martes, 18 de agosto de 2015

Un afgano entre los pinos

   
Hay que tener narices para poner a Vincent Gallo a hacer de afgano pateándose las montañas polacas llenas de nieve mientras le persiguen los becarios de la OTAN en un remake del primer Rambo. Como esta es una peli arty, de las que van a festivales y ganan premios, el afgano no tira helicópteros a pedradas (lo que no deja de ser una pena) y se conforma con rebanar el pescuezo a los leñadores con la motosierra de trabajo. Dado que el pobre no tiene las habilidades suficientes para cazar jabalíes con un palo se tiene que conformar con compartir la leche materna con un lactante, una imagen que pretenderá transmitir, supongo, la regresión ética a lo prehumano del prota, que en cualquier caso empieza su periplo haciendo volar por los aires a unos soldadetes de paseo por el desierto. Ese retorno a la identificación primordial con la madre no augura nada bueno, y cuando el infeliz es acogido por una leñadora sordomuda (¡Emmanuelle Seigner!) que le despoja de su pistola ya sabemos que el héroe (y la película) tienen los minutos contados.

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