viernes, 31 de julio de 2015

The lady vanishes


   Es curioso que a La aventura no se le reconozca la misma valentía que a Psicosis por hacer desaparecer a la que es designada como protagonista a la media hora de comenzar el metraje. A tiempo pasado es fácil dar por hecho que Monica Vitti se hará con el protagonismo en el film, pero los primeros espectadores debieron de imaginar que seguirían las andanzas de la adusta Lea Massari. 


   
   La película comienza con uno de los mejores diálogos de la historia del cine, un diálogo que resume todas las carencias de la posición masculina en la modernidad. Aquí el padre de Anna, la chica que desaparecerá posteriormente, diplomático de profesión, reconoce que en su trabajo la verdad está prohibida (¿sería en ese caso un profesional de la mentira?), pero que quiere ser sincero, verdadero, con su hija. Pero ¿cuál es esa verdad que transmite a su hija? Pues... que es incapaz de ejercer de padre (en este caso, que no puede impedir que pase una semana de vacaciones con su amante, al que imaginamos que reputa de indigno, lo que la peli confirmará). Y cuando la hija le replica que hay una verdad que necesita saber, él se escaquea, a pesar de la palpable angustia que hay en la demanda de ella (si bien no se explicita, resulta obvio que su interrogación tiene que ver con el deseo de la madre, marcadamente ausente de la topografía familiar). Como despedida, el padre lanza una profecía/maldición:
- Él nunca se casará contigo. A lo que Anna contesta que es ella la que no quiere casarse con él.


No hace falta esperar mucho para averiguar que, efectivamente, el objeto de deseo de Anna es un merluzo, y que si bien tiene un innegable magnetismo falla irremisiblemente en el campo de la palabra, lo que aflorará una y otra vez a lo largo de la película. Infatigable fascinador de mujeres, acaba sumiéndolas en la angustia por la inanidad de un discurso del que la verdad parece excluida, en un registro tal vez diferente pero que hace eco con las palabras del padre.


Y en ese extraño y potencialmente siniestro encuentro sexual que antecede al viaje a la isla volcánica encontramos otro paralelismo con la secuencia inicial de Psicosis, aquella en la que Marion anhelaba por parte de su amante un compromiso en el campo de la palabra que nunca llegaría.

5 comentarios:

Sergio Sánchez dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Sergio Sánchez dijo...

Totalmente hermanadas "La aventura" y "Psicosis". La protagonista desaparece y además la buscan el novio y una amiga (que no la hermana) y argumentalmente la peli es la historia de esa búsqueda. Creo recordar que alguna carta de admiración mútua cruzaron Hitchcock y Antonioni. Y luego están "Blow up", "El reportero" (que es casi un remake de "muerte en los talones") y en el otro lado el proyecto Hitch con Audrey que a mi me suena muy Michelangelo.

abbascontadas dijo...

Resulta difícil no pensar que Hitchcock conocía La aventura y le habían empresionado algunos elementos que incorporó a Psicosis (y al revés, el punto de partida de El reportero parece claramente Con la muerte en los talones, como dices). Desconocía el respeto mutuo, que los directores son muy suyos a la hora de reconocer influencias y préstamos.

Sergio Sánchez dijo...

Por fechas no podía conocerla, a Antonioni le silban en Cannes un mes antes del estreno de Psicosis, creo que es algo mucho más misterioso y mágico. Es un tema del que se habla poco, pero la modernidad en el cine americano de finales de los 50-principios de los 60, que es asombrosa, no creo que surgiera en muchos casos y al menos en principio de la admiración al cine europeo, que aún conocerían poco y mal, sino de compartir parecidas inquietudes y de estar gastado para ambos el relato clásico. Son muy suyos sí, Wilder pone a parir a Antonioni, pero esas dos horas y media que se marcó en "Avanti!" en una isla italiana con un montón de planos del paisaje....¡ay!

abbascontadas dijo...

No sé por qué se me había metido en la cabeza que Psicosis era del 62. No sé como eran las relaciones entre directores interoceánicos en aquellas fechas, pero como dices (antes de la era del vhs, dvd e internet) los directores norteamericanos debían de conocer con cuentagotas lo que se hacía en Europa (o Asia).
Lo divertido en esa época es la devoción que los críticos más cool sentían por los europeos, que a su vez adoraban a los directores norteamericanos que esos mismos críticos miraban por encima del hombro (esos que no daban crédito a que Truffaut se molestara en entrevistar a Hitchcock)