sábado, 29 de agosto de 2015

Cuando John y Tsui coincidieron en las américas


   1997 conoció una soterrada competición entre dos figuras señeras del cine de Hong Kong, John Woo y Tsui Hark, por ver cual de los dos hacía la película más desaforadamente demencial del año y, probablemente, de la década, aprovechando que estaban en Estados Unidos y sus compatriotas no ven cine de ese país.


  Double team y Face/off configuran un programa doble que de por sí podría resucitar los cines de barrio, en este caso bajo el lema Abandonad toda esperanza de verosimilitud los que entréis aquí, porque los que perpetraron los guiones se propusieron extirpar concienzudamente cualquier atisbo de racionalidad, lo que no quita que uno siga los periplos de la trama sin mayor problema. En este aspecto, todo hay que decirlo, la de Tsui Hark con Van Damme y Dennis Rodman le da sopas con honda a la de John Woo, en la que unos desatados John Travolta y Nicolas Cage no pueden competir en marcianidad con el otro casting, que por si fuera poco incorpora de malvadísimo al mismísimo Mickey Roorke, aunque en cuanto a prestigio crítico Double team no puede hacer nada frente a la aparición de Face/off en el top ten de (nada más y nada menos) Cahiers du cinema, en compañía, por cierto, de Kitano, Hou Hsiao Hsien, Imamura, Tsai Ming Liang, Kiarostami y Wong Kar wai, que se ve que la (prestigiosa, como dicen siempre los periodistas que no la leen) revista estaba tomada esos años por hordas asiatófilas.

   Uno tiene la sensación de que parten de un mismo esquema que hubiera tenido dos desarrollos; en las dos muere un niño al principio, los dos villanos son malvadísimos terroristas buscados por todos los servicios de inteligencia del mundo (lo que no les impide pasearse por Roma y Nueva York sin mayores problemas), los dos héroes acaban encerrados en un fortín insular exclusivamente masculino del que deben escapar para afrontar al malo y salvar a su familia, las dos son variaciones del Doctor Jeckyll y Mr Hyde, más explícitamente Face/off, en las que el policía monógamo se proyecta en una figura demoníaca que es pura pulsión sin ninguna atadura a la ley. 

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