martes, 4 de diciembre de 2012

Sin noticias de Dios



El único milagro (o elemento fantástico o sobrenatural) que Rossellini se permite en El Mesías no aparece en los Evangelios, y se refiere al curioso hecho de que María, la madre del protagonista, no envejece ni un ápice en los 33 años que transcurren durante la narración, hasta el punto que, en el plano de la Pietá, más parece la hija que la madre del ajusticiado (siguiendo en esto, por otra parte, la tradición icónica occidental). Fuera de esto, nada, ni los trucos más simpáticos, como el de convertir cientos de litros de agua en Vega Sicilia, o darse paseos por encima del lago. El director italiano pone el acento en recordar lo obvio pero que se suele pasar por alto, como que Jesús era judío entre judíos, que era un currante (todo el rato fabricando herramientas cuando no arreglando las redes de pesca), que no tenía estudios, lo que le tocaba las narices a las elites religiosas del momento (sobre todo a los fariseos, con mala prensa desde entonces, aunque gracias a ellos ha sobrevivido el judaísmo a lo largo de los siglos). Y que era un tío de lo más sociable, que prácticamente nunca está solo en el plano. Eso sí, su padre que está en el cielo se parece a todos los padres modernos, y su rasgo principal es una ausencia escandalosa durante toda la vida de Jesús.

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