lunes, 2 de febrero de 2015

La Pulsión y la Ley



Wichita, además de ser probablemente el western más conocido de Tourneur y una de las variaciones más populares sobre ese personaje mítico que es Wyatt Earp, una especie de Cid Campeador a la americana, es una de las películas que más explícitamente plantea el irresoluble conflicto que en el capitalismo se da entre la pulsión y la Ley (bien, conflicto que subyace en todos los relatos, claro, pero que nuestra contemporaneidad ha hecho eso, irresoluble).

Aquí no hay vía para que el desmelene de los vaqueros redunde en beneficio de la polis: la destrucción durante sus desmanes se manifiesta en la aniquilación del hijo y de la madre, anticipando la desaparición de la cultura. Pero la propuesta del héroe, un Joel McCrea neuróticamente atildado, con una impecable camisa abotonada hasta ese cuello perennemente encorbatado, acabar con cualquier atisbo de goce festivo (una especie de castración, ya que lo que pretende es prohibir que se lleven armas), supone la defunción económica del enclave civilizatorio que tanto ha costado arrancar al desierto.

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