viernes, 26 de octubre de 2012

Relaciones de clase de un desaparecido en América



Largo tiempo he estado buscando América, la adaptación de la novela de Kafka que filmaron por los 80 Straub & Huillet, hasta que en la filmografía que aparece en la excelente edición que hizo Círculo de lectores de la narrativa del escritor praguense descubrí que la película se llamaba Relaciones de clase (bueno, en alemán, claro), y que se encontraba en Filmin y todo (por supuesto, está en la edición de Intermedio de las obras de S&H). Si Monteiro alababa el cine de Kiarostami comentando que a uno siempre le apetece irse a vivir entre las gentes que filma, de los Straub yo diría que a uno siempre le entran ganas de leer los textos que adaptan, ya sean de Pavese, Vittorini, Bretch o Mallarmé.

Relaciones de clase es una película más que recomendable, pero parece pensada para un espectador que conozca la novela: a mi mujer, que estaba viendo la película conmigo, le he tenido que contar lo que ponía en la carta que Karl recibe de su tío a través de Green, cuyo contenido se detalla en la novela pero que en la pantalla tenemos que deducir de las consecuencias que provoca. Por otro lado, los directores extirpan todas las impresiones subjetivas del protagonista que jalonan el texto (lo que me parece una opción acertada), con lo que se nos hurta una de las imágenes nucleares del libro, la rememoración que hace Karl de la escena de su seducción, uno de los fragmentos más siniestros que se hayan escrito nunca sobre el primer encuentro sexual.

La supresión más evidente, sin embargo, ha debido de ser obligada por motivos presupuestarios: El desaparecido/América esta punteada por escenas de masas a las que participa como espectador alienado el protagonista desde su llegada a Nueva York: la muchedumbre que se aprieta en la cubierta del barco en el que Karl ha viajado, el abigarramiento expresionista que casi le aplasta cuando entra por primera vez en el Hotel Occidental, el tumultuoso desfile al que asiste desde la reclusión en el balcón a la que Robinson y Delamarche le tienen sometido, o la promiscuidad del viaje en tren con el que se cierra el libro hablan de una masa en la que nuestro héroe puede desaparecer, y que contrasta con los numerosos espacios cerrados, y a menudo minúsculos, en los que parece siempre a punto de sufrir una agresión. Pues bien, Relaciones de clase tiene que renunciar a toda esa parte clave de la novela, y sólo en algún caso denotarla metonímicamente a través del sonido.

Si el casting masculino es excelente, y el actor elegido para encarnar a Karl Rossman es un acierto que sostiene la película, no ocurre así con las dos figuras maternas clave del libro, la jefa de cocina (precisamente por poco maternal) y, sobre todo, Brunelda, si bien aquí estamos ante una encarnación imposible, al menos en el mundo de los actores de carne y hueso. Y eso que Laura Betti es una opción muy inteligente, en la que se aúnan sensualidad y desmesura corporal, pero el personaje de Kafka es un ser mítico, una especie de ballena, una madre primigenia cuyo cuerpo tiende a expandirse hasta anular a todos los personajes masculinos que pululan a su alrededor. Tal vez no sea casual que el libro se quede inacabado en ese capítulo, aunque se le añada después el famoso fragmento del Teatro de Oklahoma.

Una de las razones por las que este film resulta apasionante es por el límite que fija: estamos, creo yo, ante la mejor adaptación que se pueda hacer de un texto de Kafka, al menos con este grado de fidelidad. Sin embargo, la radicalidad e inteligencia con la que se afronta muestra las limitaciones del cine para hacerse cargo de según qué imaginarios. No deja de ser desconcertante que una articulación tan onírica como la de Kafka sea casi intraducible a imágenes.

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