Procuro no leer los diarios de Trapiello en el metro porque alguna vez me ha ocurrido encontrarme con uno de esos pasajes hilarantes marca de la casa y no puedo parar de reírme y se me saltan las lágrimas y no es cosa que se te quede el vagón entero mirando, con esa cara de amargados que se nos pone a todos en el metro que parece que ofendes con tu alegría, y todavía recuerdo cuando me tuve que bajar del vagón años ha en plena lectura del ya mítico viaje a Toledo acompañando a Pere Gimferrer (que parece ser que nunca se lo ha perdonado, aunque el resto de la humanidad se lo agradezcamos profusamente).
El caso es que hacía tiempo (esto es, varios años) que no leía ninguno, y con el impulso que me ha dado el volver a trabajar con Juan Antonio Tirado, que lo conoce y lo ha entrevistado a propósito de su traducción del Quijote, abrí Siete moderno, tomo correspondiente a 1998, y ya ha sido un no parar, devorando El jardín de la pólvora (1999) y a punto de empezar La cosa en sí, y me pilló en el metro el día que A.T. fue a la Academia de San Fernando como miembro del comité o jurado que decidía las becas para la Academia de Roma, y que es lo más divertido que he leído en años, en concreto desde la última vez que me sumergí en esos diarios.
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