martes, 23 de octubre de 2012

Revolucionarios, SA



Assayas parece haber querido filmar el contraplano de tantas películas norteamericanas que supuestamente nos han desvelado los manejos de los servicios secretos de los Estados Unidos, y como buen contraplano lo que nos devuelve es una imagen especular de lo que ya conocíamos, una curiosa mezcla de racionalidad y sinsentido. Carlos hace un estupendo programa doble con Argo, esa película en la que a Ben Affleck algunos le han echado en cara la osadía de intentar recuperar la (periclitada) figura del héroe, recuperación cuya dificultas anota el propio film. Assayas lo tenía más fácil a la hora de recoger un consenso crítico favorable con la figura de Carlos, un revolucionario devenido estrella mediática que resulta ser tan megalómano como capullo, alquilando sus servicios al régimen que mejor le paga bajo el hilarante paraguas de la solidaridad con el pueblo palestino, sin que le tiemble el pulso a la hora de llevar acabo una espectacular acción para que Sadam Hussein se cepille e los kurdos díscolos, que siempre ha habido pueblos oprimidos y pueblos oprimidos. Y si Argo lleva impresa la dificultad de trazar una heroica "seria" en nuestros días, Carlos hace lo propio con la tragedia: si todo apuntaba a que la ascensión y caída de este terrorista pijo iba a configurarse como una tragedia shakesperiana, el personaje acaba arrastrando al relato al terreno de una siniestra ópera bufa.

2 comentarios:

Sergio Sánchez dijo...

Se le va un poco la mano con la exhibición de testosterona del personaje, en lo sexual y en su profesión. Lo cual no es que sea reprobable en si mismo, claro, pero sí que llega a ser un poco grotesco tanto polvo-masacre-polvo-masacre-polvo-masacre sin solución de continuidad. Aún así la película me gusta y la prefiero al retrato de pardillo desprevenido que hizo Huerga de Puig Antich en otra película de recreación setentera a la estela de "Munich". Un Spielberg que se revela como inesperadamente influyente.

abbascontadas dijo...

Pues debe de ser la peli, porque la serie abunda en el lado burocrático del periplo del personaje, todo el día metido en despachos de distintos servicios secretos para publicitarse como aguerrido revolucionario y venderse al mejor postor, mientras se va derrumbando el discurso ideológico.
No vi la de Huerga, pero Munich me gustó bastante, aunque tenía las habituales caídas made in Spielberg.