lunes, 8 de noviembre de 2010

Corona de flores


Corona de flores se parece bastante a Mundo maravilloso, la otra novela de Javier Calvo que conozco. También transcurre en Barcelona, aunque aquí se trata de una ciudad decimonónica retratada como un espacio entre alucinado y apocalíptico, un cuerpo mutante que se va desprendiendo de los últimos restos de Ancien regime (iglesias o conventos o cementerios en ruinas que van dejando paso a la Barcelona contemporánea) y que vive atravesado por los discursos de la ciencia, la técnica, la ley o la religión, discursos con una característica común: todos viven absolutamente anegados en la locura: así, los (memorables) personajes de Corona de flores serán un jefe de policía psicópata e impotente, un científico genial entregado a las más delirantes teorías (y también impotente) o un aristócrata prendado de oscuros manuscritos medievales. Como es fácil de imaginar con este despliegue de protagonistas, Corona de flores se articula como un (brillantísimo) folletín que abraza con entusiasmo su condición de literatura popular (tras la que se esconde una arquitectura bastante trabajada), si bien esta apoteosis del marasmo de la Ley simbólica se resuelve en la emergencia de una violencia extrema: aquí, en ausencia de la castración simbólica, es la más siniestra y literal de las castraciones la que hará acto de presencia del lado de los sustentadores de la Ley.

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