Ayer volví a ver De dioses y hombres con mi mujer en los Verdi, y dos cosas habían cambiado desde que la vi en Cannes: la proyección era mucho peor y la película ha sido un enorme éxito en Francia, muy superior al del otro film "argelino" del festival, Hors la loi. La película de Beauvois es mejor que la de Bouchareb, sin duda, pero tan apabullante éxito resulta algo sospechoso.
De dioses y hombres está basado en un suceso acaecido durante los años negros de la guerra civil argelina de la pasada década, el asesinato de siete monjes que vivían en un monasterio del monte Atlas desde tiempos inmemoriales. La película los presenta como heroicos personajes, perfectamente integrados en la comunidad musulmana con la que conviven, a la que hacen de médicos, padres, consejeros, abogados y lo que haga falta (y hasta de novios -que yo sepa el cristianismo es la única religión abrahámica que contempla la figura del monje célibe, en el islam y en el judaísmo el matrimonio y la descendencia son obligatorios-). Por supuesto, ellos son completamente ajenos a la locura violenta que se desata a su alrededor (incomprensible, primeramente, para los pobres argelinos, que son los primeros en buscar respuestas entre los doctos monjes).
No es difícil adivinar por qué se han sentido tan halagados los franceses por esta película (excelente, por otro lado): se diría que el acto heroico de sus protagonistas redime al país entero de su brutal actuación durante la guerra de la independencia (la violencia de la metrópoli es central en Hors la loi), y permite suturar, de alguna manera, el trauma que todavía habita en Francia respecto a su antigua colonia. No deja de ser curioso que De dioses y hombres se haya quedado fuera de la preselección para los Oscars, mientras que el film argelino sí ha entrado entre las 9 que optan a la selección definitiva (una lista de películas preseleccionadas marcada por la infamia más absoluta, todo sea dicho: ha entrado Biutiful y ha quedado fuera Uncle Boonme).
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