martes, 20 de abril de 2010

Barbarroja y el sexo


Cuando el joven Yasumoto llega al hospital para pobres que regenta Barbarroja arrastra una herida marcisista que poco a poco se irá desvelando: Su prometida le abandonó durante sus estudios de medicina y se casó con otro hombre, con el que acaba de tener un hijo. Yasumoto cree que su "exilio" en tan poco prometedor destino es debido a una conspiración urdida por su padre y el de su prometida, que quieren quitárselo de en medio para tapar el escándalo.

Esporádicamente aparece por la clínica Masae, la hermana pequeña de la ex-prometida. Escandalizado, Yasumoto descubre que pretenden (la familia, la propia Masae, que se ofrece como pieza de intercambio) casarle con ella, en un intento de suturar la fractura que la traición de la joven ha provocado en el orden social, posibilidad que el médico rechaza bastante indignado. Al poco, descubre que él, lejos de ser ese resto despreciable que se ha arrojado a un lado, es el elemento esencial llamado a restablecer el equilibrio: el padre de la joven (de las jóvenes) se niega a conocer a su nieto hasta que Yasumoto haga un gesto que indique que ha perdonada a su prometida; en última instancia se le exige que acepte como esposa a quién es más parecido a su objeto de deseo primordial, tanto a nivel físico como sociosimbólico. Aquí se plantea ese núcleo ético duro del orden patriarcal que tan espinoso se muestra a nuestros ojos de espectadores modernos: la necesidad de elegir libremente la opción "obligatoria".



Masae sería una, en este orden de cosas, una víctima propiciatoria, un elemento sacrificial que es intercambiado entre varones para perpetuar ese (siempre denostado) orden patriarcal (una especie de versión oriental de la Dora de Freud). Sin embargo, una presencia recurrente en Barbarroja vuelve bastante compleja la figura de Masae: a lo largo del film, Yasumoto se las ve, en diversas ocasiones, con distintas figuras femeninas que comparten la característica de ser preadolescentes, chicas que han abandonado la infancia sin haber entrado en la adolescencia. La primera es la psicópata que está encerrada en la clínica, y que marcará uno de los encuentros más traumáticos del joven doctor: aunque ya es adulta, la loca (que fascina a todo el personal masculino de la clínica) le cuenta como fue repetidamente violada en distintos momentos de su infancia; a continuación se encuentra con el cuerpo destrozado de la niña que es objeto de su primera operación quirúrgica (ante el que se desmaya), y por último está Otoyo, la prostituta de doce años de comportamioento psicótico cuya "cura" encomienda Barbarroja a Yasumoto. Cuando éste consigue vencer el autismo agresivo en que Otoyo se encierra para defenderse de su enntorno atroz, la chica responde con una entrega afectiva abrumadora y potencialmente devastadora sobre la figura del médico. Es en ese momento cuando Masae adquiere relevancia narrativa en el film. Yasumoto cae enfermo y es compulsivamente cuidado por Otoyo, cuando se recupera la sumisa Masae aparece en la habitación para visitarle.



En un encuadre significativo, Masae está en primer término, recibiendo toda la luz del encuadre, detrás, en sombras, Otoyo mira con odio la escena (Masae es muy joven -y evidentemente guapísima-, cuando Yasumoto la conoció tenía la edad de Otoyo): la pulsión arrasadora de Otoyo es la "verdad" del inconsciente de Masae; su perfecta educación, su posición sacrificial respecto al orden simbólico y la sumisión que estamos acostumbrados a asociar a la posición femenina en Japón son el otro lado (el lado social) de esa masa inmensa de goce brutal y potencialmente destructiva que abrasa en el film a los cuerpos de las niñas/mujeres.

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