miércoles, 8 de abril de 2015

Juegos perversos en el paraíso




Tras un comienzo algo chocarrero en el que una cometa en forma de halcón cae sobre el sexo de una Romy Schneider que toma el sol desnuda en un entorno paradisíaco aunque algo inquietante, Inocentes con manos sucias presenta el triángulo protagonista a lo bestia: la Eva deslumbrante, el marido mayor y gordo (un padre/esposo alcohólico e impotente) y el chulazo que dice ser escritor y del que el detalle de la cometa ya nos habla de su carácter infantil y rapaz.




Tras un planteamiento de thriller algo rocambolesco a medio camino entre Las diabólicas y Perdida, y la aparición en escena de una Ley desternillante (la entrevista del abogado defensor de la Schneider y del juez que la acusa de asesinato como si se hubiera llevado un par de azucarillos de la cafetería es asombrosamente divertida, por no hablar de la pareja de policías que parecen sacados de una novela de Kafka) el Padre omni(im)potente regresa cual revenant para tomar cumplida venganza en una forma extremadamente perversa: recuperada la capacidad sexual merced al sencillo método de observar los desmelenes eróticos de la pareja infiel: en una inversión (también perversa) de la escena primordial exige las mismas prestaciones sexuales y en el mismo sitio, una curiosa y eficaz introducción al famoso aforismo freudiano Wo Es war soll Ich werden (que cito en alemán para tirarme el rollo, y que suele traducirse como Que yo esté donde ello estuvo).





Como se ve, lejos de estar aquejada de un terror paralizante, la mujer empieza a disfrutar de la situación, mientras que el bueno del marido, convencido de que maneja la situación, debe ya de barruntar que, en realidad, la impotencia le ha salvado la vida y que está a punto de ser devorado,


lo que confirma este plano realmente obsceno en el que la imago fascinante de la Schneider se ha convertido en algo monstruoso, una especie de araña descomunal que uno imagina que devolverá a Rod Steiger a la impotencia inmediatamente, aunque otro plano parece decir lo contrario.


Este inserto parece indicar que, finalmente, el marido es capaz de desencadenar el goce en su mujer, mas el hecho de que el encuadre le excluya radicalmente parece sugerir que ella se entrega a ese goce sola. En cualquier caso la estructura perversa en que se sitúa, esa Ley convocada y que también parece entregada a jugueteos perversos y la manifiesta ineptitud de la posición masculina aboca al sujeto femenino a un callejón sin salida, lo que confirma ese final en el que se disuelve en el negro de la noche.


No hay comentarios: