martes, 22 de septiembre de 2009

Hadewij

Teníamos la mosca detrás de la oreja por el hecho de que Dumont se trajera su última película a San Sebastián. Al fin y al cabo ha ganado un par de premios del jurado en Cannes, y en España no se ha estrenado ninguna de sus anteriores películas, y no parece que ésta vaya a ser la primera en hacerlo. Pero no hay problema, Hadewij es magnífica, con ese mundo dumontiano habitado por la pulsión y también por la gracia, donde todo parece estar a la espera de la llegada de una Palabra verdadera, la que anhela desesperadamente la protagonista de la película, una mística medieval transportada al París de nuestros días. Su sed desesperada de Amor Divino no encuentra otro cauce para manifestarse que su entrega a un gesto absoluto, que en nuestros días no puede ser más que de aniquilación.
Dumont no ha perdido su maestría para filmar el deambular de los cuerpos por impresionantes paisajes, pero aquí ambién se atreve con la ciudad. También el bressonismo más desaforado corre por sus fotogramas (Alberto y yo hemos jugado a enumerar las pelis citadas, empezando por Los ángeles del pecado, de la que somos grandes fans), y por tener tiene uno de esos finales cuyo secreto parece guardar el director francés, en el que un mínimo gesto parece encerrar en su fragilidad redentora todo el secreto de la Gracia (en su sentido teológico) del mundo.

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