domingo, 3 de octubre de 2010

Placeres de sábado

Desayuno en la calle



Como soy un hombre de fuertes convicciones morales, siempre que desayuno en la calle pido un croasán a la plancha; en mi condición de teórico (groucho) marxista, si no gustan mis fuertes convicciones morales, tengo otras, y así me puedo pasar a la tostada de tomate o al pincho de tortilla: mi rectitud ética no está reñida con la dosis de tolerancia necesaria para respetar el abismo de la Otreidad en su demanda incondicional y bla, bla, bla... (poner aquí a Levinas).



Me leo un libro de un tirón


No hubo comentario de Señales que precederán al fin del mundo que se abstuviese de contar que los nueve capítulos de esta fascinante nouvelle de Yuri Herrera correspondían a no sé qué círculos de la mitología azteca (o maya, pero creo recordar que era azteca). Como no estoy nada puesto en mitología azteca (ni en la maya) nada puedo decir al respecto. Señales... tiene un comienzo deslumbrante ("Estoy muerta, se dijo Makina cuando todas las cosas respingaron: un hombre cruzaba la calle a bastón, de súbito un quejido seco atravesó el asfalto, el hombre se quedó como a la espera de que le repitieran la pregunta y el suelo se abrió bajo sus pies: se tragó al hombre, y con él un auto y un perro, todo el oxígeno a su alrededor y hasta los gritos de los transeúntes."), y cuenta el trayecto mítico/realista que Makina realiza, a instancias de su madre (también de corte mítico e hiperrealista) a EEUU/el reino de los muertos en busca de un hermano años atrás desaparecido. Herrera se mantiene en todo momento entre estas dos lecturas (que el lector debe tener en mente siempre) con suma destreza; el referente que viene a la memoria en seguida es, por supuesto, Rulfo.



Aperitivo en una terraza





El sueño eterno con mi hijo



Como todo el mundo olvida la muy enrevesada trama de El sueño eterno a los diez minutos de haberla visto la recuerdo aquí: Philip Marlowe es requerido por el Coronel Sternwood (una figura paterna en el declive de su vida que es incapaz de sujetar la pulsión anárquica de su hija pequeña) para que se haga cargo de un chantaje algo chapucero al que están sometiendo a esa hija desmelenada, aunque en realidad está preocupado por la desaparición de un antiguo empleado que había acabado ocupando el lugar de ese hijo que siempre añoró y que no tuvo (que resulta que también es amigo -en el sentido que este término tiene en las pelis de Hawks- de Marlowe).


Marlowe, tras unas cuantas muertes, se quita de encima el asunto para acabar descubriendo que hay otra trama detrás bastante más seria, en la que está involucrada la hija mayor, Vivian, y un extorsionador de altos vuelos, Eddie Mars. Casi todas las secuencias de El sueño eterno están permeadas de un buen humor bastante desconcertante en el género, la película avanza a ritmo galopante (hay secuencias que no llegan al minuto de duración), reuqiere una memoria de elefante para situarse entre la enorme cantidad de nombres que van apareciendo (afortunadamente se los van cargando también a ritmo frenético) y transcurre en un espacio paradisíaco heterosexual en el que las mujeres poco agraciadas han sido misteriosamente suprimidas: desde Lauren Bacall (cuya química con Bogart es brutal, como todo el mundo recuerda) hasta la camarera que le ofrece una cerilla a Marlowe, todas las mujeres con las que se tropieza el protagonista están de caerse de espaldas, por no hablar de su escandalosa (para una mente puritana como la mía) actitud sexualmente agresiva. Particularmente, me quedo con la secuencia en la librería, la fantasía de todo bibliófilo compulsivo. El sueño eterno parece una excusa para que Bogart se luzca en sucesivas escenas con diferentes partenaires, alternándose los masculinos y los femeninos; el clímax, por supuesto, son sus encuentros con Bacall. Como es cine clásico, al final emerge la instancia de la Ley, pero muy al final: el último plano recoge a las dos estrellas en un plano muy cerrado, los rostros se van aproximando, y en ese momento se oyen unas sirenas de policía.

No hay comentarios: