viernes, 1 de junio de 2012

Apuntes sobre Cannes: los actores como autores

Hotel Mekong, Holy motors, In another country y Vous n'avez encore rien vu son películas muy autorales que plantean un hecho tan básico que nos suele pasar desapercibido: una película existe porque un actor accede a hacerse pasar por otro persona. Como el cine no es el primer arte que tira de un cuerpo para crear una obra (más bien es el último) las distintas películas reflejan esa filiación a su manera.



Holy motors comienza por el grado cero de la simulación: el disfraz. Luego continúa con una (desternillante) danza guerrera que, para que se vea que al cachondo de Carax nada le viene pequeño, comienza con artes marciales para acabar en un videojuego high tech. A continuación tenemos a ese clown posmoderno que es Monsieur Merde, y para cuando la palabra aparece en el film ya han pasado muchos minutos. 



Resnais es un gentleman y tira de una obra de teatro del siglo pasado, la Eurídice de Jean Anouilh, que no es gran cosa pero se presta bien a su hermoso ejercicio manierista y a su declaración casi testamentaria de que la labor (y responsabilidad) de un creador es de la de servir de correa de transmisión de un legado inmemorial. 



Para Apichatpong viene a ser lo mismo interpretar a un personaje, ser poseído por espíritus diabólicos, prestar el cuerpo para que las almas se dediquen a viajar por el hipertiempo o que amantes inmortales anden ligando colándose en tus carnes en cuanto te echas un sueñecito. El budismo tailandés debe de ser de lo más marciano para que todo eso quepa en un mediometraje de una hora, pero al final todo queda subsumido en el gran río de la vida, o al menos en un río que está a punto de desbordarse por las inundaciones. 



Hong Sangsoo es el único para el que el cine es sólo presente. Aquí el engranaje de su historia no comienza porque un director de cine (o sus variaciones: un escritor, un pintor) se traslade a un espacio diferente al suyo sino porque en su ficción aparece un extraterrestre: Isabelle Huppert (quiero decir que la Huppert en Corea es como un extraterrestre, ella se supone que es una afamada directora de cine francesa, aunque para lo que hace podría ser cualquier cosa). In another country se articula sobre una serie de variaciones con los mismos personajes a partir de distintos inicios, en los que la Huppert aparece por un pueblo coreano por las razones más peregrinas, si bien acaba como todos los protas hongsangsoonianos, o sea, borracha perdida.

Si bien todas estas películas pueden considerarse homenajes a los actores, todos los directores tienen cuidado de inscribirse en su ficción, bien directamente (Carax aparece al comienzo de Holy motors en una secuencia vagamente onírica en la que se levanta de la cama y abre una puerta secreta en la pared que da paso a la oscuridad de la sala, filmándose como el anfitrión que nos invita a pasar a su peculiar mundo, mientras que Apichatpong anda como uno más entre su grey, eligiéndole camisetas a Tong, por ejemplo), o bien por medios interpuestos: Bruno Padalydés hace de demiurgo organizador de la sesión intergeneracional en el film de Resnais, mientras que Hong Sangsoo se saca de la manga nada más y nada menos que a una chica que está arruinada y tiene que esperar a que un familiar le eche un cable (y se pone a imaginar historias para evitar el tedio) como la inventora de su universo, que era fácil de imaginar que el coreano iba a ser el que dibujara el espacio del creador con más pitorreo. 


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