jueves, 28 de octubre de 2010

Los Atridas en Líbano


Incendies es uno de los acontecimientos teatrales de los últimos tiempos, y viendo la adaptación cinematográfica de Denis Villeneuve se puede percibir sin problemas la fuerza de esa brillante puesta al día de Sófocles. El director parece preocupado más que nada por no estropear el extraordinario material del que parte, y hay que decir que sale airoso. La película mantiene un nivel digno y se ve muy bien, y se le perdonan las trampillas que hace en la manera en que maneja la estructura narrativa, que se mueve en dos tiempos, el del presente en el que los protagonistas recorren el Líbano para conocer sus (muy oscuros) orígenes, y el del pasado, situado en la Guerra Civil libanesa y posterior invasión del Líbano por Israel, en el que seguimos el descenso a los infiernos de una madre que acaba emergiendo como una heroína-traidora (a su comunidad, la cristiana).

El film comienza con una tarea impuesta por una madre que acaba de morir a sus dos hijos, gemelos, que por lo que se ve no la tenían en gran estima. Esa tarea (saber de su origen) es abrazada por la hija y rechazada por el hijo, que prefiere no saber nada de la violencia que hay siempre en los orígenes, aquí manifestada en el conflicto libanés que Villeneuve presenta (imagino que siguiendo al autor de la pieza original, el libanés Wajdi Mouawad) como un encadenamiento de matanzas y represalias en espiral, una estructura diabólica en el que la madre inscribe un acto de traición a raíz de su repudio por su familia. Como buena parte del interés del film radica en el progresivo desvelamiento de la potencialmente arrasadora verdad que hay al final de la búsqueda, dejo de dar pistas acerca de la conclusión.

En cualquier caso, si ese conocimiento no aplasta a los dos protagonistas es por la presencia en el film de un desconcertante personaje, desconcertante más que nada en el contexto de la cultura contemporánea, una figura paterna encarnada en el que debe de ser el notario más "heroico" de la historia del cine, jefe durante años de la madre fallecida, de quien recibe en su lecho de muerte el legado de la "verdad" (terrible) que debe ayudar a descubrir a los huérfanos. Como explica al hijo errabundo, la promesa que le ha hacho es "una promesa sagrada", y la supervisión por su parte del trayecto iniciático es el que permitirá a los protagonistas sobrevivir al trauma de la escena primordial y al film escapar a sus posibles excesos.

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