jueves, 5 de abril de 2012

Amanecer



Como el profesor favorito de mi hija suele hacer un chiste en clase, por el que manifiesta su devoción por Amanecer, "pero no por la que vosotros conocéis, sino por la buena", el domingo se vino a verla a la Filmoteca, y a última hora se apuntó mi mujer, que para oprobio suyo resultó que no la había visto nunca. Está bien esto de volver a ver una película bastante frecuentada con espectadores vírgenes, porque se aprecia de nuevo el poderío emocional de este tenso relato que viene a desarrollar narrativamente el trauma de la aparición de la diferencia sexual en el paraíso terrenal, aquí un pueblo retratado con realismo en la decoración pero con una especie de kitsch rural en el que los campesinos son felices y viven en apacible comunión con la tierra. A este oasis de placidez llega la peste en forma de frívola mujer urbana, depredadora presta a desplumar sexual y económicamente al ingenuo feliz salvaje, hasta ese momento apaciblemente unido a la virginal heroína del relato (hay un hijo, pero más parece que haya surgido del propio decorado que de alguna pecaminosa interacción entre nuestro Adán y nuestra Eva).

El inevitable encuentro sexual provoca una violenta explosión que casi acaba con los protagonistas. Amanecer explica muy bien el proceso por el que la sublime figura materna se transforma en el objeto excrementicio sexual, y el odio que genera en el hombre. En este sentido, el film anota las tensiones que genera en su interior las diferentes líneas de fuerza que están en su inicio: en Murnau, hijo de las vanguardias europeas de las primeras décadas del XX, esa confrontación con lo Real del sexo acababa con la aniquilación del sujeto (unas veces el masculino, otras el femenino, y otras ambos). Aquí, tras el periplo por la ciudad (el espacio del que viene la mujer fatal, y por lo tanto el espacio del sexo), mostrado como una luna de miel, en la que resuena en el individuo la tarea sagrada de proteger a la mujer (y ¿qué otra protección puede ser esa, más que protegerla en su goce?), una tormenta se desata y el protagonista se muestra incapaz de llevar a cabo ese trabajo de protección (misteriosamente, Murnau muestra unas imágenes de la ciudad una vez que ha sido abandonada por la pareja, y es en la ciudad donde se origina la tormenta, que la alcanza en el lago, indicando que esa furia desatada tiene que ver con el espacio del deseo femnino). Pero, a su vez, Sunrise es una película norteamericana, del período de plenitud en el que la configuración clásica del relato ya había cristalizado, y en la que por lo tanto el héroe es capaz de afrontar el desafío que en el campo del sexo representa el encuentro con la mujer: la solución, obviamente, es la "resurrección" de la heroína, aunque algo conflictiva: reaparece justo en el momento en que el marido "asesina" a la deseante urbanita, finalmente el amanecer que cierra el film alumbra una reconstrucción del paraíso imaginario primordial.

(Si bien un notable detalle de la puesta en escena pone en duda esta interpretación: ¿no representa la melena rubia de la esposa, desplegada suelta, por primera vez en la película, sobre el lecho conyugal, un indicio de que, realmente, ha habido un verdadero encuentro sexual?)

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