Las películas de animación contemporáneas acumulan tal cantidad de referencias, guiños, citas, alusiones y lo que se quiera añadir que a menudo uno acaba agotado tras verlas. Sus guiones parecen corregidos por enciclopedistas que añaden subtextos para aumentar el pedigrí de los mismos, con lo que en muchos casos los detalles se elevan por encima de una estructura narrativa relativamente convencional.
Centrémonos en la figura de la doncella fálica en ¡Rompe Ralph!, esa Sargento Calhoun que es el personaje más erotizado del film y la protagonista de una de las secuencias más sorprendentes: en un abrupto flashback la vemos (por primera vez) disfrazada radicalmente de mujer: vestida de blanquísima novia el día de su boda ante el altar. Tras el intercambio de miradas enamoradas con su pareja (todo un mocetón) hace su aparición lo siniestro radical: un insecto enorme que se merienda al chico. Breve estupor: de debajo del vestido saca un pistolón que revienta a la cibercucaracha gigante. La lectura obvia parece la más correcta: ella no renuncia al falo, o es su única poseedora, y eso aniquila al varón. Una imagen posterior lo confirma: aunque el chico pertenece al grupo de erectos marines que su novia comanda, cuando están juntos no puede más que adorarla; se diría que la confrontación con ella en cuanto cuerpo sexuado lo aniquila, siendo directamente devorado (el mucho más canijo Félix parece dotado sin embargo de cualidades más apropiadas para afrontar su goce).
De esta manera, se podría decir que, en el fondo, la sargento Calhoun reproduce el estereotipo femenino tradicional: por debajo de su imago de hiperfalo andante encontramos la vulnerable chica que añora el amparo masculino. Pero lo contrario también podría ser la topografía más cierta: es bajo la sublime escenografía de la novia perfecta e inmaculada donde anida la verdad de una pulsión potencialmente devastadora.
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