martes, 23 de mayo de 2017

Dos recuerdos de juventud: a propósito de Close up

Para Cris, que esta noche prefiere ir ver a Ricky Martin

La primera noticia que tuve de Kiarostami fue a través de los Cahiers. Era diciembre del 91, yo aprendía francés y practicaba leyendo la revista (lo que dejó taras permanentes en mi retórica cuando luego tuve que usar esa lengua, aunque como en la mayoría de los casos ha sido para entrevistar a directores, igualmente contaminados por la pretenciosa cursilería marca de la casa, tampoco ha sido un hándicap grave), y en Francia acababa de estrenarse una peli de un iraní al que nadie conocía, porque por entonces Kiarostami no era Kiarostami, sino un completo desconocido. Close-up tuvo una enorme repercusión, al menos en el mundo de la crítica cool, ya que tampoco creo que las masas se arremolinaran a las puertas de los cines que la proyectaban (de hecho, Moretti tiene un estupendo cortometraje, El día del estreno de Close-up, en el que aparece el propio Moretti en el cine que dirige comentando con la taquillera las entradas que han hecho los blockbusters de turno y lo que ha recaudado el film que nos ocupa). Yo pensaba que en Francia tenían mucha suerte, porque me parecía imposible que en España nadie se animara a distribuir nada por el estilo (en esa época también era inimaginable la disponibilidad que tendríamos veinte años después para acceder prácticamente a cualquier cosa en internet).

Pero un año después el prestigio cultural que todavía sigue irradiando el país galo había convertido a Abbas casi en una estrella; Y la vida continúa se pasó en Un certain regard; en 1993 la SEMINCI le dedicó un ciclo mítico que desató una pasión desaforada por el director, ciclo que vino luego a la Filmoteca y en el que me vi hasta los documentales didácticos en los que explicaba como había que hacer la cola para subir al autobús. De aquel ciclo recuerdo sobre todo el impacto que me produjo Dónde está la casa de mi amigo?, una de las grandes experiencias cinematográficas de mi vida (curiosamente, posteriores visionados me han ido confirmando la lectura completamente aberrante que hice de ella, pero esa es otra historia). Y por fin pude ver Close-up, la película que pensaba que nunca vería. Unas butacas a mi derecha estaba Víctor Erice, y no fue la única vez que se pasó por la filmo a ver pelis de su colega. Años después, en La casa encendida, presentando el ciclo Correspondencias, Erice desgranó el comienzo de su conocimiento del (y su amor por) el cine de Kiarostami, y éste le correspondió con uno de los elogios más encendidos que uno haya escuchado nunca de boca de un cineasta hablando de la obra de un colega: contaba que estando un festival de cine se acercó a ver una película de un director para él desconocido, El sol del membrillo, y que se quedó tan patidifuso que no puso ver nada más durante dos días, y se dijo que el día que consiguiera hacer una película tan perfecta dejaría de hacer cine.  

Hace pocos días se estrenó en Cannes una copia restaurada (y, al parecer, remontada) de El sol del membrillo, y esta noche se pasa, de nuevo, Close-up en la Filmoteca. 

2 comentarios:

Miguel dijo...

He ido al pase de la Filmoteca de la que hablas, pues quería ver por primera vez la película en pantalla grande y no en la tele, aunque tenga copia de ella. Es curioso lo que es para el aficionado al cine la experiencia Kiarostami y cómo incide en la visión que tiene cada uno de él la primera película que se ve del gran Abbas. Yo la primera que vi fue, en ese ciclo lejano, "Y la vida continúa". Creo que es la película que más me ha chocado nunca. Las escenas del hijo del director cuando van por la autopista en dirección a las montañas, en las que no deja de preguntar todo el rato cual niño de cualquier lugar del planeta, me dejaron estupefacto. Cuando se ve una película por primera vez de otra cultura, normalmente te sorprende tu distancia respecto a ella. En el caso de esta película, esto no ocurre, creo que porque Abbas hace de sus personajes que parezcan que no lo sean como poca gente en la historia del cine. Se mueve en un terreno donde lo artificioso, que es mucho, queda para otros lugares que no son los personajes. No sé, es muy fácil intelectualizar sus películas, pero creo que es rebajarlas. Repito que como pocos verdaderos creadores su cine consigue una naturalidad total. "Close-up" me pareció una obra maestra increíble con tres secuencias impresionantes, la primera, su doble (la de la detención desde dentro), y la última, que es de esas de llorar sin pedírtelo. Por decir algo, esa primera secuencia me recordó a Chaplin, con ese periodista llamando a las puertas por una grabadora. La de la detención desde dentro al Godard de los 80, con esos movimientos de cámara donde los personajes entran y salen de campo, y el final, a ningún otro, un hallazgo y un milagro quizás a lo Rossellini.

abbascontadas dijo...

A mí también me encantan esas secuencias, mientras que el juicio siempre se me ha hecho un poco largo.
Recuerdo que Monteiro comentabe que le encantaba el cine de Kiarostami porque uno tiene ganas de irse a vivir con los personajes que filma....