lunes, 29 de noviembre de 2010

Intrusos y huéspedes


Luis Magrinyà fue una de las grandes esperanzas blancas de la narrativa española en los 90, cuando publicó de seguido los libros de relatos Los aéreos y Belinda y el monstruo. Su salto a la novela, 5 años después, con Los dos Luises (que ganó el Herralde, si mal no recuerdo), parece ser que le hizo perder la gracia de la crítica, y luego ha seguido espaciando sus publicaciones un lustro.

Y, sin embargo, Magrinyà ha tenido (y tiene) un peso enorme, aunque subterráneo, en la conformación del gusto de los letraheridos de las últimas generaciones: es el director de Alba Clásica, la colección de novela decimonónica que ha establecido un canon mayoritariamente anglosajón de ese siglo clave para la narrativa para los lectores de estas dos décadas últimas. Por poner un ejemplo, casi todos hemos leído a Jane Austen al completo en esa editorial, para la que ha traducido Juicio y sentimiento.


Intrusos y huéspedes explora las posibilidades de la primera persona y el uso de material autobiográfico para articular el relato. Está divivdido en dos partes, sendos diarios escritos por el mismo personaje con varios meses de diferencia, en los que se muestra trayectos vitales diferentes: en el primero ese yo que habla se va hundiendo imperceptiblemente en una depresión aguda (en el momento en el que hace acto de presencia un hijo tiempo ha alejado) y en la segunda asistimos a una curiosa resurrección de la mano de un proceso de aprendizaje alquímico contemporáneo: lo que se nos describe es la ascensión espiritual del narrador gracias a la elaboración artesanal de éxtasis, para lo que cuenta como maestros iniciáticos a la panda de amigotes de su hijo, a los que se suma una chamana universitaria que bordea las puritanas fronteras de la práctica científica. Historia de peterpanismo generacional en la que son los hijos los que guían a los padres, el centro de Intrusos y huéspedes está ocupado por una reflexión acerca de los mecanismos narrativos de la literatura del yo a partir del propio texto.

No hay comentarios: