de su abogada sobre el proceso abierto contra él por el gobierno iraní, por el que le pueden caer penas de cárcel y un montón de años de inhabilitación profesional. Para sortear la prohibición de trabajar, o para no volverse loco, llama a un realizador de documentales amigo suyo para intentar contar su último proyecto, que obviamente no pudo llevar a cabo, intento que acaba en el fracaso, y que sustituye por una disetación bastante interesante sobre su trabajo.

El hecho de que el protagonista absoluto de esta película sea Jafar Panahi, reputado director de cine iraní con numerosos premios internacionales (y, lo más sorprendente, una obra accesible en nuestro país) que ha sido condenado a penas de prisión y a la inhabilitación profesional, que las películas de las que habla sean las que realmente ha dirigido, y que la acción tenga lugar en el apartamento del director (aquí su honestidad  hace que nos muestre lo bien que vive, nada de disfrazarse de bohemio), puede llevar a algún despistado a creer que estamos viendo un documental, impresión que se desvanece en el espectacular plano-secuencia final, que eleva el film a la altura de los mejores de los últimos años: Panahi baja en el ascensor con el portero suplente del inmueble, que va recogiendo la basura en todos los pisos mientras intenta narrar al director como fue la noche en que apareció la policía para detenerle. La narración se interrumpe constantemente y finalmente nos quedamos sin saber qué ocurrió en ese instante clave y fundacional de la vida presente del protagonista (probablemente no ocurrió nada, simplemente la policía apareció, como si los elementos claves de una vida fueran intrascendentes o indescriptibles y sólo pudiéramos acceder a las huellas que dejan esos acontecimientos). Finalmente el portero saca la basura a la calle, que en esos instantes arde (literalmente) con las protestas de los manifestantes, mientras la cámara/director se queda a este lado de una imponente valla que lo protege y lo encierra..

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