viernes, 4 de septiembre de 2009

La raza feliz


Acabo de terminar un relato de la antología 'Visiones peligrosas' de Harlan Ellison (sí, Enrique, esa que me despreciaste ayer) y quiero transcribir una de las valoraciones que, al final de cada texto, hace el propio autor. Este es John T. Sladek, hablando sobre su cuento 'La raza feliz', publicado en 1967:

"La raza feliz plantea una versión de lo que me gusta calificar de Horrible Utopía. La obra de Ionesco La soprano calva había mostrado ya un mundo sin mal. En cierto sentido, ese fue mi modelo; intenté mostrar un mundo sin dolor. En ambos casos se obtiene el mismo fenómeno: sin mal o sin dolor, las preferencias y las elecciones carecen de sentido; la personalidad se difumina; los personajes se funden con su entorno, y el pensamiento se vuelve superfluo y desaparece.
Creo que esos son los resultados inevitables de la consecución de la Utopía, si cometemos el error de asumir que Utopía es igual a felicidad perfecta. Después de todo, existe un centro del placer en la cabeza de cada uno. Insertemos un electrodo en él, y presumiblemente conseguiremos una felicidad constante y perfecta al coste de un centavo de electricidad al día. Si no de felicidad, entonces ¿de qué material construiremos nuestra Utopía? ¿La evitación del dolor, quizá? ¿La perfecta seguridad contra la enfermedad, los accidentes, los desastres naturales? Obtendremos eso únicamente al precio de perder el contacto con nuestro entorno..., en última instancia al precio de perder nuestra humanidad. Nos veremos "eterizados", en los dos sentidos que da Eliot a la palabra: aturdidos e irreales.

Para algunos, esta historia puede parecer en sí misma irreal e hipotética. Sólo puedo señalar que docenas de firmas electrónicas están actualmente inventando y desarrollando nuevos equipos de diagnóstico; dentro de poco tiempo los médicos dependerán casi por entero de las máquinas para obtener diagnósticos certeros. No hay razón alguna para que debamos detenernos ahí, o en ningún otro punto antes de llegar a los médicos mecánicos. Si elegimos construir máquinas que nos curen, debemos estar seguros de que sabemos qué poder les estamos dando y qué es lo que les pedimos a cambio. En La raza feliz el agente a través del cual el mundo anestésico surge a la vida es una especie de genio, el Esclavo del Aprietabotones. Es un genio de mente literal, y nos proporcionará exactamente lo que pidamos, ni más ni menos. Norbert Wiener hizo notar la semejanza entre el comportamiento de las máquinas de mente literal y el de los agentes mágicos de los cuentos de hadas, mitos, historias de fantasmas e incluso chistes modernos.

Sémele deseaba que Zeus hiciera el amor con ella exactamente igual a como lo haría con una diosa... pero resultó que él lo hizo con el rayo. El aprendiz de brujo pensó que ya estaba harto de ser el ayudante del mago. Wells escribió acerca de un empleado más bien estúpido que detuvo repentinamente la rotación de la Tierra. En un extremo del espectro figuran historias de horror como The dancing partner (La pareja de baile) o The monkey's paw (La pata de mono), y en el otro la broma de Lennie Bruce acerca del hombre que deja un genio a cargo de su tienda, y el primer cliente le pide al genio: "Hazme un chocolate malteado".

Si decimos que realmente deseamos salud, seguridad, vernos libres del dolor, debemos estar dispuestos a dar a cambio nuestra individualidad. El uso de cualquier herramienta implica una pérdida de libertad, como señalaba Freud en El malestar de la cultura. Cuando el hombre empezó a utilizar un hacha de mano perdió la libertad de andar a cuatro patas; y lo que es más importante, perdió la libertad de no usar el hacha de mano. Ahora hemos perdido la libertad de no utilizar los ordenadores, y ya no es cuestión de darles poder sobre nosotros, sino de cuánto poder, de qué clase, y cuán rápido capitularemos ante ellos.

En una ocasión un profesor de la Universidad de Minnesota me habló de un fin de trimestre en que iba retrasado en la confección de notas. El secretario del departamento no hacía más que llamarle, preguntándole si aún no estaba listo para dar las calificaciones. Finalmente le llamó un empleado de la administración. Al saber que las notas aún no estaban listas, el empleado dijo exasperado:
- ¡Pero profesor, las máquinas están esperando!
Sí, ciertamente, están esperando".



¿Qué os parece esta reflexión de hace 42 años? ¿Demasiado pesimista y apocalíptica? Pasando por alto la incongruencia de que estoy haciendo llegar este alegato anti-máquina mediante una máquina, creo que es necesario reflexionar y poner un límite a nuestras concesiones a los ordenadores, porque me temo que este texto es 'historia antigua' en el sentido de que ya se han cumplido muchas de sus predicciones. Una de las primeras cosas que hacemos en el día es encender un ordenador, en casa o en el trabajo. Y a lo largo de nuestra cotidianeidad dependemos de las máquinas de todo tipo que hay confeccionadas para rellenar necesidades; algunas de esas necesidades han sido creadas precisamente a raiz de la masiva involucración de las máquinas en nuestras vidas (pienso aquí en el fenómeno de las asquerosas redes sociales tipo feisbuc, o ¡sí! en las descargas).

Pero fijémonos sólo en una parte del espectro: las máquinas médicas. La mayoría de los médicos se limitan a interpretar unos diagnósticos de análisis realizados por una máquina. La primera vez que vas al médico ni te mira ni te ausculta. Te manda un montón de análisis que tardas dos meses de hacer y luego los interpreta mientras tú te muerdes las uñas pensando en lo que te habrán descubierto de malo. En general, diría que se empieza haciendo concesiones y se acaba perdiendo no ya parcelas de poder, sino de individualidad.

Nuestra memoria se hace vaga, porque sabemos que no necesitamos memorizar datos, vamos al google a consultar y ahí está todo. Yo tomo tirosina sintética porque el análisis de una máquina dice que no puedo tener en la sangre más de 7 "no sé qué". Como tengo 7,20 ya estoy obligada a medicarme. ¿No será que mi cuerpo funciona bien así y que quizá las medias no se pueden aplicar estrictamente a todo el mundo? Creo que el análisis de Sladek es muy clarividente. Ya estamos viendo los riesgos de tener una vida muelle donde las máquinas y sus derivados (pastillas y otras sustancias) nos evitan los grandes golpes de la vida y nos distraen para que no nos sumamos en el abismo existencial. Neurosis, depresiones y adicciones variadas están a la orden del día. Se ve dolorosamente en los niños, a los que se está convirtiendo en pequeños esclavos de sus deseos materiales y pequeños tiranos de sus adultos para que 'no les falte de nada'.

En definitiva, no quiero sentirme 'aturdida e irreal'. A veces fantaseo con lo que pasaría si de repente desapareciera internet, y sonrío para mis adentros. Estoy segura de que todo se colapsaría, hasta tal punto hemos volcado nuestras vidas en las redes informáticas. Todos nuestros datos navegan por las ondas y los cables como si de un entramado sanguíneo se tratase. Y como las venas, son terriblemente frágiles...
Pero dejemos de fantasear, no sea que 'Ellas' estén tomando nota.

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