En la entrada del diario de Zenobia Camprubí del 11 de marzo de 1937 encontramos una descripción del curioso modo de trabajo de Juan Ramón Jiménez, si bien, si atendemos a las propias palabras del poeta, era un trabajo de pareja: esa misma mañana, según Zenobia, JRJ se muestra muy contento y comenta: "Esto es lo único que vale la pena, este trabajo que hacemos juntos".
El poeta corrige sobre el manuscrito y dicta a su mujer; vuelve a trabajar sobre la copia a máquina, más clara, "y a menudo dicta una tercera vez". A Zenobia le gustan los manuscritos de su marido y le gustaría conservarlos, "pero mientras va dictando tacha las palabras una a una" y al final rompe el papel en pedacitos "con deleite, como si fuera un trabajador quitando el andamio", en lo que se adivina, además del deleite, la meticulosidad y atención con la que acometería la acción, por no hablar del cuidado que pondría el muy pulcro Juan Ramón en tirar hasta el último trocito de papel a la basura; y no deja de ser curioso que escritor tan obsesionado con la presentación de su Obra se mostrase tan desapegado con sus originales.
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