jueves, 17 de junio de 2010

El Anti-Edipo



Aprovechando que mi hijo mayor se ha tenido que leer La vida es sueño yo también la he releído, que no creo que le hubiera echado un vistazo a la obra de Calderón desde mis lejanos tiempos en el Ramiro. De paso me he leído la versión de Edipo Rey que para la escena escribió Agustín García Calvo, y lo de la escena tiene su importancia porque la tragedia de Sófocles (y todas las griegas en general) se suele traducir atendiendo a la fidelidad textual, con lo que suelen caerse de las manos.

Si bien el drama calderoniano se suele considerar la respuesta cristiana a la tragedia griega, tengo la impresión de que a quien tenía en mente el contrarreformista barroco era al protestantismo triunfante, y en especial al calvinismo, cuya predestinación se pone en cuarentena a costa del libre albedrío. Una de las cosas más raras para un lector de hoy en día es la mucha cancha que en La vida es sueño se da a los augurios astrológicos, que para nada se ponen en duda (más bien el libre albedrío consistiría en lo que hoy llamaríamos "la respuesta interior" a esos designios inamovibles), mientras que para Sófocles (y supongo que para los espectadores áticos) está claro que los presagios que condenan a Edipo son un puro mecanismo narrativo que viene ya dado con la historia y a los que no se les presta más atención.

Desconozco si este detalle estaba ya en las versiones del mito, pero un rasgo de genio teatral de Edipo Rey (y que no recordaba para nada) es el hecho de que Edipo utilice los broches del vestido de Yocasta para rasgarse los ojos (para quien no recuerde la escena, Edipo encuentra el cuerpo sin vida de Yocasta colgando de una cuerda sobre su cama de matrimonio, y tras descolgarlo le quita los broches y se los clava en los ojos). Esa imagen repite, en una versión extremadamente siniestra, el "pecado original", el encuentro sexual de Edipo con su madre, y es el hecho de que el gesto, repetido a menudo, de desnudarla (empezando por quitarle los broches que cierran el vestido) el que aquí repita casi inconscientemente para mutilarse lo que me parece una muestra de genio.

Si Edipo comienza la obra en lo más alto, como rey de Tebas, para acabar como apestado, ciego y expulsado de la comunidad, Segismundo, al contrario, empieza su andadura muy poco por encima de la condición animal, encerrado en una torre que es poco más que uno de los peñascos que la rodean y prácticamente sin contacto con humanos (lo que no le impide, por otro lado, expresarse en los rebuscados octosílabos de la época). La vida es sueño puede leerse como una obra sobre la castración simbólica y su ausencia, que amenaza a todos los personajes de la obra. Una inscripción sorprendente de esta carencia tiene lugar en la primera escena de la obra, cuando Rosaura se cuela en la cárcel de Segismundo vestida de hombre, y éste se queda fascinado con esa aparición andrógina, en la que, de alguna manera, todavía no está impresa la diferencia sexual.

El malo, en cualquier caso, es Basilio, rey y padre, cuyas carencias a la hora de ocupar ese puesto que media entre el orden celestial y el terreno trae la división al reino y la desgracia a los personajes. Su actuación más obscena tiene lugar en la mascarada que monta para justificar el encierro de Segismundo, cuando le pone a prueba a la vez que exacerba sus pulsiones. Es precisamente el salto que da Segismundo en el final feliz de la obra, cuando consigue dar el salto al orden simbólico casi a la manera del barón de Munchausen (tirándose de los pelos hacia arriba para elevarse a un orden ético superior), el que resulta bastante inverosímil, aunque sea el que encierre el sentido de la obra.

2 comentarios:

´´ dijo...

de Villa Amalia tienes referencias ? la has vistos ?

Abbascontadas dijo...

No la he visto, lo único que te puedo decir, al margen de los datos de la ficha del film (Jacquot de director, basada en un libro de Pascal Quignrd, o sea, que suena a film muy francés, o lo que se entiende por tal), es que al redactor de Días de cine que la vio le gustó.