Siempre me gusta ir a la Feria del Libro aunque sea un día, y aunque sean cinco minutos; generalmente me paso por las casetas de editoriales que me gustan para recopilar catálogos, y lo normal es que acabe comprando cinco o seis libros. Este año lo tenía difícil, pero el jueves leí en sublog que Javier Moreno firmaba ejemplares de Click en la caseta 20, y como decidí que para salir de la apatía que me atenaza desde hace días nada mejor que imponerse una tarea titánica y llevarla a cabo contra viento y marea allí me fui, al Retiro con los 40 grados que caían.
Como nunca he ido a que me firmen un libro desconocía los ritos asociados al caso. Imaginaba que habría una fila de admiradores y que aquello sería como una cadena de montaje, coges el libro, das el nombre y te ponen una dedicatoria estándar. Pero Javier Moreno estaba solo detrás de una pila de ejemplares de su novela, así que cogí uno y se lo di, pero él también se quedó a la expectativa, se ve que a mí me correspondía decir algo, pero no se me ocurría qué; total, que me preguntó el nombre y me dijo que si quería una dedicatoria. Y en ese momento se me ocurrió que prefería que me escribiera cinco títulos de obras que considerase que un lector de su novela debería conocer (o algo así). Bueno, al final puso cuatro (El nacimiento de la tragedia, El corazón de las tinieblas, Nocilla dream y Derrumbe, por si alguien tiene curiosidad), y le conté por qué había ido a comprar el libro, que es una historia relativamente extensa donde se ve como se fragua ese deseo curioso que es el de leer un libro: Click está publicado en Candaya, y en la solapa de los libros de la editorial aparece al lado de Nocilla dream, el best-seller de la casa; luego me lo he topado citado alguna que otra vez (elogiosamente) en la blogosfera; mi hermana, que anda por China, me pidió que se lo comprara para tenerlo por allí, y no me dio tiempo a leerlo antes de que se lo enviara; el deseo de volver a tenerlo flotaba en algún rincón de la mente donde duermen los deseos vagamente insatisfechos; cuando me topé con la noticia de que el autor estaría firmando ejemplares decidí pasarme por el Retiro. Y así más o menos se lo conté al propio Javier; y allí nos despedimos, con promesas de informes futuros de lectura.
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