martes, 23 de diciembre de 2014

El kitsch sublime


Amo a los que no saben vivir
Así hablaba Zaratustra

   Si bien todavía prevalece la visión "prestigiosa" del suicidio de Kleist, su muerte siempre ha estado teñida de un halo entre cursi y ridículo que tal vez tenga algo que ver con el prestigio que ha alcanzado su figura en el siglo XX, él que sufrió tanto por la incomprensión de sus contemporáneos (léase, sobre todo, Goethe). Atalanta publicó un artículo de Michel Tournier como prólogo a su exigua recopilación de obras del escritor alemán (el hijo de la duquesísima, que tantos tochos de tropecientas páginas publica de cualquier delicatessen para iniciados, ya podía haberse estirado aquí y habernos regalado unas obras completas, pero no seamos desagradecidos) que recoge testimonios de los últimos días de la pareja suicida, esto es, el escritor y Henriette Vogel; cartas y atestados policiales tan bien organizados que a uno le asalta la sospecha de que es una obra de ficción. Un prólogo que es el perfecto acompañamiento a Amour fou, la excelente película de Jessica Hausner que la distribuidora tan selecta como secreta Paco Poch nos regala estos días.

   Amout fou es un cruce entre Siete ocasiones y La marquesa de O...; en ella el poeta pide a las mujeres "en suicidio" como quien hace una proposición matrimonial, y como en la peli de Keaton es rechazado una y otra vez (Hausner acentúa el paralelismo filmando las últimas horas de la pareja como si fuera el ritual de la noche de bodas). La directora se pitorrea un tanto de la manera enfermiza en que el Romanticismo anudaba sexo y muerte, aunque ya el propio Kleist escribía que prefería morir junto a su prima que ocupar el lecho de todas las emperatrices de la tierra, y todo apunta a que Marie von Kleist (a la que Heinrich seguía tirando los peculiares tejos apenas un par de días antes de volarse la cabeza con otra) entendió lo que resulta obvio: que su primo prefería pegarle un tiro a acostarse con ella, lo que hace de él un personaje ideal para pasearse por el cine contemporáneo (lo que también explica la elección de La marquesa de O como el texto kleisteniano que se cita en el film: en el famoso cuento el protagonista viola a la mujer deseada cuando está desmayada, esto es, aparentemente muerta, mientras que en el estado de vigilia sólo es capaz de adorarla como a una imagen sublime -recordemos de paso que Kleist se inspiró para sus relatos en las Novelas Ejemplares de Cervantes, y que el correlato cervantiano de La marquesa es La fuerza de la sangre, un relato menos perverso pero más salvaje y, desde luego, más alejado de la sensibilidad actual-).

   Jessica Hausner se toma muchas libertades con el suicidio y con un dato clave acerca de Henriette que no desvelaré aquí por si algún lector del blog no ha visto la peli, clave para entender el sentido del film pero inexacto históricamente. Dado que la reputación de la señora Vogel es completamente intrascendete me parece legítimo lo que hace la directora, que por otro lado "mejora" al personaje, al que Marie von Kleist definió en una carta como una loca narcisista que hacía cualquier cosa por llamar la atención. 

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