Aprovechando que mi familia se había ido a pasar el fin de semana a Segovia mientras yo sostenía la economía familiar, la programación de Televisión Española y la estructura del Estado; y que había ido a comer a casa de mis padres, que se echan la siesta con al tele encendida, me acerqué a ver la película española arty de las Navidades, este Silencio antes de Bach, que debe su título, si lo que cuentan en la película es cierto, a un encendido ensayo encomiástico de la obra de uno de los músicos más raros de la historia de la humanidad, un ensayo donde prácticamente (por lo que se oye) se dice que la única función de Dios en este mundo es que Bach haya pisado la Tierra para ensalzarlo con su música. El caso es que la película es una sucesión de secuencias de muy distintas características: hay desde reconstrucciones históricas de la época de Bach (interpretado por un jovial músico que en nada se parece a la idea que de Bach tenemos), hasta pequeños conciertos de corte onírico (una caterva de chelos toca en el metro, una pianola se mueve sola a lo largo de las paredes desnudas de una galería). Se dramatiza una pequeña anécdota; cómo Mendelshon se tropezó con una partitura de la Pasión según San Mateo que había servido para envolver unos sesos. Tal vez la idea central es que Bach es infinito, lo mismo sirve para el refinamiento espiritual de los adolescentes que para calmar la angustia existencial de los camioneros que para justificar un emporio turístico cultural. Oímos piezas en todas las versiones, desde la interpretación más identificablemente sublime hasta versiones para armónica, o la citada pianola, o un inexperto Alex Brandemühl haciendo pinitos con lo debe de ser un fagot o algo por el estilo. La verdad es que Bach aguanta todo, aunque su música siempre me ha parecido que tiene algo de inhumano. La peli no está mal, pero le falta gracia (tanto en su acepción teológica como en la de sinónimo de pesadez) y respira cierta autosuficiencia. Me hizo gracia saber que las variaciones Goldberg fueron un encargo hecho para conbatir el insomnio de un noble ruso, y el director demuestra ser algo rijosillo porque monta una secuencia para sacar en pelotas en la ducha a una chelista realmente atractiva, esas cosas que da el poder.
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