sábado, 9 de mayo de 2009

Eva al desnudo


Tenía una idea un poco desvaída de esta famosa cinta de Mankiewicz, que recordaba un poco como esos clásicos a los que se sigue venerando por cortesía, aunque tenía un recuerdo vagamente decepcionante de un visionado antiguo. Hace poco Alberto Bermejo me contó que se la había vuelto a ver con ocasión de la pieza que hizo para Días de Cine con ocasión del centenario del director, y que le había parecido buenísima, y fue tal vez su consejo el que me impulsó a acrecarme al Bellas Artes para volver a verla en compañía de cuatro gatos.
Pues, efectivamente, resulta que Eva al desnudo es buenísima. Es un festín absoluto para la inteligencia, un guión tan perfecto que a veces uno tiene la sensación de que Mankiewicz refrena su talento para no dejarse arrastrar por la brillantez. Así, elige como principal narrador al personaje más soso, Karen, el único en cierta manera fuera del mundo del teatro, la esposa del escritor que es un poco comparsa, pero que al estar fuera del núcleo incandescente de la trama y del mundo del teatro tiene más capacidad de análisis; también el personaje más indefenso puesto que no puede luchar con ningún arma contra las maquinaciones de Eva Harrington, la despiadada trepa que no se detiene ante nada para alcanzar el status de estrella que desea.
Siendo Eva la mala malísima se puede leer su personaje como el de una heroína "lacaniana", la que no cede en su deseo más profundo por consideraciones "patológicas": sabemos que Margo/Bette Davis ha perdido la partida cuando sucumbe a la tentación de una vida conyugal y sacrifica su carrera para conocer las delicias de una existecia doméstica (algo que Eva desprecia explícitamente). Frente al estilo hipertrofiado de Cautivos del mal, una peli parecida, Mankiewicz opta por un estilo sobrio, prefiere planos largos en que reúne en grupo a los protagonistas, a veces enfrentados; deja la articulación del plano/contraplano para los enfrentamientos más intensos, Eva chantajeando despiadamente a Karen, el duelo final entre Eva y Dewitt, su doble masculino.
Pensaba en como sería esta historia contada desde el punto de vista de Eva; el resultado sería parecido a Esther Kahn, la estupenda película de Desplechin acerca de una joven de origen humilde cuyo único deseo es convertirse en actriz, en la que todas las experiencias vitales se subordinan al único fin legítimo, alcanzar la excelencia sobre las tablas, la única expresión del goce verdadero.

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