Cinco menos cuarto de la tarde, cines Ábaco, en un centro comercial en Villaverde. Quique se viene conmigo a ver Arma fatal, que Alejo me había comentado que estaba muy bien (la vio en Sitges) y había cosechado una excelente crítica de Jordi Costa en el país. La acaban de estrenar, pero mi hijo y yo seremos los únicos espectadores de la sesión. No es de extrañar que haya tanta guerra en torno al reparto del dinero de la exhibición cinematográfica. Con esa asistencia (las pocas veces que me he acercado a esos cines me he encontrado con un número de espectadores apenas superior) es imposible que se mantengan los multicines que han proliferado en simbiosis con las grandes superficies.
Arma fatal es una comedia que concitará las simpatías de los que (como yo) detestan el idílico imaginario rural, desde luego mucho más presente en el inconsciente británico que en el español, donde la memez del turismo rural es de reciente implantación, y donde hasta no hace mucho se despreciaba el pueblo como fermento de todos los prejuicios, supersticiones y atrasos. El caso es que en esta película un policía municipal eficaz hasta la exasperación (de sus jefes y compañeros) es castigado con un destino en el más aburrido y ejemplar de los pueblos británicos, donde su estricto rigor chocará frontalmente con el savoir vivre de los plácidos lugareños, y apenas le dará para enfrentarse a la psicopatía universalmente extendida por el idílico entorno. En su juego con los estereotipos y con las referencias a mansalva la película muestra el origen televisivo de sus autores, que ya habían mostrado maneras en Zombies party, una película con un inicio muy ingenioso, un espectacular plano secuencia en que el protagonista (el mismo que el de la presente película) hacía su recorrido matutino por los habituales lugares del barrio sin que se percatase de que la mitad de las personas con las que se cruzaba se habían convertido en zombies, aunque el ingenio no le daba para sostener toda la película, y algo parecido le ocurre a Arma fatal, aunque aquí el guión tiene más vueltas y se curran al final un tiroteo a lo Tony Scout realmente logrado. En cierto sentido, la película parece el desarrollo de un estupendo corto de Mike Figgis (creo) en que un aristócrata va desgranando la consabida letanía acerca de la decadencia de los tiempos para terminar confesando que se ha visto obligado a asesinar a toda su familia para mantener los valores eternos asociados a su clase.
No hay comentarios:
Publicar un comentario