miércoles, 8 de julio de 2009

El espejo


El recuerdo que tengo de mi anterior visionado de esta película de Tarkovski, hace más de 20 años, es el de ver un plano, que se enciendan las luces del cine, y ser consciente de que no me había enterado de nada, sin que pueda decir si me quedé dormido o es que aquello era inaccesible. Así que siempre tuve interés por ver otra vez la que probablemente sea la película más hermética del director ruso, y allí que me fui a la filmo a ver qué había cambiado respecto a mi incomprensión adolescente. Y es, sobre todo, la capacidad de enumerar todos los trucos que Tarkovski utiliza para que espectador pierda pie viendo el film, que se puede considerar una variación sobre Ocho y medio: podemos aventurar que hay un director de cine que ha dirigido una película llamada Andrei Rubliev, que tiene un hijo y que se está separando. Estas secuencias son filmadas con cámara subjetiva, nunca vemos al narrador, su mujer mira directamente a cámara cuando dialoga con él. El problema que plantea la enunciación del film es que este presente no es el magma en el que se ancla el espectador para recorrer y ordenar el resto del material, recuerdos de infancia, sueños, fantasías sobre escenas primordiales, secuencias sin ningún nexo narrativo con lo que le rodea, imágenes de archivo que desgarran la ya suficientemente compleja trama textual del film. No, ese supuesto presente aparece aleatoriamente en mitad de la peli sin que ordene el resto del material.
Para más inri, una misma actriz interpreta a la mujer y a la madre de la infancia, y un mismo actor interpreta al hijo y al narrador adolescente, con lo que Tarkovski se permite alardes como que en una misma secuencia (y probablemente en un mismo plano, porque el director se entrega con fruición a esa figura de estilo que domina como nadie, que es el salto de una realidad "objetiva" a un espacio fantasmático en la misma imagen) pasemos del presente al pasado sin necesidad de cambiar de actores ni de decorados, que para eso mucho gira en torno a una casa que a ratos está iluminada con la plenitud del sol y de la fascinante imago de la madre, y a ratos deviene ruina que se cae a pedazos.
Tampoco se priva de cambiar de actores para interpretar al mismo personaje, y así, como en los cuentos de hadas, en un tiempo tenemos a la super guapísima madre y para su repetición tenemos a la madre como debe de ser en el presente, anciana, o convertida en bruja. Como se ve, mucha madre por todas partes ¿Y qué pasa con el padre? Pues despaarecido desde casi la primera secuencia; sólo se hace presente en un par de apariciones algo imaginarias (¿de verdad regresa a casa y abraza a sus hijos?¿fabula el niño una escena primordial en que el padre abraza a la madre en un marco idílico, en la campiña plena de la primavera, pero que esa extraña mirada que la madre dirige a cámara denuncia como falsa y fabricada?). En realidad, el padre emerge como palabra: Tarkovski mete varios poemas de su padre, que por lo que permite adivinar la traducción no están mal en absoluto, pero que forman parte de todos los elementos que desde fuera de la narración rompen la ilusión de coherencia de la película. Otro dato desconcertante: el núcleo familiar cambia, a veces hay dos niños, otras un niño y una niña, a menudo un niño solo.
Una de las mejores secuencias de El espejo no articula nada que pueda adscribirse a la enunciación ni de Tarkovski adulto, ni adolescente, ni niño: vemos a la madre atravesando asustada, compulsivamente, varios pasillos; pregunta desesperada por un libro (al parecer es traductora o correctora de pruebas en una editorial); quiere comprobar una palabra antes de que se edite. Estamos en pleno estalinismo, una palabra equivocada puede costar muy caro, pero la secuencia tiene un aire onírico, ese miedo que arrastra la mujer por un espacio realista y laberíntico a la vez, el cambio de tono que se respira a lo largo de la secuencia, inquietud, irrisión por lo banal de la situación, el cambio que se introduce cuando los compañeros empiezan a acusarla porque el marido la haya abandonado. La planificación es compleja, los movimientos de cámara complicados. No sabremos si lo que vemos es un recuerdo de la madre que contó a su hijo (es el único momento en que la vemos trabajando) o una invención de éste.

2 comentarios:

Ventura dijo...

La fotografía que inaugura tu post, esconde el secreto de la enunciación. La cámara espera detrás de la madre esperando ese recuentro entre los padres. Recordando un poco la vida de Tarkovsky podemos saber que su padre abandonó el hogar familiar. No recuerdo que edad tenía Andrei, pero lo que aprendimos de sus películas es su tremenda nostalgia por verles juntos otra vez. Su recuerdo es la añoranza entre la ausencia de uno y la presencia del otro, por lo que la película es un continuo recuerdo de lo que esta presente golpeado por la ausencia de lo que no está. Como esa escena de los emigrados españoles en la URSS. Desgarradora como el cante de la mujer, que hace presente la ausencia de la tierra de la que se fue.

Saludos.

abbascontadas dijo...

Esa secuencia, casi el comienzo de la película, es fabulosa: la cámara "rodea" a la madre en elegantes travellings (que por otra parte no pueden adscribirse a mirada subjetiva alguna, fuera de su propia enunciación), una voz en oof nos cuenta que hay un camino por el que nunca volverá el padre, definitivamente ausente, en ese momento aparece una figura masculina, un doctor que flirtea (de manera bastante competente) con la madre, un poco en un estilo de comedia americana, aunque con cierta tensión, una secuencia que se solventa con esa típica bufonada tarkovskiana, el tronco en el que se sientan se rompe, el hombre se echa a reír... Finalmente él se marcha, se detiene cuando ya está lejos, se da la vuelta, duda si regresar. De repente un viento impresionante (¿cómo lo harían, con un helicóptero?) azota toda la pradera, llena de espigas en sazón. El doctor definitivamente se aleja. Los niños aparecen dormidos en esa secuencia, nunca volvemos a ver la cerca rota: ¿es una secuencia imaginada, que articula el anhelo por parte de Trakovski de una figura masculina en su vida, y a la vez una madre inaccesible a los hombres, exclusiva para él? Cuando filma a su madre a solas es una mujer fascinante, pero cuando está en plano con él de niño o adolescente se percibe la tensión entre ellos.
La verdad es que es un film infinito, no me extraña que tenga tanto admirador entre el gremio de los directores de cine, se puede sacar petróleo de cada secuencia.

Saludos, Ventura!